III Domingo de
Pascua, Ciclo A
LA FUERZA DEL
CORAZÓN
Padre Pedrojosé Ynaraja
1.- La mayoría de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, habrá
participado en alguna reunión multitudinaria. Yo también. Recuerdo
especialmente las JMJ de Madrid, a las que asistí no como joven, que no lo era,
sino como sacerdote-periodista, que he dedicado mi vida, y Dios me lo ha facilitado, a la ayuda de la juventud. Las
estadísticas hablaron de más de dos millones de asistentes y me sentí muy
satisfecho de haber podido asistir a un tal acontecimiento. Algo semejante me
ha ocurrido estando en Roma y concelebrando con miles de sacerdotes. No lo
olvidaré nunca.
2.- Me pregunto, y quisiera que también os lo preguntaseis vosotros
¿gracias a estas multitudinarias reuniones ha crecido mucho la Fe personal de
cada uno de vosotros y se ha modificado, convertido, vuestra vida? Vosotros, más
que yo seguramente, sentís necesidad y gusto de encontraros en lugares,
reuniones, asambleas, donde asisten muchas personas con los que nos podemos
identificar, que suponemos piensan como nosotros. Ahora bien ¿su numerosa
compañía refuerza nuestro convencimiento? Preguntaos con radical sinceridad:
¿si no hubierais podido asistir, creéis que vuestra Fe y vuestro deseo de que
se extienda el Reino, y vosotros participéis en ello, haya más paz y justicia
en el mundo, se llenen los corazones de amor y felicidad, hubieran disminuido?
¿Es la asistencia a tales actos, instrumento eficaz de conversión y
crecimiento, o su único valor reside en que la cantidad de asistentes os sirva
para presentarla a los demás, a los que no han asistido, y reforzar vuestra
satisfacción y presumir de ello?
3.- El hecho histórico de mayor valor, la Resurrección redentora de Jesús
el Cristo, no se anunció al principio a multitudes convocadas. El Señor conocía
tales encuentros, los había experimentado en su vida histórica por tierras galileas.
Su mensaje de salvación y paz, el contenido del Sermón de la montaña, lo había
proclamado a muchedumbres que con Él pasaron días escuchándole. Ahora en
cambio, comunicar, confiar, encomendar su difusión, el Señor lo confió a muy
pocos.
4.- Se nos dice que primero fue María la de Mágdala,
posteriormente a dos de ellas, el evangelio que proclamamos este domingo, nos
habla de dos únicos compañeros de camino. La primera persona apóstol fue una
mujer al amanecer del precioso día.
5.- Al atardecer del maravilloso acontecimiento de su Resurrección, la
primera Fracción ritual del Pan, aquella que le identifica ante los suyos,
aquel precioso proceder, se hace en un domicilio familiar, con la asistencia de
unos pocos. Y los dos mejor dotados, no van corriendo al Templo de Jerusalén,
allí donde se enseñaba a muchos. No fueron a ofrecer su discurso a las
multitudes reunidas con motivo del Pesaj en sus
atrios No fueron a encontrarse con unos pocos y les dijeron entusiasmados lo
que habían visto y compartido.
6.- El episodio de Emaús es el más encantador relato de entre todos los
que a la Pascua se refieren. Digo encantador, no afirmo que fuera el de
contenido más profundo y rico. Cleofás y su acompañante anónimo caminan
afligidos. No se encierran en su desánimo. No apartan al Entrometido que quiere
compartir inicialmente, después consolar. Hoy en día si nos los encontráramos y
se adaptaran a nuestro lenguaje, seguramente que nos dirían que fue, sin
buscarlo, una sesión de terapia, del mejor sicólogo que haya existido. Ardía su
corazón al escucharle, pero en el preciso momento en que se les confiaba, no
eran capaces de comprenderle. Siglos más tarde Blaise Pascal dirá: El corazón
tiene razones que la razón no entiende… la grandeza de un hombre consiste en
saber reconocer su propia pequeñez…
7.- No sabemos con exactitud donde estuvo Emaús. Tres lugares diferentes
se lo atribuyen. Pese a que he conocido y visitado los dos que con más
probabilidad pudieron serlo, os confío que no me preocupa su autenticidad. Os
estoy escribiendo, mis queridos jóvenes lectores, al poco de volver de una
caminata con unos cuantos compañeros. A uno y otro lado del sendero, de las
ramas de las encinas que poblaban el bosque, colgaban sus humildes flores
masculinas. Lo observaba yo sin interés al principio, pero no he querido
olvidarlo, formaban parte las de hoy y las de aquella Pascua, del mismo
decorado. Me he detenido un momento y he fotografiado un anónimo racimo. No me
faltaba más que poner, confiar, ofrecer, algo del mensaje que les confió el
Señor. He procurado ser fiel.
8.- Os pido, mis queridos jóvenes lectores, que no ambicionéis acudir a
todas las jornadas, asambleas, congresos, convenciones o cualquier clase de
reuniones que por el ancho mundo se convocan. Más bien convertid vuestros
contactos, preparados o imprevistos, en un Camino de Emaús. Y así arderá
vuestro corazón entusiasmado y contagiaréis vuestro gozo a los que tal vez sin
proclamarlo a los cuatro vientos, viven desilusionados y afligidos. En otro
lugar de este mismo espacio virtual he hecho mención de las apariciones del
Señor, los encuentros con sus más íntimos, (De paso os digo que seguramente el
Cleofás este de hoy, era primo del Señor, pero con el que no había tenido
contacto personal. No así su madre, que estuvo al pie de la cruz, acompañando y
consolando a la madre del Señor ¡sublime ocupación la de consolar a Santa
María!)
9.- A lo que iba. San Pablo recuerda que Jesús se apareció a más de quinientos, no obstante ser tantos, no se nos dice cuantos se convirtieron, cuantos evangelizaron, cuantos sufrieron martirio. (I Cor 15,6). No os afanéis por los números. Nuestro propósito no debe ser nunca superar en asistencia a los que acuden a festivales musicales o estadios de futbol. Vuelvo a recordaros que caminos de Emaús hay muchos. No olvidéis escoger alguno que resulte tan provechoso y gozoso como el que nos cuenta el evangelio de la misa de hoy.