TERCER DOMINGO DE PASCUA
(Ciclo A)
Lecturas bíblicas:
Abrimos nuestra Biblia y buscamos:
a.- a.- Hch. 2, 14. 22-33: No era posible que la muerte
dominará a Jesús
b.- 1Pe. 1, 17-21: Habéis sido redimidos con la sangre de
Cristo.
c.- Lc. 24, 13-35: Los discípulos de Emaús. Le reconocieron
al partir el pan.
Esquema
1.- Invocación al Espíritu Santo para que sea ÉL quien ore
en nosotros: Ven Espíritu Santo…
2.- Acto Penitencial: Pedimos perdón al Señor, antes de
escuchar su Palabra, de todo lo que nos ha impedido orar durante esta semana.
Perdón Señor….
3.- Oración colecta: Que tu
pueblo exulte siempre al verse renovado y rejuvenecido en el espíritu; y que la
alegría de haber recobrado la adopción filial afiance su esperanza de resucitar
gloriosamente. Por Jesucristo.
4.- Lectio divina:
a.- ¿Qué dice el texto? Leemos el Evangelio del próximo
Domingo.
- “Y resulta que aquel mismo día, dos de ellos iban de
camino a una aldea cuyo nombre [era] Emaús, distante de Jerusalén sesenta
estadios, e iban conversando entre ellos sobre todos estos acontecimientos.”
(Lc.24, 13- 15)
El
evangelio nos presenta el encuentro de Jesús con los dos discípulos de Emaús
(vv.13-27). Los dos caminantes van a Emaús, no conocemos el motivo de su viaje,
se supone que se alojaban allí, por no haber sitio en Jerusalén con motivo de
las fiestas pascuales. Mientras caminan conversaban sobre los últimos
acontecimientos ocurridos en la ciudad. Mientras discuten y comentan se les
acerca otro caminante como ellos que va en la mis dirección. Era Jesús
resucitado, con cuerpo glorioso, pero no lo reconocieron, como la Magdalena
(cfr. Jn. 20,14-15). El autor sagrado con esta idea de cuerpo glorioso nos
quiere enseñar que el alma pervive en el sheol, pero también la materia, de
alguna forma tiene un lugar en la gloria final. San Pablo se pregunta ¿cómo
será esa resurrección de los muerto? (cfr. 1Cor. 15, 35), inquietud que todavía
no tiene respuesta. Otra interrelación que proporciona Lucas a sus lectores es
que comprendan que Jesús resucitado camina a su lado, aunque no sean capaces de
reconocerle. Sus ojos se lo impedían, velos divinos que coloca Dios, en ciertos
casos para revelar, más tarde, algo muy importante (cfr. Lc. 9,45). La
conversación continúa con este extraño, que ellos creen ser otro peregrino que
vuelve de celebrar las fiestas de Pascua en Jerusalén. No comprenden que su
dolor no lo sientan otros peregrinos, o al menos no esté al tanto de lo que
acaba de suceder en la ciudad. Cleofas, que así se llamaba uno de ellos, se extraña que este caminante no esté al
tanto de la pasión de Jesús de Nazaret; por ello le hace un resumen de la
actividad del Maestro, “poderoso en palabras y obras delante de Dios y de los
hombres” (v. 19). El resumen hecho por Cleofás, corresponde a lo descrito por
Lucas en su evangelio, palabras dichas por Jesús de sí mismo (cfr. Lc. 4,16-30
y 13,31-35) y las dichas a la gente (cfr. Lc. 7,15; 9,8; 9,18-19). Fue
entregado en mano de los sumos sacerdotes que lo mataron, siguiendo la idea del
autor del evangelio, que ve en los líderes de Israel, a los responsables
directos de su muerte. Confiaban en el poder de Jesús para expulsar a los
romanos de su tierra, como cumplimento material de las profecías antiguas (cfr.
Jr. 14, 8; Zac. 1,68-79). Todo había terminado para ellos, puesto que ya habían
pasado tres días, no había esperanza que resucitara, aunque todavía estén
presentes las palabras de Jesús al respecto (cfr. Lc. 9, 22; 13, 32-33; 24, 7).
Han tenido noticias, que por esa mañana de domingo, algunas mujeres anunciaban
a los apóstoles que la tumba estaba vacía, que cuando volvieron unos ángeles
les anunciaron que Jesús vivía. Lucas, no señala que las mujeres vieran a
Jesús, en oposición a lo que señala el apóstol Juan (cfr. 20,11-18), lo que
manifiesta las distinta versiones de lo sucedido una vez enterrado Jesús en el
sepulcro. Todas estas palabras no recobraron la esperanza en estos dos
peregrinos, necesitaban ver para convencerse de algunos los hechos; lo
paradojal es que tienen ahí, ante sus ojos, al protagonista de todo, a Jesús
vivo pero no lo ven. No somos capaces de imaginar la frustración que padecen
estos discípulos, al no ver hechas realidad las palabras de Jesús. Escuchado el
relato de Cleofás, toma la palabra el caminante: les reprocha su ignorancia a
la hora de interpretar las Escrituras, como el ángel cuando les anuncia a las
mujeres sus palabras (cfr. Lc. 24, 6-8; Is. 3,8). También aquí encontramos una
desilusión de parte de Jesús respecto a los discípulos, por no ser capaces con
la razón y el corazón, es decir, ni corazón ni sentimientos, de interpretar los
acontecimientos no sólo de las palabras que creyeron de Jesús, sino una
profundidad en su fe en el contenido de las mismas. El caminante les hace una
pregunta: “¿No era necesario que el Cristo padeciera eso para entrar en su
gloria?” (v. 26). Era preciso que el Mesías
padeciera, es una necesidad teológica, manifestación de la voluntad
divina, aviso que también recibieron las mujeres en el sepulcro. La gloria que
Jesús recibirá se refiere a su majestad o autoridad, preanunciada en la
transfiguración y en su regreso del Padre al final de los tiempos (cfr. Lc.
9,31-32; 21,27). Esa gloria Jesús la recibe del Padre, a cuyo lado se sentaría
y cuya manifestación estaba por llegar (cfr. Sal. 110,1; 21, 27); lo paradojal
es que a esa gloria ingresaría por medio de su muerte, lo que no querían sus
enemigos. Luego de esto Jesús les explica las Escrituras, comenzando por Moisés
y siguiendo por los profetas en lo que se refería a ÉL. ¿Qué textos les
explicó? No lo sabemos con certeza, pero se piensa que pudo ser los Salmos
(cfr. 118,22; 110,1) y alguno de los profetas (cfr. Is. 53,12), textos que se
atribuyen al descendiente de David en clave mesiánica. A pesar de todas estas manifestaciones los
discípulos permanecen sin ver a Jesús resucitado.
- “Y cuando llegaron cerca de la aldea adonde se
encaminaban, él hizo como que iba de camino hasta más adelante, 29 pero le
obligaron, diciendo: «Quédate con nosotros, pues está atardeciendo y ya se ha
ido el día» (Lc.24,28-29).
Revelación
durante la comida (vv. 28-32). Llegados a Emaus, Jesús pretende seguir, no
impone su presencia, el interés de los discípulos ha ido en aumento y quieren
que permanezca con ellos. La tarde ya caía y el camino podía ser peligroso por
los bandoleros, pero no podemos dejar de pensar que Jesús deseaba permanecer
por lo que accede a su invitación. Además de considerar la hospitalidad,
característica propia de oriente, Lucas, considera muy importantes las comidas
de Jesús con los suyos porque en ellas instruye a los apóstoles, en clave
eucarística (cfr. Gn. 18, 2-5; 19, 2-3). Pensando en el banquete escatológico
judío los cristianos creyeron en la idea que la parusía de Jesús, su regreso
sería en el contexto de una cena. Si Jesús come, es porque eso le afecta su
cuerpo, no es un pneuma, un espíritu; con esta actitud, se desecha la idea que
sea un ángel, se refleja su corporalidad nueva como Resucitado (cfr. 1Jn. 1,
1-2). Sentado a la mesa se convierte en el protagonista de este pasaje y el
pan: lo toma, “pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando” (v. 30).
Todavía el caminante no se identifica, pero su palabra lo convierte en
autoridad moral y sus conocimientos demostrados lo hacen merecedor de presidir
la mesa. Los ritos que Jesús realiza son comunes a otras cenas en que ha
participado (cfr. Lc. 9,6; 22, 19; 24, 43; Jn. 21, 9-13) tanto como anfitrión o
como invitado. Una segunda lectura de esta cena es que el evangelista esté
pensando en la hospitalidad que pueden dar los cristianos a los misioneros
itinerarios. Son ellos los llamados a extender el reino de Dios por medio de la
hospitalidad y la celebración de la Eucaristía, convencidos en que Jesús está
en medio de ellos. No basta la explicación de las Escrituras, ahora es
necesario el encuentro personal con Jesucristo en la Eucaristía, es Dios Padre
quien abre los ojos para que el discípulo o catecúmeno vea. Una vez que tienen
la noticia que vive ya no es necesaria su presencia visible, les basta la fe.
- “Y levantándose, a aquella misma hora, se volvieron a
Jerusalén, y encontraron reunidos a los Once y a los [que andaban] con
ellos, diciendo: «Realmente resucitó el
Señor, y se dejó ver de Simón». Y ellos referían lo [ocurrido] en el camino, y
cómo se les dio a conocer en la fracción del pan. (Lc.23, 33-35).
La
reacción de los discípulos y regreso a Jerusalén (vv. 33-35). No les extraña
que Jesús desaparezca, pero si reconocen que ese forastero era muy especial, ya
saben quién es, hablan entre ellos y sus intuiciones se formulan en una
pregunta: ¿no ardían nuestros corazones mientras caminábamos a su lado? Era la
emoción que les quemaba por dentro de las explicaciones de la Escritura que le
escuchaban a ÉL. La única vertiente que encuentra esta experiencia es ser
comunicada a los demás, quieren que sus compañeros participen de ella. Regresan
a Jerusalén, pero se encuentran con que también ellos, Pedro, en particular,
han tenido la visita de Jesús. Se cumplen las palabras de las mujeres, la tumba
estaba vacía, el cuerpo no está ahí, porque ha resucitado; era lo que tenían
que haber sabido leer en las Escrituras, pero que ahora se ha revelado con toda
nitidez.
b.- Meditación. ¿Qué
me dice? - ¿Qué palabra o hecho de este evangelio me habla al corazón? Escoge
tu texto o versículo y da razón de tu elección.
- “Oh insensatos y tardos de
corazón para creer todo lo que dijeron los profetas” (v.25). Además del
reproche, hay una invitación a confiar en las Escrituras.
-
“Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan…” (v.30). Confiados los discípulos en
el caminante, Jesús parte el pan, y se produce la revelación: Jesús está vivo,
resucitado.
- Otros testimonios…
c.- Oración. ¿Qué le digo al Señor Jesús a propósito de
este texto? Escoge una palabra con la que inicias tu oración personal.
d.- Contemplación y acción. ¿A qué me compromete este
evangelio?
Me comprometo a vivir la Eucaristía,
como encuentro con Jesús Resucitado.
5.- Relectura bíblica que hace S. Teresa de Jesús de este
pasaje evangélico: “Y a tanto llegaba esta
dificultad de entender los dichos de Dios como convenía, que hasta sus mismos
discípulos que con el habían andado, estaban engañados; cual eran aquellos dos
que después de su muerte iban al castillo de Emaús, tristes, desconfiados y
diciendo (Lc. 24,21): Nosotros esperábamos que había de redimir a Israel, y
entendiendo ellos también que había de ser la redención y señorío temporal. A
los cuales, apareciendo Cristo nuestro Redentor, reprendió de insipientes y
pesados y rudos de corazón para creer las cosas que habían dicho los profetas
(Lc. 24, 25)” (2S 19, 9).
6.- Adoración y Alabanza: Te alabamos Señor.
- Te adoramos
Padre, por tu Hijo resucitado, vida nuestra. Te adoramos Señor.
- Te
alabamos Padre por el testimonio de los discípulos de Emaús. Te alabamos Señor.
- Te
alabamos Padre por regalarnos la Eucaristía para saciar nuestra hambre de ti.
Te alabamos Señor.
- Te
alabamos Padre desde los que no comparten nuestra fe en la Resurrección. Te lo
pedimos Señor.
- Otras alabanzas…
7.- Preces: Te lo pedimos Señor.
- Te
pedimos Padre por tu Iglesia para que celebre la Eucaristía, como fuente de
vida del Resucitado, te lo pedimos Señor.
- Te
pedimos Padre, por el Papa y todos los cristianos para que alimentados de la
palabra de los profetas y del evangelio conozcan mejor al resucitado. Te lo
pedimos Señor.
- Te
pedimos Padre, por todos los enfermos para que llevados sus dolores con
paciencia cristiana, se unan a Jesús crucificado descubran también al
Cristo resucitado. Te lo pedimos Señor.
Otras preces…
8.- Padre Nuestro
9.- Abrazo de la paz
10.- Bendición final.
“Buscad leyendo y hallaréis meditando; llamad orando y
abriros contemplando” (S. Juan de la Cruz)