VIERNES SANTO. CICLO A
QUÉ HACEMOS CON
TANTO SUFRIMIENTO.
En todas las épocas, pero particularmente hoy y
puntualmente en nuestro país el sufrimiento desde diversos frentes y en todas
las instancias sociales y situaciones humanas está comprometiendo el sentido de
la existencia y la dignidad de vivir. El sufrimiento es una de esas
experiencias, que por su hondura ahogan la palabra y dejan en silencio al
sufriente porque rompe toda lógica y destruye las pretendidas explicaciones o
defensas razonables, como es el caso de las víctimas de la violencia.
Es paradójico que el sufrimiento no sirva para responder
sino para preguntar incluso a Dios murmurando por sus actuaciones cuando lo
involucramos con el mal; pero a pesar de todo Dios responde como es el caso de
la cruz y la resurrección.
Una sociedad que se quiere construir no en la roca de los
valores sino en el terreno movedizo de la ambición, el relativismo, el egoísmo,
el materialismo, el engaño, con tendencia a todo lo ilegal sin darse por
enterada de sus propias inequidades o relativizando su mentalidad corrupta; es
apenas lógico que multiplica sus sufrimientos
Nunca antes habíamos visto progresos tan importantes en
campos como la medicina y las comunicaciones, pero igualmente no ha sido poco
el sufrimiento con las nuevas enfermedades, la falta de sentido y gusto por la
vida; o la soledad a pesar de la facilidad de las comunicaciones. Las pérdidas
en lo afectivo traen mayor sufrimiento que muchas enfermedades. No es menos el
sufrimiento que entraña la culpa de hacer daño a alguien, jugar con la vida
humana o no haber hecho el debido bien. Habrá mayor sufrimiento que alguien se
encuentre deprimido o que sus nervios le hagan sentir como real situaciones que
no lo son; en la depresión se juntan el sufrimiento y la pérdida del sentido o
la esperanza de la vida. El peso del sufrimiento lo sentimos en la vida diaria
por las dificultades de relación entre las parejas, en familia o la convivencia
ciudadana. ¡No es poco el sufrimiento que tenemos al caer siempre en las mismas
faltas u otras que aparecen cuando menos pensamos y de las que no teníamos
noticia anteriormente! Las tensiones no resueltas y las situaciones pasadas de
nuestra historia son fuente de indecibles sufrimientos. Una historia sin sanar crea muchos
sufrimientos, los suficientes para no permitirnos ser felices, rechazar el
pasado y empañar el futuro.
Las realidades que impiden lograr los ideales también
producen frustraciones y tensiones. Cuando al correr de los años comenzamos a
darnos cuenta de la desproporción que existe en los esfuerzos y los logros podemos
caer en un desánimo que puede empequeñecer la vida. Puede llegar un momento en
que el tiempo que ha corrido de la vida y lo poco que falta de vivir, se puede
llenar de cansancios existenciales por ineficacia acumulada. Una carencia
prolongada de salud nos golpea la dignidad. No podemos pasar por alto un
sufrimiento socialmente nuestro la violencia y la inseguridad de la tierra, la
corrupción privada y pública, el desconcierto con la política, por sus
desaciertos éticos. Una fuente de sufrimiento que abarca todas las instancias
sociales es la carencia de paz y propuestas mal planteadas donde se invisibilidad
las víctimas y ganan el partido los victimarios por tener el gobierno como
árbitro a su favor.
En los últimos tiempos se suman más fieles que sufren por
la iglesia en relación al comportamiento inmoral de algunos de sus miembros,
que va en aumento, con secuelas difíciles de sanar y explicar al pueblo de
Dios. La sociedad no sabe ni ha tenido una explicación de como
se dejó polarizar la iglesia a nombre de la paz, perdiendo credibilidad para lo
que constituye su misión: la reconciliación. Hoy la iglesia debe reconciliarse
al interior, por ejemplo, en sus presbiterios para poder luego reconciliar la
sociedad, y ante todo, la familia; sin esperar que quienes la polarizaron la
vaya a reconciliar, como tampoco lo podrán hacer con la sociedad.
El sufrimiento social es transversal a nuestra vida
personal, ahondando el sufrimiento. El sufrimiento sin la vida del Espíritu que
ofrece el Siervo de Yahveh, Jesucristo crucificado y Resucitado, difícilmente
tiene sentido. Según uno esté enraizado
se puede dar sentido al sufrimiento.
PABLO Y EL
SUFRIMIENTO HUMANO.
Pablo incorpora un himno cristológico a su Carta a los
Filipenses (2,6-11), que aprendió después de su conversión. No se limita a
citarlo; lo hace suyo, lo inserta en el contexto, marcándolo con su sello
personal. Así presenta el papel central de Cristo en la historia de la
salvación y su condición de modelo supremo del cristiano en todo y para todo (1,13-23;
2,6-11; 3,7-11; 4,13).
-Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús
-el cual, a pesar de su condición divina, no hizo alarde
de ser igual a Dios;
-sino que se vació de sí y tomó la condición de esclavo,
-haciéndose semejante a los hombres
-y mostrándose en figura humana se humillo,
-se hizo obediente hasta la muerte y una muerte en cruz
-Por eso Dios lo exaltó y le confirió un título superior
a todo título,
-para que, ante el título de Jesús, toda rodilla se doble
en el cielo, la tierra y el abismo,
-y toda lengua confiese para gloria de Dios-Padre:
¡Jesucristo es el Señor!
Entonces filipenses es “El libro acerca de la experiencia
de la cruz como fortaleza, gozo y sentido de todo sufrimiento humano. A Pablo
el crucificado resucitado en su interior por el bautismo lo hizo humilde y
compasivo; de un judío crucificado por la ley pasó a un creyente crucificado
con Cristo.
EL SIERVO DE
YAHVEH Y NUESTROS SUFRIMIENTOS.
“Siervo y servir” son términos relativos a la persona que
sirve o a quien se le sirve. Para San Agustín como el hombre no puede amar a
Dios, Dios se contenta con que quiera al hermano. En este texto el servicio
tiene una relación con Dios (mi siervo quien me sirve) y está en relación con
el servicio de Abraham, Josué y David; a Job lo llama Yahveh “mi servidor”. El
Siervo es “un hombre de dolores.” Pero que “no gritará, no subirá el tono”,
será solidario con los más humildes: “Mi Señor me ha dado una palabra de
iniciado para poder decir al abatido una palabra de aliento”. (Is 50,4). El Siervo sabe sufrir sin traición y hace “su
misión “sin taparse el rostro ante los ultrajes”. El Siervo asume libremente la
responsabilidad de la culpa de otros poniendo su vida como medio de salvación.
Job luego de poner su sufrimiento en manos de Dios, se convirtió en mediador de
sus falsos amigos. Elifaz, Bildad,
Sobar y Elihú. Si alguien se interesa por los otros
debe asumir en primera persona la responsabilidad de los otros. Esta nueva
forma de mirar los sufrimientos requiere “una conversión”. Los sufrimientos
mirados desde la cruz producen paz; de ahí la imagen del crucificado en paz.
Así Dios transforma la vida de sufrimiento que deja el pecado en una vida
reconciliada. El dolor une al Siervo de Yahveh, produciendo solidaridad con los
que sufren y en general con los hermanos, configurando una comunión, comunidad,
desde la compasión con el hermano que sufre. Es una respuesta razonable más que
racional y aceptable por Dios en un don suyo que es la fe.
JESUCRISTO-
SIERVO CRUCIFICADO- INESPERADO
Para el Siervo la aceptación no es fatalismo ni tiene que
ver con la resignación, con decirle al que sufre “pobrecito”, o con la
murmuración. Son opciones más cercanas a la cultura griega que a la cruz. Nosotros somos griegos por naturaleza, pero
como creyentes somos hijos de Dios; para los creyentes la historia así sea de
dolor, es asumida por el Siervo, Jesucristo crucificado, y dirigida a la
resurrección. La resurrección es el máximo amor de Dios en el sufrimiento
porque lo transforma desde dentro por el perdón. El psicólogo Jung decía que
“nada puede ser transformado si primero no es aceptado.” Una responsabilidad con el sufrimiento es su
apoyo en la cruz y resurrección del señor. Los orientales dicen que el ojo
derecho es para ver lo que debemos hacer y el izquierdo, es para estar atentos,
darnos cuenta de reojo por dónde va Dios.
No es del todo cierto que el sufrimiento en sí mismo nos
madura y ayuda en la vida; cuando el amor de la cruz no ha estado unido al
sufrimiento éste va acumulando resentimientos. Amor y sufrimiento están unidos
por lo afectivo. Hace parte del seguimiento de Jesús saber que nos sentimos
amados por un crucificado. Seguimos a un crucificado que, como el grano de
trigo tiene que transformarse para dar fruto en abundancia.
La Palara y la liturgia son el memorial de la cruz,
sufrimiento y resurrección de Jesús, donde siempre podemos recordarle a Dios
nuestros sufrimientos y los de nuestros hermanos hasta que llegue el momento de
su sanación.
EL SENTIDO
DEPENDE DE LA CRUZ
Dar sentido al sufrimiento depende de la relación
personal que tengamos con el Siervo de Yahveh, Jesucristo muerto y resucitado;
pero si separamos el crucificado de nuestro sufrimiento no sabemos y
desconocemos la palabra y la consolación de Dios en él. Si el sufrimiento busca
solo explicarse no humaniza y nos destruye, impidiendo que por la cruz nos haga más personas y creyentes.
Que nos hubiese ocurrido si Jesús acepta la invitación de
los sumos sacerdotes, letrados y senadores cuando se burlaban de él diciendo:
“SALVÓ A OTROS, Y ÉL NO SE PUEDE SALVAR. SI ES REY DE ISRAEL QUE BAJE AHORA DE
LA CRUZ Y CREEREMOS EN ÉL. SE HA FIADO DE DIOS: QUE LO LIBRE SI ES QUE LO AMA;
PUES HA DICHO QUE ES HIJO DE DIOS” (Mt 27,42-43). Hubiésemos sido víctimas
fatales de todos nuestros males y de sus sufrimientos; por el contrario,
tomando la cruz de cada día podemos seguir a Jesús, dándole sentido a nuestro
sufrimiento y el de los demás; como el mejor efecto y la consecuencia más
grande de la muerte y resurrección de Jesús; que nos permite como a Job pasar
del sufrimiento a ser mediadores de paz y reconciliación.
Dios necesita de los que sufren para salvar al mundo. Las
personas o los pueblos que sufren llevan en peso la historia de la salvación y
son portadores de la paz. La salvación está en manos de las víctimas, en manos
de los que vienen de la gran tribulación, diría el Apocalipsis. Desde la muerte
del Siervo (Jesucristo) en la cruz nadie podrá morir solo, bien sea en su
pecado o en su sufrimiento. De ahí el deber del culto cristiano y la
evangelización de tener en cuenta en la liturgia; memorial permanente, de la
muerte de Jesús como esperanza (resurrección y cielo) a los que se sufren como
víctimas o victimarios arrepentidos. “la obediencia hasta la muerte en cruz”
incluyó para Pablo sus persecuciones, tribulaciones, cárcel, heridas para
acreditar su apostolado (Flp 1,12-14; 2Cor 6,8). El vaciarse de Jesús fue para
que Dios creciera en él; el vaciarse de Pablo fue para que el espíritu lo
transformara en creyente ¡Gracias al Siervo de Yahveh que con su muerte y
resurrección nos confirma que esto va a ocurrir también en nosotros!
LA CRUZ ES CUERPO
A CUERPO
La total libertad del Siervo muerto y resucitado se
manifiesta en el don de su cuerpo en la cruz y la eucaristía. La fe requiere de
la máxima expresión en el cuerpo que es la comunidad. Después de Yahveh tender
a Job; este dijo: “He conocido a Dios en mi propia carne”. La expresión
corporal de la cruz la hace más humana; y por tanto cercana a nosotros. Desde
que Juan dijo en el prólogo: “la palabra se hizo carne y habitó en nosotros”
(Encarnación) se estaba estableciendo que todas la raíces y expresiones de la
fe son necesariamente corporales como los sacramentos y las obras de
Misericordia: “dar de comer al hambriento, acompañar al enfermo, vestir al que
carece de abrigo, visitar a quien ha perdido la libertad y hospedar al que no
tiene techo”. Es por el cuerpo por donde pasa el sufrimiento y nos encontramos
con la cruz; como también desde donde damos testimonio de la resurrección: “lo
que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, que contemplaron y palparon
nuestras manos, es nuestra tierra: la palabra de vida” (Jn.
1,1).
Cuando adoramos y besamos la cruz nos ponemos de rodillas
haciendo memoria con estos gestos corporales de que la cruz está enraizada en
nuestro cuerpo más que colgada como adorno.
Cuando comprendemos en la fe que las angustias del Siervo
están en su cuerpo por nosotros, nos movemos a confesar nuestras culpas como
creyentes.
EL SUFRIMIENTO Y
EL SILENCIO
El siervo de Yahveh, desde la cruz, antes de buscar
explicaciones razonables o espirituales se queda en silencio; también María en
la situación límite que vive, la muerte de su Hijo. A ejemplo del Siervo la
primera actitud frente al sufrimiento propio y ajeno es callarnos. Pero el
sufrimiento que origina silencio debe ser iluminado por la Palabra del Siervo,
quien nos da sentido al silencio que impone el sufrimiento. La palabra del
Siervo es eficaz por ser la Palabra de un crucificado; palabra de Dios a los
que sufren. En el sufrimiento el silencio y la palabra son inseparables; tal
como ocurre en momentos culmen del amor, ocurre también con el sufrimiento del
crucificado que nos ama en y desde la cruz. Lo importante es saber conciliar el
silencio y la Palabra en las situaciones límites del sufrimiento, con nuestra
mirada puesta en la cruz gloriosa del señor resucitado.