DOMINGO III TIEMPO ORDINARIO. CICLO A
CREER OBEDECIENDO NO ES GRACIA BARATA
El reino de Israel estaba dividido en dos; después de la muerte de Salomón
en el 933 A.C, la unidad se rompió en tal forma que se hablaba del cismo de
Israel. Eran dos reinos muy distintos. El reino del Norte, llamado Israel, que
lleva el nombre del pueblo elegido y su capital fue Samaría; y el del sur
llamado Judá cuya capital fue Jerusalén; legítimo por tener la descendencia de
David sobre el trono de Jerusalén, portador de las promesas de Dios.
Cuando Isaías reanima la esperanza de Israel y la nuestra diciendo “El pueblo
que caminaba en tinieblas vio una gran luz, sobre los que vivían en tierra de
sombras una luz resplandeció… porque quebraste su pesado yugo, la vara que
oprimía sus hombros y el cetro de su tirano como en el día de Madián; se
trataba de la destrucción del poder asirio que representaba todas las
esclavitudes de ese momento, incluyendo las nuestras, de ahora; ídolos,
inequidad social y económica, abuso del poder político, descuido de los pobres
y corrupción por bajo nivel moral. “Las tinieblas y la luz” son los símbolos de
la ambigüedad de nuestra historia: violencia y paz, opresión y dignidad,
libertad y secuestro, invisibilización de unos y reconocimiento de otros.
LO QUE TODAVÍA NO CREEMOS.
Fue en esa noche social de Israel cuando Isaías anunció el nacimiento de
Jesús, la Encarnación, garantía de paz diferente a la paz romana. “tierra de
Zabulón y Neftalí, camino del mar al otro lado del Jordán. Galilea de los
paganos es nuestro país nuestra ciudad, nuestro barrio, nuestra casa porque
aquí es donde aún andamos en tinieblas y en sombras de muerte; pero
también es aquí donde podemos ver una luz grande, si hacemos lo que nos
dice Jesús: “Convertíos, porque está cerca el Reino de los Cielos” Es de los
cielos para no dejarlo identificar con ningún reino terreno; y “estaba cerca”
porque el reino era el mismo Jesús. Nuestra esperanza está fundada no sólo
en un rescate militar o arreglos políticos sino en la adhesión a Jesucristo y al
evangelio, como garantía de nuestro futuro bienestar en paz. ¡Eso es lo que
no nos hemos creído; sin querer darle la posibilidad que Jesús entre en
nuestra vida personal y social!
LA LUZ DEL SEGUIMIENTO.
Si al tirar la red y coger los peces, estos mueren por ser sacados de su medio
natural; sacar los hombres del mar es salvarlos para que no perezcan en
medio del mar que significaba el mal. Así Jesús asocia los apóstoles a su
misión de Salvar: Simón y Andrés, Santiago y Juan hijos de Zebedeo quienes
dejaron las redes, la barca y estos últimos a sus padres para seguirlo. Desde
la vocación de los primeros discípulos y quienes vendrían más tarde, ser
discípulos para el seguimiento implica obedecer para creer. Si los discípulos se hubieran quedado en la orilla y Leví en la oficina de los impuestos no existiría
el seguimiento como obediencia y posibilidad de creer. Sólo el creyente es
obediente y sólo quien obedece, cree. La fe sólo es fe en el acto de la
obediencia. Del mismo modo que la obediencia ha sido llamada consecuencia
de la fe hay que llamarla también presupuesto de la fe. De lo contrario la fe
se convierte en una forma piadosa de engañarse a uno mismo pues sin pasar
por la obediencia se vuelve gracia barata. Una de las grandes diferencias
entre la fe y la religión natural es que ésta confía en Dios sin seguimiento,
reza y practica la religión sin seguir a nadie incluyendo a los santos de su
devoción a quienes se les ruega, pero sin necesidad de seguirlos; y si no
responden simplemente se les cambia por alguien más milagroso.
DIFICULTADES DEL SEGUIMIENTO
Pablo nos exhorta en la primera lectura a corregir las dificultades del
seguimiento: “vivamos todo en concordia, sin divisiones, unidos en un mismo
sentir y en un mismo pensar; sin tomar partido diciendo: “Yo soy de Pablo, yo
soy de Apolo, yo soy de Pedro, yo soy de Cristo”, o yo soy de tal o cual
opción; “No fue ninguno de los tres los que fueron crucificados o bautizados
por nosotros; pero toda división lo que si hace es dejar como inútil la cruz de
Jesucristo, quien con muerte en cruz crea el perdón y la comunión. (segunda
lectura). Esto es más grave cuando ocurre al interno de la comunidad
cristiana o de los responsables de la comunidad. Concretar, por la experiencia
personal y comunitaria el seguimiento de Jesús es culturizar la fe y la
novedad del evangelio; según las modalidades, actualizaciones, ministerios
diferentes y necesidades de la Iglesia.
SEGUIR ES VIVIR EN COMUNIDAD
El Salmo 26 fortalece el seguimiento diciendo que “El señor es nuestra luz y
salvación; entonces ¿A quién vamos a tenerle miedo? Si es la defensa de
nuestra vida ¿Quién podrá hacernos temblar?”.
Leído el salmo desde la experiencia pascual, la casa del Señor es la
comunidad “lo único que pedimos, lo único que buscamos es vivir en la
comunidad como casa del Señor, toda nuestra vida; para disfrutar las
bondades del Señor y estar continuamente en su presencia. Esperamos ver la
bondad del Señor en esta misma vida, tengamos valor y fortaleza, en nuestro
seguimiento, confiando en el Señor” (Sal 26).
Padre Emilio Betancourt