COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
Segundo durante el año, Ciclo A
Evangelio según San Juan 1,29–34 –ciclo A
Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: "Este es el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un
hombre que me precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he
venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel". Y Juan dio este
testimonio: "He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y
permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua
me dijo: 'Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese
es el que bautiza en el Espíritu Santo'. Yo lo he visto y doy testimonio de que él es
el Hijo de Dios".
NO ARCHIVEMOS NUESTRO BAUTISMO
La persona de Jesucristo –que es el Ungido, el Mesías, el Enviado, Aquel que viene a
hacer la voluntad del Padre– es evidente que viene a cumplir la misión y hay signos
y preparaciones: el Pueblo de Israel lo esperaba, los Profetas los anunciaban, Juan
el Bautista lo precede. Es así que, ante este reconocimiento, en distintas partes del
Evangelio se nos muestra como “el enviado del Padre”; “Aquel sobre el que veas
descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu
Santo”, ese es el enviado, el predilecto del Padre, el preferido, el amado.
Este preferido, predilecto y amado, viene a cumplir con la misión y no nos podemos
desligar de esta tarea suya. “Padre, si es posible, aparta de mi este cáliz, pero que
no se cumpla mi voluntad sino la tuya”, y Él se ofrece como víctima de nuestros
pecados.
Hay que darse cuenta de esta sumisión; no vivir de memorias o distraídamente,
sino que también tenemos que ser introducidos en este misterio, Su Misterio, para
identificarnos, para acercarnos, para agradecer y para tener una vida nueva. Quien
contempla a Jesús, lo toca, lo ve y lo reconoce, no puede quedar igual.
Que esta visión de fe sobre Él, nos ayude a dar testimonio de que Él es el Hijo de
Dios y que no hemos recibido en vano su marca, su sello, el bautismo. No
archivemos nuestro bautismo en el último lugar, porque es nuestra dignidad de
persona y de cristiano, por lo tanto debe ser brillante y no opaco
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén