II Domingo de Pascua, Ciclo A

 

ENCUENTROS

 

Padre Pedrojosé Ynaraja

 

1.- Durante los domingos que siguen a Pascua, la Resurrección del Señor, las lecturas litúrgicas se referirán a los encuentros del Señor con los Apóstoles, lo que con ellos habló y lo que a ellos les encomendó. Pero no fueron exclusivamente estas las reuniones en las que participó con los que en Él confiaban. Si hubieran sido las únicas, el devenir del grupito de los 12, las mujeres y los discípulos, se hubiera convertido en una secta, o hubiera sido necesario que actuara sectariamente para poder subsistir. En los Hechos de los Apóstoles 13, 30 se refiere a otras, sin detallar apenas circunstancias y contenidos y San Pablo en su primera carta a los corintios (15,5) recuerda que en una ocasión los reunidos eran 500.

 

2.- Os hago esta advertencia, mis queridos jóvenes lectores, para que ya desde ahora, al inicio del tiempo pascual, tengáis muy en cuenta que las enseñanzas del Señor en su época histórica, el testimonio que con su pasión dio y su proceder en todo momento, siempre fueron lo más opuesto a una secta de iniciados, aunque las autoridades tanto judías como romanas así lo pudieran imaginar. Ciertamente que se precisaba prudencia para reunirse, pero no eran encuentros de grupito uniforme y apelmazado. Existía comunión, pero no total identidad. No nos ocultan los textos sagrados las diferencias que entre unos y otros pudo haber. Ahora bien no se exigió “disciplina de voto de partido” que excluyera a quien no pensara total y homogéneamente como el núcleo de los pastores de la comunidad, que ni siquiera tenía nombre. Muy luego, en Antioquia, se empezó a llamarle cristianos. Anteriormente se limitaban a definirse como seguidores del camino. Más aun, ni entre los que presidían existía unanimidad. Comunión sí, vuelvo a repetirlo.

 

3.- El Amor era la máxima exigencia. La comunidad inicial pedía explicaciones a Pedro por su comportamiento las relaciones que hubiera podido tener con personas que no eran judías, o respecto a su comportamiento en el terreno de la circuncisión etc. Y el pescador de Galilea, metido a pescador de hombres y roca de asentamiento, no se enojará. Pero lo que sí era evidente, era el deseo de descubrir y obrar de acuerdo con lo que el Señor había indicado. En ningún momento se quiso “inventar” conductas, o hablar de ideas que no estuvieran de acuerdo con lo que el Señor hubiera enseñado y encomendado.

 

4.- Perdonadme, mis queridos jóvenes lectores, que os haya insistido en ello. Algunos hoy en día dicen que la Iglesia debe adaptarse a los tiempos actuales, cambiar de conducta y de discurso, queriéndole dar lecciones al Señor. Es mucho atrevimiento. Es erróneo, por muy “políticamente correcto” que pueda parecer. Y de esto que os estoy hablando tengo buen conocimiento. A mi lado han surgido algunos que con astucia han logrado adeptos: la juventud de hoy en día piensa así, dicen para justificar sus teorías. Ahora esto no te lo admitirá nadie, dirán otros. Han logrado éxitos momentáneos, para hundirse en fracasos u olvidos posteriores.

 

5.- En el encuentro de hoy, el que nos refiere el texto evangélico de este domingo, el Maestro les recuerda su cruel e injusta Pasión, mostrándoles las cicatrices que aún conserva. Pese a haber resucitado, deben saber ellos que su camino, el de ellos, debe semejarse al de ÉL. Habla de paz. No de pactos, tratados o armisticios. No de tantas pretensiones que hoy en día tienen y exigen muchos políticos. La paz es un valor supremo de convivencia y existencia. Muchas otras cosas que inquietan a tantos, por mucho que apasionen, son secundarias, o de mediano valor.

 

6.- No se presenta como protagonista exclusivo. En su Divinidad, humana y resucitada, están implicados el Padre y el Espíritu. No pueden olvidar esta dimensión tan original de nuestra Fe. Menciona el pecado, los pecados más bien. Para librar a la humanidad de esta pandemia espiritual, vino y sufrió. Venció, pero el triunfo debe permanecer y ellos y los suyos que les sucedan, serán los encargados y responsables de administrar el perdón. No es un privilegio que les otorgue categoría social o espiritual, es un deber. Y el pecador, todos los pecadores, los de culpas y tropiezos de cualquier género, debe atenerse a ello. No se tratará de un obrar despótico. Ya les había advertido de la clemencia que debía gobernar sus actuaciones. Ahora bien, nadie está autorizado a imaginar y pretender seguir senderos de propio y orgulloso trazado personal, que Dios no ha garantizado. La Iglesia, explícita o implícitamente lo llevará a cabo.

 

7.- Recapacito, ahora que vuelvo a leer el texto, que me he alargado en prolegómenos y no me he referido a Tomás, el “apóstol científico” que le llamo yo. El anecdótico protagonista, segundo figurante. El que quiere progresar sometiendo las tesis al laboratorio de las experiencias sensoriales. Tiene gracia. Ignora lo que los sentidos son muy capaces de engañar. La Fe está muy por encima de tales instrumentos de análisis, pero pienso que, si habéis llegado a leerme hasta aquí, mis queridos jóvenes lectores, es suficiente. En otros momentos os volveréis a encontrar con el episodio y os detendréis en ello.