III DOMINGO DE PASCUA   (A)  (Lucas, 24, 13-35)

¡Jesús, compañero de camino, ilumina nuestra mente y que arda nuestro corazón! 

 

Tomás y los de Emaus


- El pasado Domingo veíamos la incredulidad empecinada de Tomás que exigía ver y tocar para creer. Desgraciadamente, no es una conducta aislada o insólita la del incrédulo Tomás. Los cristianos caemos en ella con más frecuencia de lo que podemos sospechar. Podíamos decir que lo hacemos… ¡cada vez que, a las exigencias de la Fe, oponemos nuestra lógica y los razonamientos humanos!

- En el caso de los otros discípulos de Emaus, - que nos cita San Lucas - no hay esa actitud tan terca para no creer pero,  a ellos también se les ha venido abajo la Fe después de lo ocurrido. ¡Están hundidos, desesperanzados! Y es que, cuando falla la Fe, se viene también abajo la Esperanza.

 “Nosotros esperábamos.....” ¡Ya no esperan!

   Es lo que nos puede ocurrir a nosotros si, determinados acontecimientos, nos sorprenden con una Fe débil. ¡Que también pueden resentir nuestra Esperanza!

Jesús, se hace el encontradizo.

- La escena del encuentro de Jesús con los discípulos - narrada por San Lucas - es conmovedora y aleccionadora.


- Jesús se hace el encontradizo sin darse, de momento, a conocer. Necesitaron para reconocerlo la palabra, la conversación  y los gestos de Jesús. Sólo entonces - dice el Evangelio - “A ellos se les abrieron los ojos y le reconocieron”

- Con esta escena evangélica se nos está mostrando a ti y a mí, el camino para salir de nuestras situaciones de prueba y de oscuridad. Es decir que, para salir de nuestros desánimos, de nuestros pesimismos y de nuestra falta de Fe y confianza en Dios, no tenemos mejor camino que el triple remedio que Cristo ofrece a los discípulos: Acercarnos a su Palabra; a la conversación con El en la oración; y a los gestos y signos que El nos ha dejado en los Sacramentos.

- ¿Dónde está el secreto de la conmoción que provocó en el mundo la vida de nuestro recordado, y ya canonizado, San Juan Pablo II? Los analistas, los psicólogos y los sociólogos, que busquen razones humanas. Nosotros sabemos que esa conmoción sólo la provoca un hombre de Dios. Esa energía proviene de su auténtico amor y fe en Jesucristo que le hizo amar al mundo y amar al hombre con el corazón de Dios.

- Pidamos con los de Emaus: “¡Quédate con nosotros, Señor, que anoche!”

                                                                                                           Guillermo Soto