Paz en la tierra…
Salomón significa “hombre de paz” (Cro 22, 9). ¿Será algo genético, constitutivo de este
solo personaje bíblico? ¿No habrá en los genes del ser humano alguno con la inscripción
‘paz’? Fuimos hechos para la convivencia, la fraternidad universal, la alegría, la felicidad.
Entonces, ¿por qué este desajuste en nuestra pequeña infraestructura humana o en la
macroestructura cósmica? Hemos sido hechos en paz y para la paz… ¡Somos paz!
Cada año, el primero de Enero, la Iglesia clama por la paz en la Jornada establecida por
Paulo VI para ayudarnos a caminar por los senderos de la justicia, la verdad, la comunión.
El corazón del ser humano es un misterio insondable. ¿Cómo puede haber paz en donde hay
venganza, odio, rencor? ¿Cómo podemos establecer un hábitat de encuentro si nuestro
corazón está dividido, tiranizado, violentado?
Las religiones han nacido como un medio para fortalecer nuestras relaciones con el
trascendente, con el grupo humano al cual pertenecemos por cultura, familia, vecindad y, lo
mejor de todo, con nuestro corazón. La historia está mojonada con las ‘guerras de religión’.
Lo que debería unirnos se ha constituido en obstáculo, motivo y razón de luchas fratricidas,
de divisiones irreconciliables, de antitestimonio destructor.
Dios, remanso infinito, a donde tienden nuestros mejores deseos y fuente perenne de Amor,
es la raíz primera de la paz, o ya no es el Dios de la Biblia. Paz es el mensaje de los
Ángeles a los pastores, paz es el saludo de Jesús resucitado a sus Apóstoles. Construir la
paz es la tarea primera de todo creyente, responda a la religión que sea. Entre fe y paz tiene
que haber una identidad vinculante que responda a su opción y compromiso. ¡Feliz año!
Cochabamba 01.01.17
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com