«madurar la fe»
Carta de
monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
para el Quinto
Domingo de Pascua
[14 de mayo de
2017]
El texto de este domingo [Jn
4,1-12], nos presenta la partida de Jesús. La liturgia nos prepara para las
celebraciones de la Ascensión del Señor y Pentecostés. En este anuncio que
realiza Jesús se genera un diálogo con sus discípulos que es importante que
nosotros tratemos de profundizarlo. El Señor después de varios encuentros
posteriores a su Resurrección, comienza a advertirles de su partida: «En la
casa de mi Padre hay lugar para todos; si no fuera así, ya lo habría dicho; ahora
voy a prepararles ese lugar». Para llegar a ese lugar les dice que saben cuál
es el camino. Tomás con asombro le pregunta: «Pero, Señor, no sabemos a dónde
vas, ¿cómo vamos a saber el camino? Jesús les respondió: Yo soy el Camino, la
Verdad y la Vida. Nadie puede llegar hasta el Padre, sino por mí» [Jn 14, 2.5-6].
Durante el tiempo de la Pascua profundizamos en la necesidad de comprender que
para llamarnos cristianos necesitamos tener o buscar un encuentro con la
Persona de Jesucristo, muerto y resucitado. Esta experiencia de fe es
especialmente importante en este inicio del siglo XXI, sobre todo porque se va
acentuando en los grandes centros urbanos el problema del secularismo. Una
forma de ateísmo práctico que concibe la vida humana, personal y social al
margen de Dios.
En el camino de discipulado en el que queremos insistir,
tanto en este tiempo posterior a nuestro primer sínodo Diocesano, como por las
enseñanzas de Aparecida, considero fundamental que comprendamos el problema del
secularismo, ya que inevitablemente todos formamos parte de un ambiente en el
que tendemos a mimetizarnos. Por eso debemos conocer y discernir con libertad
para realizar bien nuestras opciones. Para esto nos ayuda la aclaración del
Concilio Vaticano II, en el documento Gaudium et Spes, señalando la diferencia entre «la legítima
secularización» y «el secularismo». Es importante para los laicos comprender
esta diferencia para vivir su propia vocación de transformar las realidades
temporales en sus ambientes y ser instrumentos de la evangelización de la
cultura. La legítima secularización enseñada por la Iglesia implica la
necesaria autonomía de las realidades temporales. Autonomía de las leyes
naturales y la libertad con que Dios nos ha creado. En general cuando tenemos
una enfermedad recurrimos a un médico y tomamos una medicina adecuada indicada
por la ciencia. Lamentablemente se multiplican las propuestas religiosas que no
respetan esto casi obvio de la justa autonomía de las leyes naturales, dando
lugar a una especie de proselitismo religioso que abunda en promesas de
curaciones, milagros, sanaciones que parecen más un negocio religioso y ofertas
de multiconsumo, o bien una alcancía. La Iglesia con
sabiduría acepta los milagros, pero es muy prudente y exigente para
reconocerlos. Sabemos que la evangelización no
puede ser una acción proselitista. Un discipulado que nos ayude a madurar
nuestra fe, no puede dejar de integrar el dolor, el sufrimiento, la enfermedad,
la cruz como parte del camino
pascual.
Distinta a esta justa secularización, es el secularismo,
el mayor problema a encarar en nuestro tiempo, porque desconoce a Dios, lo omite,
ni siquiera lo discute. «El olvido de Dios, fundamento último de todo valor
ético, conlleva el riesgo de alimentar en los hombres la autosuficiencia y
absolutizar el poder, el dinero la mera eficiencia o el Estado mismo» (L:P:N:E: 12).
Este domingo quiero subrayar con especial gozo la fe y
religiosidad de nuestra gente expresada en la peregrinación a Fátima, así como el
próximo domingo con la peregrinación y celebraciones de Santa Rita.
Con una profunda valoración de la piedad que tiene
nuestro pueblo seguimos profundizando en la necesidad de ahondar en el camino
de discipulado y misión, buscando que la fe en Cristo, el Señor, implique un estilo de vida y un compromiso que
nos lleve a creer, como nos enseña el Evangelio de este domingo que el Señor es
«el Camino, la Verdad y la Vida».
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas