DOMINGO II TIEMPO ORDINARIO. CICLO A
QUE EL CREZCA Y YO DISMINUYA.
El auditorio al cual Juan habla es sin límites para acogernos también a nosotros. El Señor viene a Juan
para manifestarnos: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. “He aquí” es una
invitación para detenernos, mirar, comprender y salir porque ha llegado a quien necesitamos; el
salvador. ¿Salvador de qué? De nuestro egoísmo, fuente de todos los pecados y conducirnos a un nuevo
éxodo verificado en la cruz de Jesucristo quien dio la vida para sacarnos de la muerte del egoísmo y de
todos sus signos, sufrimientos, angustias, esclavitudes, violencias y materialismos; para llevarnos a la
resurrección por el bautismo
Juan se reconoce como simple precursor de quien nos ha pasado de la muerte a la vida: “Existía antes de
mí porque tiene precedencia. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que Él sea dado
a conocer a Israel con el bautismo en el Espíritu Santo. Yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de
Dios” (Evangelio).
En el prólogo del evangelista Juan como la obertura a una ópera, aparece con dos menciones en prosa.
Primera, “El bautista no es la luz no es el Mesías” (1,8). Este es el testimonio para quienes rechazan la
luz porque representan las tinieblas. Segunda, “El que viene detrás de mí se pone delante, porque
existía antes” (1,15). Cuando llega Jesús sigue hacia adelante, dejando atrás a Moisés, los profetas, la ley
e incluso a Juan; llevándose consigo a dos de sus discípulos.
EL “YO SOY Y EL YO NO SOY”.
El evangelio de Juan va poniendo en boca de Jesús la palabra “Yo Soy”: la luz, la vid, el pastor, el camino,
la verdad, la vida y la resurrección. Ante este testimonio el bautista no tiene más que repetir “yo no soy
ni el pastor, ni el Mesías, ni la verdad, ni el camino”. San Agustín refiere así esta relación de precursor a
Mesías: “Juan era la voz, pero el señor era la palabra”; Juan era una voz fugaz, la palabra era eterna
desde el principio. Quitemos la palabra, y que queda ¿qué es la voz? Donde falta la idea no hay más que
un sonido. La voz sin la palabra entra en el oído, pero no edifica el corazón. Una vez que el sonido de la
voz ha llevado hasta ti, el concepto, el sonido desaparece, pero, la palabra que el sonido condujo hasta
ti, está ya dentro de tu corazón, sin haber abandonado el mío. Cuando la palabra ha pasado a ti, ¿no te
parece que es el mismo sonido el que dice: “Ella tiene que crecer y yo tengo que disminuir (decrecer)? El
sonido de la voz se dejó oír para cumplir su tarea y desapareció…” (Oficio de lectura del tercer domingo
de adviento, sermón 293, Sn Agustín”). A su vez San Pablo comentaba: “Si nuestro evangelio está
velado, lo está para los que se pierden”, “la luz brilló en las tinieblas y las tinieblas no la
comprendieron… vino a los suyos y los suyos no lo acogieron. Pero a quienes lo recibieron les hizo capaz
de ser hijos de Dios”. (Jn 1,5.11.12). Continúa Pablo: “No nos anunciamos a nosotros mismos, sino a
Cristo Jesús, y a nosotros como siervos suyos por Jesús Señor, y a vosotros como siervos vuestros por
Jesús” (2 Cor 4,5–6). Lo que importa son las noticias más de quien las transmiten; eso podría ser ya un
motivo de gozo en comunicaciones y en la evangelización.
EL TESTIGO NUNCA SE ANUNCIA A SI MISMO
Juan Bautista es un modelo de testimonio y pedagogía para todos aquellos que quieran dejar
oportunamente su espacio a otros; haciendo un sacrificio pequeño, pero de incidencias: dejar el poder;
así sea para que otros permitan que la gente se acerque más fácilmente a Jesús. No aferrarse al poder,
cualquier tipo de poder incluyendo el religioso, hace parte del ministerio de todo creyente. “Que El
crezca y yo disminuya”, por extensión de Juan Bautista a nosotros, es un excelente criterio para dar a
otros las posibilidades que hemos tenido nosotros dejándoles libres el espacio y tiempo requeridos para
que puedan crecer con apellido propio “ser creyentes”. ¡Qué libertad de Espíritu se requiere en la
Iglesia!, por ejemplo, para decirle a alguien que la pastoral o la comunidad religiosa no van bien, simple
y llanamente, porque todo depende de la cabeza de él o de ella. Es menos difícil cambiar de actitud
cuando sinceramente nos preguntamos lo que significa con sus consecuencias: “Que El crezca y yo
disminuya”. Teniendo en cuenta que, en la iglesia, no pocas veces, son más complicados los poderes
intermedios que los responsables últimos. De esto no está eximido el mundo laical.
¿QUIEN SALVA EL PRECURSOR O EL MESIAS?
Salva el Mesías, presentado como siervo, luego como cordero, al final como salvador del pecado desde
la cruz y la resurrección. Para Salvar no requiere acudir a la violencia, ni dominar con poder; sino salvar
desde la debilidad y la pobreza por el don de su vida para rescatar la vida humana de su
deshumanización, dando Él la vida sin arrebatársela a nadie; por el contrario, compartiéndola la
multiplica para que así sobreviva. Salvar desde la debilidad es lo que hacen las víctimas y sus familias con
su actitud de perdón y su invaluable testimonio de fe; distinto. O lo que nos obligan a los contribuyentes
con los victimarios, reconocerles por decreto de impuestos, lo que han hecho en contra de la paz. La paz
no es una deuda de tienda de barrio, borrón y cuenta nueva para que el cliente empiece de nuevo a
endeudarse, hasta que la tienda se quiebre por tantos deudores. Tampoco es ético obtener recursos
solo con impuestos cuando se habían hecho propuestas diferentes, o se engaña a la población más débil
con el salario mínimo. Lo ocurrido en días pasados es un signo de violencia moral en el camino de la paz
política con serias repercusiones sociales.
Las víctimas, que solo como proyecto seguirán contando hacia el futuro, son los verdaderos precursores
de la paz. Para estos Pablo pide: “A todos ustedes, a quienes Dios santificó en la carne por medio de la
cruz gloriosa del Señor resucitado, y que son su pueblo santo, así para todos aquellos que desde su
sufrimiento y en cualquier lugar invocan el nombre de Cristo, Jesús. Señor nuestro y Señor de todos, les
deseo la gracia y la paz de parte de Dios nuestro padre y de Cristo el Señor” (segunda lectura).
LAS ESPERANZAS DE LAS VICTIMAS.
El salmo cuarenta (40) es una lamentación individual, que, por la fe, se convierte en una reflexión
comunitaria y sapiencial. este poema que podría servir para una bella obra de teatro está comprendido
en cuatro escenas rápidas: 1–Un hombre que se debate en el lodo de una ciénaga que está a punto de
ahogarlo; pero haciendo un gran esfuerzo reconoce: “yo esperaba con ansia al señor, se inclinó a mí y
escuchó mi grito. 2–Alguien lo saca y pone sus pies en roca firme: “me levantó de la fosa fatal, de la
charca fangosa; afianzó mis pasos sobre una peña y aseguró mis pasos”. 3–Al sentir la solidez bajo sus
pies rompe a cantar de gozo y agradecimiento “me puso en la boca un canto nuevo de alabanza a
nuestro Dios. 4–Y unos amigos, comunidad, expresa su confianza por el liberador “Muchos al verlo quedaron sobrecogidos y confiaron en el Señor” Un creyente cuando pasa por el sufrimiento
comprende, desde la fe, su sentido y se lo apropia en profundidad; aprende a conocer a Dios en su
propia carne y a vivir de la gracia. “He conocido a Dios en mi propia carne”, decía Job desde el
sufrimiento, y siguen diciendo las victimas con la esperanza que Dios actué a su favor, por medio de los
hombres.