DOMINGO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR -  CICLO A 

LA ASCENSION ES BAJANDO.

El libro de los Hechos como el Evangelio está dedicado a Teófilo.  Antiguamente se solía dedicar el libro a algún personaje influyente que servía de mecenas. Hechos es la primera obra literaria del cristianismo primitivo. El relato de la ascensión (Hch 1,1-11) no es el epílogo del ministerio terrestre de Jesús (Lc 24,50-53) sino más bien el inicio de una Iglesia bajo el impulso del Espíritu, con Jerusalén como signo de continuidad. Si Dios permite que la Iglesia siga caminos distintos de Jerusalén, no es porque faltó a la promesa, sino que falló Israel en su fidelidad, representada en la pregunta la que responde Jesús: "¿Es ahora cuando vas a restaurar el Reino para Israel? Jesús no les responde en términos de tiempo sino en relación a lo que va a ocurrir: “cuando el Espíritu Santo descienda, tendrán fortaleza y serán testigos. hasta los confines del mundo” (primera lectura) La ascensión indica el camino que todo creyente debe seguir: “Le pido a Dios que les conceda espíritu de sabiduría y reflexión para conocerlo y Ies ilumine la mente para que comprendan cuál es la esperanza que les da su llamamiento” (Segunda lectura)

¿ASCENDER NO ES SUBIR?

Para muchos la Ascensión expresa una aspiración del corazón: Subir, ser más, tener un mejor nivel social escalando con esfuerzo peldaño por peldaño hasta culminar. La sociedad actual también como experiencia de ascensión da la posibilidad de avanzar pisando, dispersando o rezagando a otros en su propósito de ascender. Esta mala experiencia de ascensión se llama inequidad.

Puede ser que nuestro cansancio de ascender en la vida se explique por estar mirando hacia arriba de manera triunfalista; “Galileos, ¿qué hacéis ahí parados mirando al cielo?; le dicen a los discípulos y a nosotros los nuevos discípulos con la vestidura blanca de la resurrección

EL BAUTISMO ES BAJANDO

Desde la experiencia de misterio pascual en Pablo bien reconocida y aceptada por Lucas y los Hechos, “por el bautismo nos sepultamos con él en la muerte, para vivir una vida nueva, lo mismo que Cristo resucito de la muerte, por la acción gloriosa del Padre” (Rom 6,4) El bautismo implica un bajar como muerte al pecado para incluirnos en la muerte, resurrección ascensión de Jesús convirtiéndonos en hombres nuevos.

El crucificado fue Jesús y no Pablo, pero por Pablo sabemos lo que nos va a ocurrir a nosotros. Pablo experimentó una crucifixión, una muerte interior de la que nació el nuevo hombre dispuesto a servir a los demás, como signo de ascensión.

Hay otra dimensión que se deriva del bautismo; asumir el sufrimiento humano como una responsabilidad de la ascensión hacia abajo que nos enfrenta con las realidades humanas como una tarea de responsabilidad social. La ascensión tiene un nivel ético con compromisos presentes de ayudar a la ascensión de los demás por medio del servicio y la solidaridad lo cual nos permite ascender, bajando. En la Ascensión aprendemos a ser cristianos mirando al cielo, pero pisando bien la tierra. Así la Ascensión indica metas más elevadas que las prometidas por la sociedad de consumo, el relativismo, el egoísmo y el dinero.

¿EN QUE ASCENSIÓN ESTAMOS?

La gran diferencia con la ascensión de Jesús es su paso por la muerte y resurrección como condición de su ascensión; quizás subiendo más despacio, pero llevando de la mano a todos; porque si no ascendemos todos ni los que   ascendieron primero y los demás que seguirán ascendiendo inequitativamente después podrán   llegar ¿A dónde? Puede ser que al cielo; pero también puede ser que no estén interesados en el cielo. La inequidad desinteresa al hombre de las cosas más importantes de la vida: ser humano y solidario.

Un amigo le pidió a otro que, si llegaba primero al cielo, en su ascensión le contara en sueños que era el cielo, que le bastaba una palabra para saberlo. Una noche el amigo del cielo le permitió preguntarle a su amigo de la tierra te pregunto ¿qué es el cielo? El amigo le susurro en sueños desde el cielo: “Totaliter alter” (es otra cosa totalmente distinta). Si el amigo del cielo es Pablo, nos diría: El cielo es “lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que lo aman” (1 Cor 2,9).