EL HIJO DE UNA VIRGEN
Cuarto domingo de Adviento. A
18 de diciembre de 2016
“Mirad: la virgen está encinta y da a luz a un hijo, y le pone por nombre
Emmanuel (que significa, Dios con nosotros”) (Is 7,14). El rey Acaz teme que los
pueblos que se habían coaligado contra él llegaran a invadir la ciudad de Jerusalén.
Por eso está revisando las conducciones de agua. Buena previsión ante un posible
asedio a la ciudad.
El profeta Isaías se acerca para anunciarle que no habrá guerra. El rey no cree
al profeta. Este le sugiere que pida una señal, pero el rey se muestra cínicamente
piadoso. No quiere tentar al Señor. Pues bien, el Señor le da una señal. La señal de la
vida, representada en un niño que nace y en el nombre que se le impone. ¡Dios con
nosotros!
Con toda razón el salmo responsorial nos invita a hacer nuestra la certeza de
esa presencia en medio de nosotros: “Va a entrar el Señor. Él es el Rey de la gloria”
(Sal 23). Y San Pablo, por su parte, nos exhorta a ver cómo el Evangelio se refiere al
descendiente de David, que es también Hijo de Dios (Rom 1,1-7).
EL SALVADOR
Estamos acostumbrados a meditar la anunciación del ángel a María. Pero el
evangelio de este tercer domingo de Adviento nos presenta la anunciación del ángel
a José, su esposo (Mt 1,18-24). En un caso y en el otro, Dios revela a sus elegidos su
plan de salvación. Es decir, les anuncia el nacimiento del Salvador.
Ese es el núcleo del mensaje. Con frecuencia pensamos que lo importante de
este pasaje es disipar las dudas de José. Y con razón, porque el ser humano se siente
perdido ante la presencia de lo desacostumbrado Y mucho más perdido cuando los
acontecimientos parecen deshacer sus propios planes de vida.
Pero hay algo más. Ante las dudas de José, vemos que el ángel del Señor le
abre un resquicio para que pueda aceptar el don de la vida y el misterio que viene a
rozar su rutina. Además, el ángel del Señor le confiere el honor y la responsabilidad
de poner nombre al niño que llega: “Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él
salvará a su pueblo de los pecados”.
EMMANUEL
Por su parte, el evangelista Mateo recuerda la profecía de Isaías al rey Acaz.
La certeza de que no habría guerra. La promesa de la paz. La garantía a un rey tan
preocupado como cínico. Todo es visto desde otra clave.
• “La virgen concebirá y dará a luz un hijo”. La doncella anunciada por el
profeta Isaías es ahora presentada como una virgen. Eso significa que el hijo que de
ella va a nacer no es fruto del esfuerzo y de los planes humanos. Es un don gratuito
de Dios a la pobreza y a la humildad humana.
• “Le pondrá por nombre Emmanuel”. Dios había estado siempre al lado de su
pueblo. Ahora, en el hijo de María, Dios habrá de hacerse cercano a todos los seres
humanos, sean del origen que sean. Se hará tan cercano que adoptará su naturaleza y
sus sueños, su fatiga y sus esperanzas.
- Padre de los cielos, concédenos la limpieza de María y la silenciosa docilidad
de José, para que tu hijo Jesús, nuestro Hermano y Salvador, se haga presente entre
nosotros. Te lo pedimos con fe y esperanza, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
José-Román Flecha Andrés