PASCUA-
DOMINGO III A
(30-abril-2017)
Jorge Humberto Peláez S.J.
La
Eucaristía como lugar de encuentro con el Señor resucitado
ü Lecturas:
o
Hechos de los Apóstoles
2, 14. 22-33
o
I Carta de san Pedro 1,
17-21
o
Lucas 24, 13-35
ü Un
director de cine tiene éxito en la medida en que logre crear unos personajes
con los cuales se sientan identificados amplios sectores del público, que ve
reflejados en ellos sus temores, ilusiones, rabias. A veces, esta
identificación entre el público y los personajes creados por el director llega
a tales extremos, que los actores que representan a los malos de la película son insultados y hasta agredidos cuando
alguien los reconoce en un restaurante o en los centros comerciales.
ü Pues
bien, este relato de los discípulos de Emaús tiene esta característica que
acabamos de describir. Nos sentimos identificados con el drama humano y
espiritual que viven. Desde hace dos mil años, innumerables cristianos que han
leído este texto han exclamado: ¡Yo he vivido algo semejante! Los discípulos de
Emaús recorren un itinerario de fe que es común a millones de seres humanos:
búsqueda; hallazgo aparente que termina diluyéndose ante la contundencia de los
acontecimientos; escepticismo; encuentro con la trascendencia que, en un primer
momento, no se percibe así; relectura de los acontecimientos y su
resignificación; apertura al misterio. Los discípulos de Emaús recorrieron la totalidad
del camino. Infortunadamente, muchos peregrinos de la verdad y de la búsqueda
de sentido quedan a mitad del camino…
ü Una
lectura cuidadosa de este inspirado texto nos invita a profundizar en él como si
fuera un drama en tres actos:
o
El primer Acto podría
llamarse Historia de una desilusión.
o
El segundo Acto podría
llamarse El diálogo como instrumento de
clarificación y resignificación.
o
El tercer Acto podría
llamarse La Eucaristía como lugar de
encuentro.
ü Veamos
cómo se desarrolla el primer Acto, Historia
de una desilusión. Estos dos amigos, hombres sencillos y piadosos, habían
sido cautivados por Jesús, ese profeta que recorría Judea y Galilea, hablando como nadie lo había
hecho hasta entonces, curando enfermedades y transformando la vida de los
excluidos. Estos hombres sencillos se habían llenado de ilusión, y creyeron que
con Él vendrían tiempos mejores. Todas estas ilusiones se derrumbaron el
Viernes Santo, cuando Jesús fue crucificado en medio de dos ladrones.
ü Esta
búsqueda de luz y sentido es compartida por millones de seres humanos. En la
cultura contemporánea, aparece una oferta infinita de paraísos que ofrecen
felicidad. Los mercaderes de ilusiones atrapan a muchos incautos que esperan
encontrar un camino que les produzca satisfacción y que responda a sus
expectativas más hondas, pero al final
sólo encuentran destrucción y, muchas veces, la muerte. Los medios de
comunicación registran las historias de estos ingenuos que terminaron en manos
de los traficantes de personas, o en grupos religiosos fanáticos, o destruidos
por la droga, o vinculados a movimientos armados. El evangelista Lucas nos dice
que entre ellos “contaban todo lo que había sucedido” Este primer Acto es breve
y nos sirve de ubicación.
ü Al
segundo Acto lo hemos llamado El diálogo
como instrumento de clarificación y resignificación. Se inicia con la
entrada en escena de un tercer personaje, que se convertirá en el protagonista
central. Se trata del Señor resucitado, pero ellos no lo reconocen. Este
encuentro, aparentemente casual pero querido por el Señor, se inicia con una pregunta que detona en los
interlocutores una intensa catarsis o desahogo: “¿De qué cosas vienen hablando,
tan llenos de tristeza?”. Esta catarsis o desahogo tiene dos momentos,
claramente diferenciados en el texto: En el primero de ellos, los discípulos de
Emaús expresan su dolor: cómo valoraban a Jesús, lo que le hicieron los sumos
sacerdotes y los jefes, las expectativas que ellos tenían, los rumores que
habían circulado sobre su resurrección; en el segundo momento, el resucitado hace una relectura de los acontecimientos y les explica los textos de la Escritura
referentes al Mesías.
ü En
este segundo Acto del drama vivido por los discípulos de Emaús, es muy
interesante contrastar las dos lecturas o versiones de los acontecimientos: Una
cosa es leer los hechos del Viernes Santo en una perspectiva simplemente
humana, donde lo sucedido habla de un estruendoso fracaso; y otra cosa muy
diferente es leerlos desde el plan de Dios. Cuando revisamos el itinerario espiritual que cada uno de nosotros
ha recorrido, podemos identificar situaciones que, en su momento, interpretamos
como fracasos pero que después comprendimos que nos ayudaron a madurar como
personas y como creyentes. Algo semejante experimentaron los discípulos de Emaús
quienes, gracias al diálogo con el Señor resucitado, resignificaron el aparente
fracaso de la crucifixión, y se abrieron a una realidad nueva.
ü Vayamos
ahora al tercer Acto de este drama, que hemos titulado La Eucaristía como lugar de encuentro. Este tercer Acto se inicia
cuando Él aparentó ir más lejos, y los discípulos le hicieron esta hermosa
invitación: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer”.
ü El
texto del evangelista Lucas nos presenta un escenario eucarístico, en el que
los tres se sientan a la mesa: “Cuando estaban a la mesa, tomó un pan,
pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los
ojos y lo reconocieron”. El diálogo sostenido con Jesús mientras caminaban es
lo que llamamos, en la celebración de la Misa, liturgia de la Palabra. Ellos escucharon la Palabra del Señor,
quien les explicó cómo era el plan de Dios, que tenía una lógica diferente a
los acontecimientos humanos. Cuando se sientan a la mesa, se inicia la segunda parte del rito, la liturgia eucarística. El sentido pleno
de los acontecimientos se les manifiesta en el momento en que el Señor bendice
y parte el pan. Así pues, para los discípulos de Emaús, como para los
cristianos de todos los tiempos, la Eucaristía es el clímax del encuentro con
el Señor resucitado. En ese momento, entendieron los acontecimientos vividos. Lo que había
sido interpretado como el fracaso de un hermoso proyecto, fue comprendido como
el comienzo de una nuevo capitulo en la historia de salvación.
ü El
itinerario espiritual de los discípulos de Emaús se asemeja a nuestra historia espiritual.
Como ellos, nos hemos sentido perdidos; como ellos, hemos creído que el camino
no conducía a ninguna parte; como ellos, el Señor se ha unido a nuestro
peregrinar pero no lo hemos reconocido. Que los sentimientos no bloqueen
nuestra capacidad de reflexión. Abramos nuestras mentes y corazones a la
interpelación del Espíritu que nos habla de muchas maneras. Sentémonos a la
mesa eucarística, no como una obligación, sino como la oportunidad más hermosa
para encontrarnos con el Señor resucitado.