COMPARTIENDO
EL EVANGELIO
Reflexiones
de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas
por radios de Capital y Gran Buenos Aires – ciclo 2017)
Solemnidad
de la Santísima Trinidad
Evangelio
según San Juan 3, 16-18 - ciclo A
Dijo
Jesús: “Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo
el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a
su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que
cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha
creído en el nombre del Hijo único de Dios.”
DIOS
ES NUESTRA GARANTIA
Nosotros sabemos que Dios es Uno y
Trino por la fe y porque Cristo lo ha revelado: “quien me ve a mí, ve al Padre
ya que el Padre y yo somos una misma
realidad”; Cristo nos muestra al Padre y con el Padre nos da al Espíritu Santo.
Uno puede acceder a conocer esta
realidad, en este misterio, no por el razonamiento pero sí por la fe; la fe no
es contraria a la razón, pero la razón no alcanza a ser suficiente para que
pueda abastecernos en la fe. Por eso la fe es superior a la razón, pero no la
desprecia, no la anula, al contrario la fortalece y la ilumina.
Lo que tenemos que afirmar es que el
Padre es quien genera, el Hijo es enviado por el Padre y, cumpliendo con la
misión de salvación para todos los hombres, resucitado con el Padre, nos envía
al Espíritu Santo cuya misión es estar hasta el final de los tiempos con
nosotros.
Dios no es una soledad, es una
convivencia, una comunidad, una comunión, de allí la importancia de aceptar
esta participación: Dios nos diviniza, nos deifica, nos hace partícipes,
podemos acceder al conocimiento Trinitario por medio de Cristo, que es el
camino, la verdad y la vida.
Nosotros también tenemos que hacer un
camino, un proceso, un desarrollo. El ser humano es creado a imagen y semejanza
de Dios, Cristo es perfecto y nosotros estamos en camino hacia la plenitud y la
perfección. Para entender al hombre hay que trascenderlo y acercarse a Dios.
Acercándonos a Dios y su misterio también entendemos el misterio del hombre.
La presencia de Dios nos da el respeto
a nuestros hermanos. La cercanía de Dios es la garantía para que nos tratemos
como hermanos. Que esta fuerza Trinitaria nos ayude a fortalecer las relaciones
interpersonales, los tratos, los vínculos, a fortalecerlos porque muchos de
ellos están como quebrados, cortados o rotos. Necesitamos volver a vivir en la
comunión, en el respeto, en el diálogo, en la verdad, en la justicia, en la paz
y en el amor
Les dejo mi bendición: en el Nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén