LA PASCUA DEL
SEÑOR, CICLO A
(Romanos 6:3-11;
Mateo 28:1-10)
Pom, pom, pom, pom. Todos nosotros hemos oído el redoble de tambor.
Se usa a menudo en la anticipación de un momento de crisis. En los
concursos antes de anunciar el ganador se hace el redoble de tambor con gran
efecto. En el Evangelio según San Mateo el temblor sirve como redoble de
tambor. Fija la atención primero a la muerte de Jesús en la cruz,
entonces a su resurrección. Cuando las dos mujeres llegan al sepulcro, el
temblor indica que algo tremendo está sucediendo.
El sepulcro que fue tapado con la piedra ya queda abierto. No se ve
nada adentro. Es prueba de lo que el ángel va a proclamar. Jesús,
un solo hombre, “’ha resucitado’”. La proclamación es completamente
única. Es cierto que algunos como Elías estuvieron tomados al cielo por
su fidelidad. Pero ellos no murieron. También es la verdad que
Jesús mismo resucitó a varias personas de la muerte. Pero ellos
hubieron de morir de nuevo. En el caso de la resurrección de Jesús, él
estaba muerto pero ya vive para siempre. Tenemos que preguntar: ¿de qué
consiste la resurrección de la muerte?
El cuerpo de Jesús fue mutilado en la experiencia horrífica de la
crucifixión. Se puede imaginar el disgusto que crea la vista de un cuerpo
azotado, clavado en una cruz, y dejado de sufrir por horas. En una
pintura famosa de la crucifixión el cuerpo de Jesús tiene un matiz verde por el
drenaje de su sangre. Pero después de su resurrección no hay ninguna
mención de la mutilación más que las heridas en sus manos, pies, y
costado. De hecho parece que tiene un cuerpo tan robusto que sus
discípulos tengan dificultad reconocerlo. Se puede decir que su cuerpo ha
sido transformado de cosa física a cosa eterna. No sólo no va a morir de
nuevo sino también no va a sufrir más.
Jesús cumplió la voluntad de Dios Padre tan nítidamente que ya
experimente la gloria. Esto es beneficio grandísimo para Jesús, por
supuesto. Pero también es buena noticia para nosotros. Jesús ha prometido
que aquellos que lleven su cruz detrás de él experimentarán su gloria.
Por eso, podemos estar seguros que nuestro destino es tener cuerpos
transformados también. En la gloria no van a sufrir ni el desgaste con
edad ni la corrupción de enfermedad. Más bien tendrán para siempre la
fuerza de atletas y la belleza de modelos. No importa que increíble suene
este destino. El poder de Dios es más grande que la imaginación del
hombre.
La aparición de Jesús a las mujeres en el evangelio hoy no menciona cómo
se mira su cuerpo, pero da alguna idea de sus modos. Amenamente saluda a
las dos que están espantadas por el temblor y la presencia del ángel. Les
dice Jesús: “’No tengan miedo’” para calmar sus corazones palpitantes.
Entonces les deja un mandato. Ellas han de decir a sus “hermanos” que
vayan a Galilea para verlo. (Fijémonos por un momento en el significado
de esta frase. Indica que no sólo han sido perdonados por haber
abandonado a Jesús en el huerto, sino también que han sido elevados a ser sus
“hermanos” e hijos de Dios Padre.)
La misión de las mujeres se dará a los discípulos-hermanos en
Galilea. Allá Jesús les dirá que vayan y enseñen a todos. Nosotros
hemos recibido tanto la misión como la enseñanza. Pues nos contamos a
nosotros como los hermanos y hermanas de Jesús. Ya tenemos que anunciar
por vidas llenas de servicio y resplendentes con gozo que Jesús ha
resucitado. No importa quién sea o qué haya hecho la persona que
encontremos. Jesús murió por todos.
Uno de los símbolos para la resurrección de Jesús que se ha visto en los
años recientes es la mariposa. Como la oruga se transforma en una
mariposa por medio del capullo, el cuerpo de Jesús muerto en un sepulcro de
transforma en un ser eternamente vivo. Pero la mariposa morirá mientras
Jesús vive para siempre. Realmente no hay nada como la resurrección de
Jesús. Es un evento único aunque se repetirá para todos sus hermanos al
final de los tiempos. La resurrección se repetirá para sus hermanos al
final de los tiempos.