COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
Tercero durante el año, Ciclo A
Evangelio según San Mateo 4,12–23–ciclo A
Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y,
dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines de
Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta
Isaías: ¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la
Transjordania, Galilea de las naciones! El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una
gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una
luz. A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: "Conviértanse, porque
el Reino de los Cielos está cerca". Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea,
Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que
echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: "Síganme, y
yo los haré pescadores de hombres". Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo
siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de
Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre,
arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a
su padre, y lo siguieron. Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas,
proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y
dolencias de la gente.
JESÚS ES LA LUZ DEL MUNDO
El mundo tiene una dualidad: ve y no ve, tiene grandes avances y crecimientos en
cuanto a la técnica, a la ciencia, a la informática, a la creatividad del ser humano,
gran desarrollo, gran crecimiento; pero a la vez, simultáneamente, le puede estar
faltando todo aquello que sea humanidad, respeto, justicia, amor, libertad, verdad,
y en estas cosas siempre hay una tensión.
Con su presencia, Jesucristo sigue llamando porque Él es la Luz para que uno pueda
ver; porque cuando uno ve con su mirada, ve más; es más profundo, más sabio,
más veraz y así uno sale de la ignorancia.
Dios, en Jesucristo, irrumpe en la vida de los hombres y no sólo llama a un joven
para que sea sacerdote y así en diversas formas, llama también a los fieles, a los
laicos, a todos. Pero este llamado, esta irrupción de Dios –Jesucristo en nosotros–
provoca un encuentro y el encuentro provoca también una conversión, un cambio
de vida: antes yo hacía esto, ahora tengo que hacer otra cosa; antes yo era injusto,
ahora tengo que ser justo; antes estaba ciego, ahora veo y tengo mayor
responsabilidad, antes–ahora, antes–ahora. Esa conversión muestra el encuentro con la presencia del Dios Vivo. Por eso hay
alegría en el encuentro; por eso hay compunción y dolor por los pecados, por las
ofensas; por eso hay coraje para reponerse; por eso la paz es un descubrimiento;
por eso hay ansia de nuevas cosas; por eso hay alegría y certeza de verdad; por
eso hay luz, hay entusiasmo.
El encuentro con Jesucristo provoca en nosotros una conversión; cada uno sabrá de
qué manera tiene que mostrar ese cambio, pero también qué prontitud tiene que
tener para el seguimiento; y ojalá no pongamos excusas para mandar las cosas
para más adelante. Cuando hay luz, ahí hay que tomar la decisión; el que toma la
decisión no se confunde y no confunde a los demás.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén