«VOLVER A DIOS»
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
para el 4º domingo de Adviento
[18 de diciembre de 2016]
En este último domingo del adviento ya estamos próximos a celebrar la Navidad. Uno de los ejes de la
oración y reflexión de este tiempo es la esperanza. La espera y expectativa de los contemporáneos de
Jesús por la llegada del Mesías, es actualizada por la liturgia del adviento, que nos prepara para el
nacimiento del Señor.
Es un tiempo especial porque vamos cerrando el año, quizá cansados por la intensidad de lo vivido.
Las luces navideñas de los pueblos y ciudades empiezan a encenderse, así como las despedidas
festivas. En medio de esta realidad es importante evaluarnos y tratar de salir por un momento de tantas
urgencias, para ver si aquello que es importante como nuestros ideales y nuestros valores, la familia, la
vida y la solidaridad… ocupan realmente un lugar central en nuestro corazón. La Navidad, el Dios
hecho hombre, el nacimiento marginal de Jesús en el pesebre, nos permiten comprender el lenguaje de
Dios y ubicarnos en aquello que es central, para responder a tantas urgencias que nos agobian.
La Navidad es un tiempo de gracia que nos puede llevar a volver a Dios. No es fácil porque nos juega
en contra el excesivo consumismo de la época. Lamentablemente dicho consumismo usa hasta las
fiestas fundamentales como la Navidad y las vacía de contenido. ¿Cuántas familias se reúnen, festejan
y se olvidan el sentido y el porqué del festejo? ¿Cuántos saludos de fin de año y deseos de felicidades,
que siguen marginando a Jesús?
Si bien hay mucha religiosidad y nuestra cultura local es especialmente religiosa, con una fuerte raíz
católica, muchos no practican su fe y desconocen básicamente sus contenidos. El adviento es un
tiempo oportuno para volver a Dios. En las capillas se multiplican los pesebres y las Misas navideñas.
La fe necesita ser compartida y requiere nuestro compromiso y nuestra búsqueda de comunión con
otros hermanos que están en el mismo camino. El pesebre nos ayuda a convertirnos. Nos permite
comprender que no necesitamos mucho para ser amigos de Dios. Ante el pesebre descubrimos la
pequeñez, la necesidad de la humildad, la grandeza y la esperanza.
Una de las dificultades para volver a Dios en este inicio del siglo XXI es el creciente subjetivismo de
la fe. Cuando nos pasa esto es porque fuimos acomodando la fe a nuestro parecer, a nuestros afectos, a
nuestros criterios. Es una tendencia fuerte este excesivo subjetivismo que nos lleva a adecuar la
propuesta de Jesucristo, el Señor, a lo que nos parece y a lo que nos gusta en el momento, eludiendo
aquello que nos enseña el Evangelio. Si bien es cierto que su propuesta habitualmente es exigente,
tenemos la certeza que siempre el camino que Él nos propone lleva a la verdadera felicidad.
Al finalizar el año queremos agradecer por tantas cosas vividas como Diócesis. El camino de nuestro
Sínodo, las iniciativas del «Camino Pastoral» para evaluar y proyectarnos con la temática sobre
juventud, y laicos. Y el acento que hemos puesto en la reflexión sobre la familia, tema que seguiremos
trabajando en la próxima Asamblea Diocesana de 2017. Lo vivido en nuestro centro de espiritualidad
de Loreto que fue un momento de especial gracia de Dios y de compromiso evangelizador. El laicado
que va haciendo consistente el trabajo evangelizador en las distintas áreas pastorales, y sobre todo la
consolidación vocacional en nuestro Seminario Santo Cura de Ars que es un verdadero signo de
esperanza. La ordenación Sacerdotal del Padre Federico Benchaski. También en la vida tenemos
dolores y sufrimientos, y motivos para pedir perdón a Dios, y con la gracia del adviento buscar la
conversión y volver a Dios.
Ya tan próximos a la nochebuena y a la Navidad debemos preguntarnos si queremos realmente volver
a Dios. Volver a Dios, implica revisar nuestras vidas, cambiar, arrepentirnos, potenciar nuestros dones
y confiar en que podemos mejorar. Volver a Dios requiere gestos concretos relacionados a Dios y a
nuestros hermanos. También implica expresar nuestra fe en la participación de la Misa de nochebuena
o de Navidad. En poner un pesebre en nuestros hogares. En hacer la bendición de nuestra mesa
familiar. ¿Rezar? Sí, rezar juntos. Seguramente la oración nos permitirá descubrir un nuevo sentido al
encuentro familiar y con amigos que realizaremos en esta Navidad. Reencontrarnos más
profundamente con Jesús en el pesebre navideño nos permitirá reencontrarnos en la esperanza.
¡Les deseo una Feliz Navidad y hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas