PASCUA
– DOMINGO VI A
(21-mayo-2017)
Jorge Humberto Peláez S.J.
La
comunidad apostólica, referente para nuestras comunidades
ü Lecturas:
o
Hechos de los Apóstoles
8, 5-8. 14-17
o
I Carta de san Pedro 3,
15-18
o
Juan 14, 15-21
ü Los
bautizados de todos los tiempos debemos leer una y mil veces estos relatos que
nos narran la vida de la comunidad apostólica. Allí encontraremos el modelo de
lo que deben ser las Iglesias locales dispersas por el mundo. Con el paso de los
siglos nos hemos burocratizado, y el anuncio de la Persona de Jesucristo ya no está
animado por la pasión de los primeros tiempos de la Iglesia. Ciertos sermones
en exequias y matrimonios suenan como fórmulas jurídicas y no son fuego que
irradia luz y calor. ¿Qué elementos encontramos en los textos de este VI
domingo de Pascua?
ü El
relato de los Hechos de los Apóstoles nos muestra una Iglesia en plena
expansión misionera. El apóstol Felipe se traslada a la ciudad de Samaría para
proclamar a Jesucristo, vencedor de la muerte. Sus habitantes acogieron su
anuncio, que venía respaldado por los milagros que hacía. Los evangelizadores
de hoy no curamos enfermos ni resucitamos muertos. ¿Cómo, entonces, podemos respaldar
lo que decimos? El aval viene dado por el testimonio de vida de los evangelizadores
y de las comunidades de bautizados. Allí está la clave de la credibilidad.
ü La
actividad evangelizadora de los apóstoles fue como una onda expansiva. A medida
que se iban desplazando desde el centro, que era Jerusalén, hacia la periferia,
fueron surgiendo nuevas comunidades, que eran confiadas a los obispos y
presbíteros que eran consagrados por los apóstoles.
ü El
relato de los Hechos de los Apóstoles nos dice que Pedro y Juan se trasladaron
a la naciente comunidad de Samaría, y allí oraron para que el Espíritu Santo
descendiera sobre los nuevos convertidos.
ü En
el texto que acabamos de escuchar, tomado de la I Carta de san Pedro, su autor
dibuja los trazos básicos de los anunciadores
del Evangelio:
o
El primero de ellos es la
vida interior: “Honren a Cristo como
Señor en sus corazones”. No podemos anunciar con pasión al Señor si Él no ocupa
el centro de nuestra vida interior. Por eso es importante respetar los tiempos
para este encuentro con Dios (la eucaristía, la oración, la lectura de la
Biblia, etc.), evitando caer en el frenesí del activismo que nunca encuentra la ocasión para hacer la recarga
espiritual.
o
El segundo trazo del
perfil del evangelizador es su apertura
al diálogo. Evangelizar no es pronunciar discursos ni hacer un alegato jurídico
frente a un juez. El apóstol Pedro lo expresa con precisión: “Estén siempre preparados
a responder a todo el que les pida razón
de la esperanza que ustedes tienen”. Eso es evidente en la primera comunidad
cristiana; ellos comunicaban la experiencia del resucitado. Su testimonio da
cuenta de la esperanza que los motivaba. La gente percibe inmediatamente cuándo
el evangelizador está recitando mecánicamente un guion prefabricado y cuándo
habla con el corazón.
o
El tercer trazo es la delicadeza pastoral. San Pedro
recomienda: “Háganlo con humildad y respeto”. Al llegar a este punto es
necesario reconocer que hay capítulos oscuros en la historia de la
Evangelización, particularmente aquellas circunstancias en las que el anuncio
del Evangelio estuvo acompañado por los ejércitos coloniales que llegaban a
dominar por la fuerza y apropiarse de los recursos naturales. Afortunadamente, esos
tiempos han quedado atrás y la labor evangelizadora se realiza dentro de un
profundo respeto a las diversas culturas. El Concilio Vaticano II señaló el
camino, y los documentos posteriores de la Iglesia han hecho aportes muy
significativos para iluminar este diálogo entre la fe y las culturas.
o
El cuarto trazo del
auténtico evangelizador es el testimonio
de una vida honesta y transparente: “Pórtense de tal modo que tengan
tranquila su conciencia, para que los que hablan mal de su buena conducta como
creyentes en Cristo, se avergüencen de sus propias palabras”.
o
Estos cuatro trazos del
perfil del evangelizador, formulados por Pedro a partir de su experiencia
apostólica, conservan su vigencia en la Iglesia de hoy.
ü Finalmente,
llegamos al texto del evangelista Juan, que tiene un hondo contenido trinitario. Jesús fue revelando poco a poco y con fino
sentido pedagógico, el misterio de Dios. En el texto que acabamos de escuchar,
Jesús habla mirando hacia el futuro de la Iglesia: “Yo le rogaré al Padre y Él
les enviará otro Consolador que esté siempre con ustedes, el Espíritu de
verdad”. La presencia del Espíritu en
medio de la comunidad de creyentes, a la que transforma con sus dones, abre un
nuevo capítulo en la historia de la salvación, el tiempo de la Iglesia.
ü El
Espíritu acompañará a la Iglesia hasta el fin de la historia, y no permitirá
que se aparte de su misión. Igualmente, Jesucristo resucitado continúa vivo y
presente en medio de la comunidad. “El mundo no me verá más, pero ustedes sí me
verán, porque yo permanezco vivo y ustedes también vivirán. En aquel día
entenderán que yo estoy en mi Padre, ustedes en mí y yo en ustedes”.
ü Bebamos
en las fuentes de la comunidad apostólica, que es el paradigma de la más pura experiencia
de Iglesia.