VI
Domingo de Pascua, Ciclo A
ANUNCIO
REITERADO
Padre
Pedrojosé Ynaraja
1.-
Nos llamamos cristianos y el calificativo no es equivocado. Nuestra fe
religiosa está centrada en Jesús de Nazaret, al que llamamos Cristo y
reconocemos que es Hijo de Dios. Dicho esto hay que admitir que la Fe cristiana
es más rica de lo que pudiera parecer. A la historia y enseñanzas del Señor,
van íntimamente unidas otras verdades. Íntimamente unidas y no añadidas.
2.-
El Señor Jesús, los textos litúrgicos de estos días no lo van recordando,
confió a sus íntimos, que era preciso que a su amistad añadieran la acción del
Espíritu que les iba a llegar, que Él mismo les enviaría. El Espíritu es la
ilusión de Cristo hecha Persona. Si uno de vuestros amigos siente mucha ilusión
por algo, mis queridos jóvenes lectores, os gustará tenerlo en cuenta. Le
dejaréis que os cuente sus afanes, os acordaréis de ellas al preparar un regalo
para él. Llegará un día en que os sentiréis integrados en sus búsquedas, en sus
proyectos.
3.-
La ilusión del Maestro es el Paráclito. Los discípulos lo comprendieron tarde,
pero no lo olvidaron nunca. Santa María ya vivía desde su aceptación maternal
esta riqueza. El día de Pentecostés, gozó con los asistentes. Se les había dado
entonces, lo que le había permitido a Ella ser fiel a Dios toda la vida.
4.-
El buen Felipe baja, irse de Jerusalén siempre es bajar, en el lenguaje bíblico
y en el local, aunque sea desplazarse hacia el norte e ir a montañas. El
diácono llega a Samaría. Habla a las multitudes, las entusiasma. Contagia sus
ensueños, porque a las palabras acompaña el prodigio de su Amor, les ofrece
generosamente su capacidad de curar, consecuencia del poder que les había dado
el Señor. Simultanea verdad y bien, como debe ser siempre.
(Los
políticos también hablan, prometen y aseguran. A la hora de la verdad, pocos
son leales al mensaje que lanzaban cuando pretendían tener éxito en las
elecciones).
5.-
Los Apóstoles, llamémosles obispos, se enteran y, a diferencia de tantos
dirigentes, no se enojan porque haya tomado la delantera un subordinado, un
simple diácono. No le dicen ¿con qué permiso te atreves a hacer esto? Acuden a
completar las enseñanzas dadas y que Felipe no les había trasmitido. Reconocen
el bautismo administrado en el nombre del Señor, un bautismo, pues, de
contenido minúsculo a simple vista. Habrían aceptado las enseñanzas más
sencillas, la Pasión y Muerte redentora y la Resurrección de Jesús. Les faltaba
la dimensión más espiritual y santificante, que era imprescindible. Sin ella
hubieran progresado poco. Hoy diríamos, con cierta aproximación, que recibieron
el sacramento de la Confirmación.
6.-
La segunda lectura contiene una frase que no quiero olvidéis, mis queridos
jóvenes lectores. Dice la carta de Pedro: estad siempre prontos para dar razón
de vuestra esperanza a todo él os la pidiere. Muchos hoy en día se reservan
para sí, las razones de su conducta. Dicen que no quieren exhibir su Fe.
Ocultan su compromiso cristiano, sus entregas y sus ayudas. A nadie interesan,
dicen. Pues no es este el consejo de la Escritura. Estoy pensando ahora en
aquello de “brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean
vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.
(Mt 5, 16).
7.- A
veces podéis pensar que para mejorar vuestra vida cristiana precisáis estudios.
Ir a reuniones, cursillos, o seminarios de teología. No niego su utilidad. Pero
el progreso fundamental, no es consecuencia de erudición en materia religiosa.
Jesús lo dice y repite en el fragmento del evangelio que se proclama en la misa
de hoy. “Le pediré al Padre que os dé otro defensor”. En las cátedras no lo
encontraréis, viene a decir. Se trata de que venga y habite en vosotros el Espíritu
de la Verdad. Impregnados de Él nos sentiremos unidos a Él con el Padre.
8.- Para conservar esta unión es preciso aceptar y cumplir los mandamientos dados a los antiguos que llamamos Ley del Sinaí, mejorados y renovados con las enseñanzas del Maestro, también recuerda. Obrando así recibiremos el Amor, le amaremos y se nos darán a conocer y experimentar los más sublimes misterios y esperanzas.