COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
Segundo de Adviento, Ciclo A
Evangelio según San Mateo 3,1-12
En aquel tiempo se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de
Judea: "Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca". A él se refería el
profeta Isaías cuando dijo: Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del
Señor, allanen sus senderos. Juan tenía una túnica de pelos de camello y un
cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. La gente de
Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro, y
se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. Al ver
que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su bautismo, Juan les
dijo: "Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se
acerca? Produzcan el fruto de una sincera conversión, y no se contenten con
decir: 'Tenemos por padre a Abraham'. Porque yo les digo que de estas piedras
Dios puede hacer surgir hijos de Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de
los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego.
Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene detrás de
mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias.
El los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla
y limpiará su era; recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego
inextinguible".
ADVIENTO II: “¡CONVIERTANSE…EL REINO DE DIOS ESTA CERCA!”
Aquí tenemos que entender lo que significa para todos nosotros la presencia de
Cristo, que está preanunciado por la figura de Juan el Bautista. Recordamos
aquel primer diálogo entre la Santísima Virgen y su prima Isabel quien manifestó
que “el ni￱o salt￳ de gozo” por la presencia de Jesús, el Hijo de Dios. Ahora Juan
-un hombre austero, que hacía penitencia, que vivía en el desierto, un hombre
de oración que no está contaminado con nada- dice a los judíos, los oyentes de
aquél entonces: "Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca", ¡les
pide conversión!
La conversión que no significa cambio de pequeñas cosas, ni una modificación
externa, una limosna que uno pueda hacer, una visita a un enfermo y pequeños
gestos que uno pueda realizar para contentarse y seguir igual. No; la conversión
no sólo es del corazón sino también de la mente y las obras. Juan el Bautista se
enoja y les dice: “¡ustedes vienen aquí y se contentan con decir ‘nosotros
tenemos por Padre a Abraham’ pero no se convierten!”
Cuántas veces, nosotros y los demás, hacemos cosas que otros hacen, o nos
ponemos en la fila de “algo” o de “alguien”, por ejemplo cuántos van a ver al
Papa, se sacan la foto y pareciera que ya todo está colmado, cumplido, porque
tenemos “la foto”, o porque “salimos” con él; pero en verdad esto no es
suficiente. La conversión es del corazón, de la vida, del pensamiento, de las
actitudes y de las obras.
En este Adviento, pidamos aprovechar este llamado: Juan el Bautista, el
Precursor, nos está invitando a que mejoremos la calidad de vida, algo que él
reconocía muy bien: “yo no soy digno ni siquiera de desatarle las sandalias al
Maestro”
Escuchemos al Señor que nos habla y seamos consecuentes y coherentes en la
respuesta.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén