CUADERNILLO DE SEMANA SANTA – 2017–
DOMINGO DE RAMOS
LA HOMILÍA MÁS JOVEN
DESCONCIERTO Por Pedrojosé Ynaraja
1.– El título que he puesto expresa mi deseo. Quisiera, mis queridos jóvenes
lectores, que la celebración y contemplación de los misterios que este domingo y
los días sucesivos, celebramos, produjeran en vuestro interior este efecto. Estamos
acostumbrados a explicaciones que pretenden ser demostrativas y correctamente
aceptadas por nuestro mundo que, no lo olvidéis, pasa por una fase de decadencia
cultural. Y que conste que estoy pensando en el llamado primer mundo, puesta mi
esperanza en el que con frecuencia despectivamente, llamamos Tercer Mundo. Tal
actitud la de exponer con palabras e ideas “políticamente correctas”, satisface la
curiosidad, pero no agita el interior de la persona y en consecuencia no lleva a la
conversión. La noticia que damos no sorprende, no es buena–nueva–noticia.
2.– El primer desconcierto de hoy, pequeño en realidad, lo provocará la duplicidad
de orientaciones de los dos momentos litúrgicos del encuentro. Nos reunimos
primero al aire libre con ramos o palmas, niños sonrientes y fotógrafos a punto de
perpetuar el momento. La primera reflexión, el contenido de la introducción, hace
referencia a la cuaresma y anuncia el inicio de la santa semana. Se invita a
acompañar a Jesús simbólicamente en la entrada a Jerusalén y a hacerlo cantando.
Toda alusión festiva es bien aceptada. Los que hemos estado en Tierra Santa,
recordamos siempre aquella carretera que baja desde la cima de la Ascensión hasta
Getsemaní. En el fondo del valle y a continuación, la solemne entrada en la Ciudad.
Alegra pensarla y recordarla, pero seguramente no nos inducirá a ninguna
conversión.
3.– Imaginamos un espectáculo esplendido de gentes que acompañan al Maestro,
sin meditar su gesto. Probablemente sucede así porque no nos hemos fijado en los
niños, principales protagonistas del episodio, con sus vítores que, proféticamente,
reclaman reconocimiento de Jesús como Mesías Salvador. A los niños no los
tomamos en serio. Pienso ahora en aquel chiquillo llamado Daniel, que con
ingenuidad interviene, juzga con simplicidad y salva a la casta Susana. (Dn 13,46)
De entre nosotros no saldría un tal chaval. Se esmeran padres y educadores de
ahogar su posible capacidad profética, satisfaciendo de inmediato sus ansias de
poseer, ambicionar, dominar y gozar de cualquier capricho que se les ocurra.
4.– Quisiera, mis queridos jóvenes lectores, que sinceramente os preguntaseis.
¿Qué hago yo como reconocimiento, como adoración, como asombro al Jesús,
presente en los pobres, los indefensos y los marginados? ¿Y en la Eucaristía, pienso
y agradezco tal presencia, entro a cualquier iglesia con el único fin de adorarle
reconociéndole como Hijo de Dios y mi Salvador? Sin ninguna súplica, por el simple
deseo de adorarle, sin pedirle nada, como los chiquillos que vitoreaban agitando
palmas y ramos de olivo. 5.– Segunda parte del encuentro cristiano de hoy. Probablemente no entrarán en la
iglesia todos los asistentes. Con las correspondientes fotografías, muchos finalizan
la asamblea. Imagino que vosotros sí. La liturgia ahora es severa. Se proclama la
Pasión del Señor. En un determinado momento nos arrodillamos y en silencio
debemos reflexionar seriamente. Pocas veces se nos propone este gesto,
agacharnos, acercar nuestra mente al suelo, permanecer en silencio un rato. No lo
desaprovechéis, mis queridos jóvenes lectores. En el silencio se escucha a Dios.
Sinceramente debéis preguntarle ¿qué tienes pensado para mí durante esta santa
semana y para mi futuro próximo?
6.– Como siempre, desde los inicios del cristianismo, antes de acabar y marcharse,
la asamblea en la mesa eucarística, fracciona el Pan y el Vino y lo comparte. Es un
estímulo y ayuda eficaz al cambio, a la conversión, que los misterios de la Pasión,
Muerte y Resurrección, que con mayor solemnidad celebraremos durante el Triduo
Sacro, nos exigen.
JUEVES SANTO
LA HOMILÍA MÁS JOVEN
UN JUEVES QUE ERA UN MARTES Por Pedrojosé Ynaraja
1.– Jueves Santo, que en realidad sería un martes. Si os lo advierto, no es para
sorprender a muchos de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, que seguramente
no habréis oído hablar de esta cuestión. El estudio sobre el día y momento de la
Santa Cena, preocupa y es estudiado desde hace tiempo. No os voy a hablar de
ello, pero os indico que el mismo Papa Benedicto XVI, escribiendo como teólogo, no
como Papa, se refiere a la cuestión en la Vida de Jesús que escribió hace años. Él y
muchos sabios exégetas estudian los textos.
2.– No pretendo hacerlo yo. Tampoco tengo categoría para hacerlo. Soy un simple
peregrino, que he estado en Jerusalén en bastantes ocasiones, sólo o acompañado,
dirigiéndome a algún sitio o deambulado aburrido. Me he pateado por calles y
caminos, todos los espacios en los que están implicados los sucesos que
celebramos estos días. Recuerdo bien el tiempo pasado en ello y las distancias que
entre uno y otro punto hay. Ahora bien, sinceramente os digo que, pese a ello,
nunca he cronometrado exactamente los desplazamientos, aunque continúo
proponiéndomelo. No obstante, os hablaré de ello con bastante exactitud. De
acuerdo con lo dicho, estoy convencido de que es imposible realizar todo lo que
narran los evangelistas en el tiempo litúrgico que lo celebramos. (Lo que no pue
ser, no pue ser, y además es imposible, que diría aquel).
2.– Cierto día, así me referiré al inicio, después del mediodía, el Señor, que había
pasado la noche en Betania, en el domicilio de sus amigos, encargó a algunos que
se le adelantasen, fueran a la Ciudad, a casa de una familia amiga y preparasen
todo lo necesario para una cena pascual. No entro en detalles de qué clase de cena pascual tenía pensada Jesús. Al Maestro la ciudad le daba miedo y tomó
precauciones. Llegarían al atardecer. Algo así como 1h30m duraría el trayecto de
Betania a Jerusalén. La cena, en la sala alta, la habitación destinada a los
huéspedes, no fue rápida, no se trataba de un tentempié para salir del paso.
3.– Durante la colación, cualquiera que fuese el ritual, el Señor Jesús tomo un pan,
lo partió y lo repartió. Lo compartieron. El Maestro, evidentemente, no. Acababa de
decir que era su Cuerpo. Y nadie se come a sí mismo.
Me detengo un momento. Nuestra concepción de la realidad depende mucho de la
filosofía griega. Ser real, no necesariamente implica ser sensorial. Os advierto que
los sentidos muchas veces engañan, como ya sabéis. Al decir esto es mi cuerpo, no
afirmaba: aquí hay tejido muscular mío. Como más tarde al tomar la copa, tampoco
estaba afirmando que estaba repleta de torrente sanguíneo suyo. Muchas cosas
reales no son visibles, ni comprobables físicamente, con nuestros instrumentos de
laboratorio. Pensad ahora en la antimateria, en los agujeros negros, en el espacio
curvo, etc. En el futuro se aceptará con más facilidad lo que ahora imbuidos de
teorías del mundo clásico, nos cuesta admitir.
4.– Afortunadamente, en el mismo texto evangélico tenemos una demostración. En
el momento de la Transfiguración en el Tabor, Elías y Moisés no eran anatomía
clínica. Y se hacían, no obstante, presentes y dialogaban entre sí. San pablo dijo
más tarde (ICor 15,44) “si hay un cuerpo natural, hay también un cuerpo
espiritual”, más real el segundo ya que tiene dimensiones eternas, añado yo ahora.
No fueron frases simbólicas, no. Ahora bien, Jesús era, o mejor es, mucho más listo
que Aristóteles y Platón, cosa que olvidamos, con frecuencia. Basta de la cuestión,
otro día hablaremos de ello. El Señor, triste, se sentía responsable del momento, el
último que le quedaba, y fue comunicativo con los que le acompañaban. Juan
recoge sus enseñanzas y soliloquios. Meditarlos con cierto esmero supone horas de
detenida contemplación.
5.– Si algún día tuvierais ocasión de encontraros unos cuantos en un bosque y en
noche de claro de Luna, como lo era aquella, no dejéis de aprovechar la ocasión.
Leedlo en privado cada uno, compartidlo con los demás. Sacad consecuencias,
advertidos de lo que les pasó a los Apóstoles que no lo hicieron. Cantan himnos y
salen camino de Getsemaní. Este trecho lo he recorrido varias veces y calculo que
supondrá por lo menos media hora de caminar ligeramente. Calculad vosotros
mismos la hora que sería al llegar al olivar de la orilla del torrente Cedrón, donde se
refugió el Maestro.
6.– La oración, si uno se atiene a los apuntes que nos dejaron los evangelistas, no
pudo durar menos de dos horas. Se detuvo Jesús a pensar, a calcular, para vivir el
evento que se le avecinaba con responsabilidad. Tenía miedo. Amaba. Dudaba. El
demonio que en el desierto le había abandonado, sintiéndose derrotado, se
aprovechó de esta magnífica ocasión y luchó de lo lindo.
7.– La corporeidad, el alma y espíritu del Señor, se resintieron. Perdió fuerzas,
sudó, gritó angustiado. Su interior marea endocrina y el sudor frio teñido de sangre, dan prueba de ello. Dudó. No os extrañe que lo afirme. En más de una
ocasión, el texto sagrado dice que se hizo semejante a nosotros en todo, excepto
en el pecado. Dudar es actitud genuinamente humana. Dolorosamente humana.
Pasó por ella.
8.– Calculad vosotros mismos a qué hora llegaron los guardas, el interrogatorio y
detención parece que fue cosa rápida, la huida de los discípulos también. Se quedó
solo. Quienes a su lado estaban hubiera preferido que no estuvieran. Miraría la
muralla que ante sí tenía y que muy pronto serían gruesas paredes de prisión.
Detrás tenía a corta distancia la casa de sus amigos. En Betania nadie se hubiera
atrevido a detenerle. Podía haber huido. A un hombre de noche, corriendo por un
bosque, nadie es capaz de atraparlo. Pero Él había escogido no fugarse… ¿se pudo
arrepentir de la elección, pensando en el poco caso que le harían? ¿En el poco caso
que nosotros le haríamos?
9.–La vuelta al interior de la ciudad, allí donde residían Anás y Caifás, no se hace en
menos de tres cuartos de hora. Sangre, polvo, sudor y hierro en sus muñecas, diría
Machado. Suponed, como queráis, lo que duró el juicio que aprovecharon ambos
gerifaltes para humillar y castigar físicamente a Jesús. Para poder deliberar y
decidir poner en práctica sus proyectos, era mejor que el Señor no estuviera
presente, le encerrándole en una cárcel. En nada se parecería a las nuestras.
Imaginad una cueva en la pendiente, cerrada por una simple reja. Sólo,
tembloroso, sediento. Temiendo lo peor. Y no se equivocaba.
10.– Simultáneamente existían en Él la ciencia humana y la divina. El diálogo entre
ellas, es un misterio. Sentía miedo. Se iluminaba su interior con su visión divina y
distinguía a toda la humanidad, a quien dedicaba su Pasión. Nos distinguía a
nosotros. Se preguntaría si valía la pena su proyecto. ¿Nuestra vida defrauda a
Cristo? Debemos preguntarnos. Es la quinta esencia de la malicia de nuestro
pecado. Del pecado de los hombres. La oración, la contemplación se sitúa al
margen del espacio–tiempo. Nuestra oración puede acompañar a la soledad de
Cristo. No dejemos de pretenderlo.
11.– Cambio de tercio. La gente aquella, Anás, Caifás y compañía, desearía
descansar y además era preciso convocar al Sanedrín, más de un centenar de
personas. ¿Cuánto tiempo tardarían en lograrlo? La labor se la encomendaron a los
correspondientes subalternos. Del prisionero nadie se preocupó.
VIERNES SANTO
LA HOMILÍA MÁS JOVEN
ANÁS Y CAIFÁS YA LO HABIAN DECIDIDO… Por Pedrojosé Ynaraja
1.– El parecer de Anás y Caifás era definitivo. Ya lo habían decidido hacía tiempo.
Ahora lo tenían prisionero y el pueblo no se había amotinado. No hay que olvidar que todo esto sucedía en Jerusalén, capital de Judea y Jesús era considerado un
galileo. Las rivalidades interétnicas, inter comarcales, internacionalidades o
cualquiera de estas “inter” de grado medio, apasionan más que cualquier criterio
justo de orden superior. Continúan siendo actuales estos fanatismos que
condicionan la justicia, por mucho que digan que es ciega.
2.– Convenía revestir la maniobra de cierta legalidad, de aquí que convocaran al
Sanedrín. Se reunía este en salas situadas en el Santuario del Templo, lejos del
patio de los gentiles, fuera también del ámbito del “Santo de los Santos”. Lo señalo
para que nos demos cuenta de las humillaciones a las que fue sometido Jesús.
3.– Había sufrido la huida de los suyos y la traición del apasionado Pedro. Ahora era
espectáculo callejero. El trayecto pudo durar algo más de un cuarto de hora. La
esperpéntica audiencia no menos de media. Toman la decisión estratégica de
enviarlo al gobernador. Nada importaba que su autoridad fuese considerada tirano
dominio de la impía Roma. El odio ahoga muchos criterios adversos, cuando uno
quiere salirse con la suya.
4.– Pilatos despreciaba a los judíos, era un simple funcionario destinado para
mantener el orden tal como lo quería el gobierno de la Ciudad de Roma. Este
gobierno tampoco sentía ninguna simpatía por un pueblo rebelde y levantisco,
amén de fronterizo. El oficial militar y gobernado, residía comúnmente junto al mar,
el clima de Cesarea, sus brisas suavizaban las adversas temperaturas de Jerusalén.
Pero durante las fiestas de Pascua peligraba la calma ciudadana y debía estar
próximo a los posibles lugares de motines de fanáticos. Acostumbraba a residir
junto al Templo, en una fortaleza, cuartel o palacio, que llamaban Torre Antonia.
Pero si le molestaba la algarabía del populacho o el hedor de los miles de animales
que se sacrificaban durante la Pascua, convirtiendo la atmosfera en la propia de un
pestilente matadero. Podía refugiarse en el Palacio de Herodes, situado a poca
distancia.
5.– Un reo que no fuera posible terrorista le importaba un bledo, molestaba su
deseada placidez, pero, en este caso, no pudo escurrir el bulto. Quienes se lo traían
le irritaban más que las moscas y mosquitos que se metían por todas partes. Su
obligación era juzgarlo. Quería acabar pronto, pero el reo era un pelma. Contestaba
con sentencias que él abominaba. Él era un militar, ni un filósofo, ni un
jurisconsulto, pese a servir a una cultura que se distinguía entre todas por la
importancia que daba a las leyes. Prefería más castigar si era necesario a un
soldado, que dialogar con un sabiondo y esto es lo que creía era este desgraciado
judío. Le cuchichean que no lo es del todo, que en realidad es galileo y que sobre él
tiene jurisdicción el reyezuelo Herodes, que precisamente está en la ciudad. Pues
que a él le conduzcan. Nuevo traslado, nueva humillación pública. Herodes no
esperaba tenerlo tan fácil. Le había llamado zorro y ahora sabría quién era él. Pero
antes de vengarse quería humillarlo, máxime cuando no se había dignado dirigirle
la palabra.
6.– Bofetadas, disfraces, casco de espinas a manera de corona imperial. Duelen los
golpes, pero a veces daña más la injuria, la humillación, el escarnio de quien se siente superior, siendo en realidad un fantoche. Todos sabréis, mis queridos
jóvenes lectores, que algún alumno sometido al bullying ha preferido suicidarse a
aguantar la mofa de sus compañeros. Ser juzgado y condenado por un inferior, un
rey títere e hijo de rey déspota y verdugo totalitario, era insoportable. Duraría poco
rato el encuentro, pero el daño espiritual atenazaría sus entrañas.
7.–Vuelta a Pilatos. Gobernador que trata de no gobernar y salirse por la tangente.
Imposibilidad de conseguirlo. Que le azoten, a ver si se calma el populacho. Los
soldados estaban acostumbrados a estos quehaceres, que interrumpían la
monotonía de sus guardias. Jugaban a dados y como dado de juegos sangrientos le
tratan. La flagelación romana equivalía a muerte en vida. A unos les torturaba un
animal, a otros soldados de baja categoría. Para azotar no se necesitaba tener
oficio, todos sabían hacerlo.
8.– No tienen suficiente, pues esta horda abyecta continúa exigiendo y protestando
astutamente. Pues que le crucifiquen y le dejen tranquilo de una vez. Algo le
remuerde en la conciencia. Más que remorderle, le fastidia. Su lenguaje, no es
insolente, pero tampoco temeroso y huidizo como le correspondía expresarse a un
reo común. Amén de la intervención de su esposa y de su apelación a sueños.
Ahora bien, no podía retroceder, estaba él prisionero de su misma autoridad. Que
se lo lleven de una vez.
9.– Teme ahora al reo, la superstición no era ajena a los romanos. Quiere hacer
algo por él. Manda que le dejen ir al patíbulo vestido, que no pase por la
humillación de ir entre las gentes mostrando su desnudez. Y que le acompañen
otros condenados. Con una sola maniobra se desentenderá de otros dos y no se
notará tanto su villanía.
7.– Yo no sé, mis queridos jóvenes lectores si habéis visto una cámara de ejecución.
Yo vi una en una ocasión, en el mismo Israel. Vi el camastro donde pasaban las
últimas horas, por entre rejas podían ver los condenados la soga con la que a ellos
les iban a colgar, el recorrido que les tocaría hacer, la viga de la que les colgarían.
No se me ha olvidado nunca.
8.– Jesús fue ejecutado, no ocultamente, sino entre el gentío que no tenía otro
entretenimiento que observar el espectáculo. Murió desnudo, desprovisto de
cualquier propiedad. Totalmente pobre. Hasta sus pocos vestidos se los habían
jugado a dados. A su alrededor todo era odio y sarcasmo. Todo su cuerpo era dolor.
Dolor traumático y dolor de los nervios y músculos agredidos. Veía a su Madre, veía
a otras mujeres que con su presencia trataban de consolar y disminuir su dolor.
9.– ¿Su Padre, donde estaba? Su misión ¿debía cumplirse así? Si tal era su
voluntad, aunque como hombre no la entendiese, como Dios la aceptaba. Ni olvidó
a su Madre, ni a su discípulo amado, ni al malhechor arrepentido que a su lado
estaba. Murió. En el sepulcro fue enterrado su cuerpo cargado con nuestros
pecados. 10.– Os propongo que, como nosotros hacemos, reunidos en torno a una cruz
desnuda, dos toscos troncos cruzados, os acerquéis consciente cada uno de sus
culpas que haya escrito en un papelito, pongáis la frente en la cruz, queméis en un
braserito el papel y a continuación granito de incienso. Se quemara el papel y
perfumara la aromática resina al calor de las brasas. Pecado y adoración. Pecador y
Dios. Arrepentimiento y ofrecimiento redentor. Todo unido. Antes de marchar os
daréis cuenta de que del papel no queda nada, pero que la estancia está
perfumada.Por grande que sea el pecado, por inmensa la cantidad de pecadores, el
valor de la Cruz supera todas las maldades y limpia a quien le reconoce y adora.
Silencio
NOCHE DE PASCUA
LA HOMILIA MÁS JOVEN
NOCHE DE PASCUA Por Pedrojosé Ynaraja
1.– Habréis sabido, mis queridos jóvenes lectores, que con frecuencia y cierta
asiduidad, se convocan cursillos o jornadas de reajuste de labores, de notificación
de normas que han cambiado o de presentación de nuevos programas informáticos.
Los tales acostumbran a ser rápidos y densos. Hace pocos días me encontré con un
matrimonio que se habían trasladado al hotel cercano a la iglesia donde sirvo, para
seguir un curso de cuántica y sanación. Sinceramente no estoy seguro de que el
título fuera exactamente este, pero por lo menos algo muy parecido. Quienes me lo
explicaban no partían de cero. Ambos eran universitarios, ciencias naturales él,
sicología clínica ella. Ante mi asombro respecto al enunciado, me dijeron ellos que
lo mismo sentían, pero que les era preciso progresar en sus responsabilidades. Sé
de otros que les encierran en una casa de campo para ponerles al corriente de la
marcha de la empresa, de los proyectos y de las nuevas responsabilidades que
deben aceptar. Y, evidentemente, las conferencias ni son cortas, ni pocas. Día y
noche con poco descanso y nula diversión.
2.– Y este proceder es aceptado sin rechistar, conscientes de que es necesario para
el progreso profesional y personal. Con semejante ánimo debéis asistir a la vela de
Pascua. Se trata de un apretado cursillo de Fe. Virtud humana y divina, mejorable
siempre. Durante mucho tiempo, nos reuníamos al atardecer, sensibles a noticias
de otros tiempos y lugares, pero no extranjeros a nuestra idiosincrasia, y asábamos
en las brasas de madera de encina, corderos enteros, previamente desollados, claro
está. Los consumimos alegremente, alrededor de la hoguera todavía encendida, sin
romper ningún hueso, según la tradición judía, qu todavía siguen al pie de la letra
los samaritanos. 3.– La noche se había echado encima cuando nos dirigíamos a la iglesia, pero sin
entrar. Todo estaba a oscuras. Como un mundo sin Fe. Es preciso experimentar la
total oscuridad, para reconocer el valor de la luz. (por diversas circunstancias,
ahora no es posible ni permitido hacerlo y ¡Oh! Desfachatez, me diría un liturgista,
si le contase como lo hacemos hoy en día. Ahora bien a vosotros que os tengo
confianza, os lo voy a referir, por si os es útil)
4.– Nos encontramos en la iglesia, cerca de la puerta, pero dentro. Cumplimos así
con la prohibición de encender fuego cerca de un bosque. Todo está totalmente a
oscuras. Permanecemos en silencio sepulcral un buen rato. Delante de donde estoy
yo, hemos puesto un recipiente grande, antiguo, severo y elegante. Contiene
alcohol. Se enciende el fuego. La llama a penas luce, pero algo vemos y nos vemos
un poco. El mundo primitivo.
5.– Bendiciones oportunas, encendido el cirio pascual y los cirios que cada uno ha
traído y se va comunicando de uno a otro las llamitas. Ahora la luz de la cera es de
tono cálido y los ánimos jocosos. El solemne cirio pascual es símbolo de Jesucristo.
Merece un elogio. El texto es el único de la liturgia latina en el que el estilo de la
narración se atreve a ser bucólico. Cera, abejas, lucero… los rostros de todos
fácilmente se tornan sonrientes. Dios está con nosotros.
6.– Hay que esperar al domingo. Como quien espera en una oficina o en una tienda
a que llegue la hora de abrir, nos entretenemos en leer relatos instructivos, otros
solemnes cantos de adoración, recuerdos históricos…. Se intercalan oraciones e
himnos. Nos lo pasamos bien casi todos. Los niños generalmente se duermen.
Preciosa escena.
7.– Llega el momento. El evangelio proclama: ha resucitado. Todos aplaudimos con
emoción. (Os confieso, mis queridos jóvenes lectores, que yo mismo, ahora casi
lloro recordándolo. Al oír la fantástica noticia, alguien ha aumentado la iluminación
del recinto. Todo ha cambiado).
8.– Invocación a los santos. Pocos somos los de esta asamblea, pero ahora nos
damos cuenta de que espiritual, pero realmente, están presentes con nosotros
personas de gran magnitud espiritual. Sabemos algo de algunos y nos complace
más invocarlos. La iglesia, ahora lo sabemos, está repleta de santidad. Agua
bendecida ahora, bautismos a veces. Siempre proclamación solemne de nuestra Fe.
(Os confieso y a nadie se lo contéis que en alguna ocasión, antes de continuar,
alguien se me ha acercado y me ha dicho al oído. Por favor, permíteme confesar
mis pecados, que hoy quiero comulgar. Dar la absolución en estas circunstancias es
gran falta litúrgica, pero he querido cometerla y no me confesado después por ello)
.
Nos vamos hacia el altar que se rodea de ofrendas. Útiles para la liturgia. Favor
para los pobres. Obsequio para el presbítero que preside y sirve a la comunidad de
fieles.
Flores. Eucaristía.
Comunión.
Final de la liturgia latina e inicio de liturgia social. Las madres de familia nos ofrecen
variados dulces, desde torrijas hasta galletas y pasteles. Caramelos y refrescos.
Pero sin excesos. Que reine la alegría sobria, que a ningún pobre, doquiera esté,
ofenda.
9.– No os he escrito hoy, mis queridos jóvenes lectores, un mensaje. He querido
compartir con vosotros gozosas experiencias. Sé que cuando me encuentro a
alguien que tal vez se ha alejado de la Iglesia, a pesar de ello, siempre me
recuerda, por muchos años que hayan pasado, la felicidad con la que vivió la
Pascua. Y que la añora. Desearía que lo que os he explicado os ayudara al gozo de
la Pascua de hoy y vuestra. Pedidlo también a Dios para mí, os lo digo
sinceramente.
DOMINGO DE PASCUA
LA HOMILÍA MÁS JOVEN
LAS MUJERES DE PASCUA Por Pedrojosé Ynaraja
1.– Vuelvo a recordaros lo que el otro día os advertí. Los buenos protagonistas de
los días que estamos celebrando, los mejores, las mejores, debería afirmar en
femenino, fueron mujeres. Lo dice explícitamente el texto de Mateo. “Había allí
muchas mujeres mirando desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde
Galilea para servirle. Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de
Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo”. (Mt 27,55). (Que conste
que no olvido ni a Juan, ni a Nicodemo, ni a José de Arimatea)
2.– Además de las citadas, no hay que olvidar a las que a su paso, camino del
suplicio, le lloraron y Jesús trató de consolar, agradeciendo su gesto: “Hijas de
Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos”. (Lc
23,28). Añádase, aunque no se diga explícitamente, que fueran mujeres, aquellas
que “le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero él, después de probarlo, no
quiso beberlo” Mt27, 32). Evidentemente, su Madre, María de Nazaret, no se separó
de Él tampoco. Los varones se escabulleron, se arrepintió Pedro, dieron la cara ante
Pilatos José y Nicodemo y se retiraron discretamente después.
2.– El oficial romano, reconoció que algo muy superior había en Él, pero no dejó de
cumplir las órdenes de sus superiores. El buen ladrón, a su manera, también le
acompañó. Ahora bien, si se había acompañado el Señor de Apóstoles y Discípulos,
nos recuerda Lucas que también iban “algunas mujeres que habían sido curadas de
espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana
y otras muchas que les servían con sus bienes.(Lc 8,1).
3.– Sus bienes no se les habían acabado el día que murió el Señor. La Ley exigía
que se recogieran y no trabajaran en absoluto durante la Pascua, pero no impedía
que pensaran y decidieran por ellas mismas. Habían quedado insatisfechas de las
labores de limpieza, abrigo delicado del Cuerpo y del lugar donde le habían
enterrado. Habían obrado con dignidad y generosidad los dos varones ilustres, pero
la elegancia espiritual les exigía algo más: debían completar el perfumado del lienzo
que era reconocimiento de la grandeza del Maestro que delicadamente las había
escogido.
4.– Los relatos evangélicos dicen unos que fueron varias las que muy de mañana se
acercaron al sepulcro a cumplir con lo que habían decidido y acabar el cometido de
embalsamar del todo el precioso Cuerpo. Juan se detiene contándonos el proceder
de una de ellas, la predilecta: María la de Mágdala. Impresionante relato. Marta de
Betania había sido la que pronunció el primer Credo, como os recordaba al
comentar el evangelio de la resurrección de su hermano Lázaro. Aquí es la
Magdalena la que es nombrada primera Apóstola de los Apóstoles, ¡anda ya! ¿Quién
da más? Sea quien fuera la primera en el tiempo, el caso es que los iniciales
testigos fueron mujeres, nadie lo duda. Ellas a las que la Ley por el hecho de ser
mujeres, nos les concedía crédito. Paradoja del Maestro. No error de cálculo. Los
demás discípulos varones, permanecían discretamente escondidos y temerosos.
Tampoco les dieron crédito. Quisieron comprobarlo.
5.– La audacia en este caso, como en tantos, corresponde a las mujeres, no lo
olvidemos y en cualquiera de ellas, de las que nos encontremos, hablemos o
intimemos, nunca olvidemos que además de su innata dignidad humana, hay que
añadir el cariño que Jesús tuvo con algunas de ellas. A lo mejor continúa obrando
Dios de idéntica manera y prueba de ello sean tantas confidencias que la Madre del
Señor ha depositado en La Salette, Lourdes o Fátima, por citar algún reciente
ejemplo.
6.– A vosotras hoy, mis queridas jóvenes lectoras, va especialmente dirigido mi
mensaje. Acordaos de mí y solicitad para mí al Señor Resucitado, que celebre y
viva una buena y feliz Pascua, como para vosotras también os deseo. Yo por mi
parte, os imagino y quiero, como recomienda Pablo: “a las jóvenes, como a
hermanas, con toda pureza”. (I Tm 5,2)
––
pedrojosé ynaraja díaz