QUINTO DOMINGO DE
CUARESMA, CICLO A
(Ezequiel
37:12-14; Romanos 8:8-11; Juan 11:1-45)
Todos los funerales son tristes. Pero algunos son más tristes que
otros. Cuando muere una persona relativamente joven, las lágrimas
queman. Cuando el Presidente John Kennedy fue asesinado a cuarenta y seis
años, el mundo entero lloró. Probablemente Lázaro en la historia
evangélica hoy también murió joven. Dice que todo el mundo aun Jesús
lloró delante de su sepulcro. Pero no por mucho tiempo. Pues Jesús
es “la resurrección y la vida”.
Cuando Marta dice a Jesús que Lázaro “’resucitará en la resurrección del
último día’”, ella expresa la débil fe de muchos nosotros. Pensamos en la
resurrección como una realidad tan remota que no importe ahora. A lo
mejor por esta razón mucha gente hoy en día prefiere que sus cadáveres sean
incinerados cuando mueran. No apreciamos suficientemente que Jesús es la
resurrección. En él no hay la muerte. Aquellos que aparentemente
han pasado de nosotros todavía están con nosotros en Jesús. Podemos
hablar con ellos, pedirles perdón por las veces en que les ofendimos, y
solicitarles la intercesión ante el Santísimo.
Como prueba de su poder sobre la muerte Jesús llama a Lázaro de su
sepulcro. Anteriormente en este mismo Evangelio según San Juan Jesús dijo
de sí mismo: “’Va a llegar la hora en que todos los muertos oirán su voz y
saldrán de las tumbas’” (Juan 5,28-29). Ya muestra cómo habló con
verdad. Al escuchar a Jesús Lázaro emerge del lugar. Lleva los
lienzos de la muerte intactos porque va a tener uso de ellos en el
futuro. Sólo en el último día cuando se levanten todos los muertos se
puede descartar todo este aparato.
Dice la gente que Jesús amó a Lázaro. El amor consiste en desear lo
mejor para el otro. Pero sabemos que el amor práctico va más allá de
buenos deseos a obras beneficiosas. Por eso, Jesús lo resucita de la
muerte. Porque nos ama a nosotros, podemos esperar que nos llame de
nuestros sepulcros también. Pero tenemos que preguntar: ¿por qué Jesús
demoró los dos días para visitar a Lázaro cuando se enteró de que estaba
gravemente enfermo? ¿Hay cosa más grande que la vida física?
Sí, la vida espiritual -- es decir la fe en Dios como nuestro protector
-- vale más que la vida física. Jesús quiere estimular esta vida de la fe
en Lázaro y sus compañeros. Con la fe se puede aguantar las experiencias
más amargas. Durante el tiempo de los comunistas en Rusia los ciudadanos
fueron agrupados regularmente para escuchar charlas sobre los méritos del
“ateísmo científico”. En una tal ocasión todos los campesinos de una
aldea incluyendo el sacerdote ortodoxo tuvieron que pararse delante de su
iglesia. Entonces el comisario político les dio un discurso acerca de las
fantasías de la religión por una hora. Cuando terminó, el comisario dijo
al sacerdote que tendría cinco minutos para refutar su posición. El
sacerdote se acercó al político y le dijo: “No necesito cinco minutos”.
Entonces se volvió a los aldeanos y les dijo: “¡Cristo ha resucitado! “
Todo el mundo replicó en una voz como es la costumbre de los ortodoxos en la
liturgia: “¡De veras, ha resucitado!” Y el sacerdote regresó a su lugar entre
la gente.
Jesús dice a Marta: “’…todo el que todavía está vivo y cree en mí, no
morirá jamás’”. Quiere decir que la vida de la fe es más fuerte que la
muerte y sus aliados. Una vez que abracemos esta fe, estamos libres de
las afrentas de la vida, y la muerte se haga en el umbral de la
felicidad. Deberíamos añadir que la fe en Cristo consiste de la
aceptación de su palabra de modo que hagamos obras de amor.
Se llama la Santa Comunión “comida para el
viaje”. Nos da el acompañamiento de Jesús para el viaje de la vida y el
viaje de la muerte. En la vida la Santa Comunión nos mueve a mantener la
fe con obras de amor. En la muerte nos coloca ante el Santísimo.