TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO V A
(5–febrero–2017)
Jorge Humberto Peláez S.J.
jpelaez@javeriana.edu.co
¿Cómo iluminar el camino de la vida?
Lecturas:
o Profeta Isaías 58, 7–10
o I Carta de san Pablo a los Corintios 2, 1–5
o Mateo 5, 13–16
En este domingo, las lecturas tienen un hilo conductor, que es el
símbolo de la luz. Como lo hemos explicado anteriormente, el binomio
tinieblas – luz es un tema recurrente en el Antiguo y en el Nuevo
Testamento. Las tinieblas hacen referencia al pecado y a la negación de
Dios; la luz, por el contrario, simboliza la presencia de Dios y el deseo
de hacer su voluntad.
Los invito a que, llevados de la mano de este evocador símbolo de la
luz, vayamos recorriendo los textos bíblicos que nos propone la liturgia
dominical.
Empecemos por el profeta Isaías, que utiliza el símbolo de la luz para
referirse a dos situaciones diferentes: la primera está en relación con el
mundo interior e íntimo de las personas; la segunda tiene que ver con el
tejido social:
o Empecemos por el símbolo de la luz en relación con la intimidad
de las personas. Escuchemos con atención las palabras del
profeta: “Esto dice el Señor: Comparte tu pan con el hambriento,
abre tu casa al pobre sin techo, viste al desnudo y no des la
espalda a tu propio hermano. Entonces surgirá tu luz como la
aurora y cicatrizarán de prisa tus heridas”. El profeta Isaías
expresa, desde la sabiduría oriental, algo que han redescubierto
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los psicólogos de nuestra época: la mejor medicina para curar la
melancolía interior y para superar las tristezas que nos producen
las pérdidas que vamos experimentando en la vida, es salir de
nuestro pequeño mundo interior, en el que nos estamos
asfixiando, para abrirnos a los demás y servirlos en sus
necesidades. Cuando tendemos nuestras manos a los que sufren y
les abrimos el corazón, sentimos que volvemos a la vida y que
una primavera de esperanza reverdece en nuestro interior. Por eso
son tan sabias las palabras del profeta Isaías: “Entonces surgirá tu
luz como la aurora y cicatrizarán de prisa tus heridas”.
o Exploremos ahora el segundo simbolismo de la luz, desarrollado
por el profeta Isaías: “Cuando renuncies a oprimir a los demás y
destierres de ti el gesto amenazador y la palabra ofensiva […],
brillará tu luz en las tinieblas y tu oscuridad será como el
mediodía”. Aquí el profeta Isaías nos invita a tomar conciencia de
lo que sucede en el campo social cuando el comportamiento
injusto y agresivo de los individuos, y muy en particular de los
líderes, afecta la vida de los ciudadanos.
En este momento, la comunidad internacional escucha con
preocupación las voces destempladas de poderosos dirigentes políticos
que usan las amenazas para tratar de imponer su proyecto político
hegemónico, atropellando acuerdos construidos pacientemente a lo
largo de los años. Esos consensos súbitamente desaparecen con un
agresivo mensaje en las redes sociales y la firma de un documento…
El Salmo 111 retoma el simbolismo de la luz: “Quien es justo, clemente
y compasivo, brilla como una luz en las tinieblas”. Los
comportamientos inspirados en la misericordia cambian el entorno
social. La luz que irradia el comportamiento del ciudadano justo,
ilumina la noche de los corruptos, por quienes nos sentimos
atropellados y asaltados. Cada día se destapa un nuevo escándalo de
corrupción y las cifras son astronómicas. Ahora bien, en medio de la
noche oscura de la corrupción, nos sentimos esperanzados porque
parece que la luz de la justicia empieza a iluminar el paisaje de una
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Colombia escandalizada y perpleja. La justicia está mostrando
resultados prontos y efectivos. Esperamos recuperar la fe en un sistema
judicial que hasta ahora ha dado muestras de ineptitud.
Finalmente, llegamos a las elocuentes palabras de Jesús, registradas por
el evangelista Mateo: “Ustedes son la luz del mundo. No se puede
ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se
enciende una vela, no se esconde el fuego debajo de una olla, sino que
se pone sobre un candelero, para que alumbre a todos los de la casa”.
Estas palabras de Jesús ponen de manifiesto el impacto que nuestros
comportamientos tienen en las personas que nos rodean. Esto sucede a
nivel micro – por ejemplo, en el medio familiar – y también a nivel
macro. Pensemos, por ejemplo, en el enorme daño que hacen los padres
cuando maltratan, con palabras y con acciones, a sus hijos, o cuando no
les expresan afecto y reconocimiento.
Si esto es evidente en el ámbito familiar, también se da cuando
pensamos en el comportamiento de los líderes de las organizaciones y
comunidades. Mientras mayor es la visibilidad de las personas en la
sociedad, mayor debe ser su sentido de la responsabilidad por el influjo
que tienen. El ejemplo de los dirigentes envía poderosos mensajes a la
sociedad. Las palabras de Jesús lo expresan con claridad: “Que de igual
manera brille la luz de ustedes ante los hombres para que viendo las
buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los
cielos”.
La mejor manera de inculcar los valores éticos es a través del ejemplo.
Ciertamente, las clases de Ética y Valores dictadas en colegios y
universidades son útiles. Pero el aprendizaje fundamental se realiza
mediante el testimonio de vida.
Es hora de terminar nuestra meditación dominical. Que estas reflexiones
sobre el simbolismo de la luz, inspiradas en las lecturas bíblicas, nos
acompañen a lo largo de la semana que comienza. A través del servicio
a los demás y la coherencia con unos valores, tendremos luz para
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nuestro caminar como peregrinos y también iluminaremos las vidas de
nuestros hermanos.
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