DOMINGO
V DE PASCUA CICLO A
FE
Y JUSTICIA PARA LA PAZ.
Hay angustias que son de
crecimiento como las de la juventud; es el caso de la primera comunidad
cristiana. Al inicio la comunidad se componía de sólo judíos; ahora se requiere
la atención hacia el externo con la predicación a los samaritanos y helenistas
(judíos nacidos en el extranjero) y formados de acuerdo a una cierta cultura
griega. Ellos poseían sinagogas propias y las Escrituras la leían en griego que
era su lengua materna. Se cuidaba más a las viudas de los hebreos que a las de
los helenistas que necesitaban mejor alimentación. Desde el génesis la fe tiene
siempre que ver con la comida, en una asamblea, para la identidad, convocada
por los Doce le explicaron a la gente que “no era justo dejar el misterio de la
palabra, para dedicarse a administrar bienes” (primera lectura). Para asumir
las nuevas circunstancias sociales, “el servicio a los hermanos”, sin dividir
la comunidad entre griegos y hebreos; el Espíritu Santo inspiró: “Escojan entre
ustedes a siete hombres de buena reputación, llenos de Espíritu Santo y
sabiduría a los cuales encargaremos del servicio a las mesas. Nosotros nos
dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra”. Mientras tanto la
palabra de Dios iba cundiendo. Incluso un grupo numeroso de sacerdotes había
aceptado la fe”, Es la primera vez que se habla de la conversión de los
sacerdotes.
COMUNIDAD
Y PAZ
Un justo equilibrio y
cualificación entre el servicio de la predicación, pastoral profética y
sacramental y el de “las mesas”, pastoral social son una excelente pedagogía
para la paz por lo que significa para la construcción o reconstrucción de la
comunidad cristiana, templo del Espíritu Santo formado por los creyentes.
Quienes mantienen la alianza entre la fe y la justicia son “las piedras vivas,
que van entrando en la edificación del templo espiritual para formar un
sacerdocio santo, la comunidad, destinado a ofrecer sacrificios espirituales,
agradables a Dios, por medio de Jesucristo. Ustedes son estirpe elegida,
sacerdocio real, nación consagrada a Dios y pueblo de su propiedad, para que
proclamen las obras maravillosas que los llamó de las tinieblas a su luz
admirable” (Segunda lectura).
LA
PAZ DEL CIELO
Una comunidad como la
describe la primera carta de Pedro (segunda lectura), es un “kairós”, momento y sitio providente para construir y no
perder la paz: Los discípulos pensaban en su interior: una cosa es creer en
Dios y otra muy distinta es creer en Jesús quien había perdido la partida. “En
la casa (el corazón) de mi Padre hay muchas habitaciones (intimidad); si no
fuera así, ¿les habría dicho que me voy a preparar un sitio para ustedes?”
El problema de la muerte
de un creyente, que vive su fe en comunidad, no es tan dramático como decir: se
murió y empieza el recuerdo nostálgico; siendo otra la realidad: “Cuando me
vaya y les prepare una morada (intimidad), volveré y los llevaré conmigo, para
que donde yo esté, estén también vosotros” (la comunidad). Esto debería ser lo
último que le susurraran a uno al oído con cariño para sanar cualquier temor.
No es que ahora sepamos más bien poco del cielo sino que lo anterior es
suficiente; menos engorroso o costoso que un trasteo o hacer un testamento,
como en algunos casos para dividir la familia. El temor se vuelve confianza y
cercanía cuando la comunidad sabe por su experiencia de fe que Dios está en el
interior, lo mismo que en el interior de los demás con una vida indestructible.
El resucitado, por ser el viviente, se constituye en camino hacia el Padre.
Tomas no ve como la muerte puede expresarse en términos de paso para alcanzar una meta; porque para él la muerte es la meta y final del viaje; por eso no sabe adónde marchará Jesús; quien le explica que “Él es el camino y la verdad; dos aspectos relativos a la vida, que es el absoluto como nacimiento en el Espíritu, por el bautismo. “Que el Padre está presente en Jesús” para obrar en favor del hombre tampoco lo había entendido Felipe. Si las obras de Jesús están en favor del hombre es porque está identificado con el Padre “El que crea en mí, hará las obras que hago yo, y las hará aún mayores, porque yo me voy al Padre” (evangelio). Jesús desde su nueva condición de resucitado sigue creando en la comunidad con el solo fin de que ésta se ponga al servicio de los demás. “Cuida el Señor de aquellos que lo aman, y en su bondad confían; los salva de la muerte y en épocas de hambre los reanima” (Sal 32).