TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XI A
Fiesta
del Cuerpo y Sangre del Señor
(18-junio-2017)
Jorge Humberto Peláez S.J.
El
que come de este pan vivirá para siempre
ü Lecturas:
o Libro
del Deuteronomio 8, 2-3. 14b-16ª
o I
Carta de san Pablo a los Corintios 10, 16-17
o Juan
6, 51-58
ü En
este día, celebra la liturgia la fiesta del Cuerpo y Sangre del Señor para adorar
y agradecer este maravilloso regalo que nos dio Jesús poco antes de su pasión.
La Última Cena fue un encuentro de particular intensidad afectiva; allí el
Señor hizo las últimas recomendaciones a los Apóstoles. Consciente de que su
destino era la muerte, no quiso dejarlos solos, sino que instituyó un nuevo
tipo de presencia a través del pan de vida y el cáliz de salvación.
ü Esta
fiesta hace parte del calendario litúrgico de la Iglesia desde el año 1.264,
por decisión del Papa Urbano IV, quien pidió a Tomás de Aquino que compusiera
un himno para el Oficio Divino que se recitaba en esa festividad. Entonces
Tomás de Aquino escribió el Pange Lingua,
una joya literaria que, en nuestros tiempos, ha sido interpretada por cantantes
famosos.
ü Para
comprender la riqueza teológica de esta celebración, es conveniente empezar por
explorar el significado antropológico de comer
juntos. Para los seres humanos, consumir alimentos es una actividad que
trasciende la función puramente biológica de nutrirse para conservar la vida. Comer
juntos es un rito que nos permite fortalecer las relaciones sociales. La vida
familiar se consolida alrededor de la mesa, donde grandes y chicos comparten
sus actividades y opiniones. Es lamentable cuando el diálogo desaparece porque
cada uno de los comensales está atrapado por las redes sociales. Comiendo juntos
celebramos los aniversarios y acontecimientos importantes de la vida. Para ello
invitamos a familiares y amigos. Conscientes de la importancia de este rito de
encuentro, los anfitriones preparan cuidadosamente los alimentos y decoran la mesa.
ü Después
de esta sensibilización al valor de comer juntos, exploremos los textos
litúrgicos, empezando por el libro del Deuteronomio que hace referencia al maná. El pueblo de Dios peregrinaba por
el desierto en búsqueda de la Tierra prometida. En su larga travesía por territorios
inhóspitos, encontraron todo tipo de dificultades. Los grandes enemigos de los
que atraviesan territorios desérticos son el hambre y la sed. Los israelitas
protestaron airadamente contra Moisés, que los había sacado de Egipto. Añoraban
los tiempos de la esclavitud, cuando tenían asegurada la comida. Moisés, entonces,
hizo brotar el agua de una roca, y Yahvé los alimentaba cada día con el maná.
Este significado del maná como alimento del pueblo peregrino es retomado por la
liturgia cristiana, que considera el pan eucarístico como el alimento del nuevo
pueblo de Dios que peregrina hacia la casa de nuestro Padre común.
ü El
evangelio de Juan recoge las enseñanzas de Jesús sobre el pan de vida. Es un
texto de gran profundidad teológica que sirve de preparación para lo que será
la última Cena. “Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que
comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para
siempre”.
ü La
profundidad del misterio eucarístico es infinita. En esta meditación dominical
solamente podremos unos ofrecer unas rápidas pinceladas:
o Pensemos
en lo privilegiados que somos al ser invitados
a la mesa del Señor para escuchar su Palabra y alimentarnos de manera tan
especial: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré
el último día”. Somos invitados a la mesa más especial, ya que el anfitrión es nuestro
Señor y Salvador. Los seguidores de los grandes artistas esperan durante horas para
poder entrar a un concierto de su ídolo; y nosotros, con boletas VIP para
participar en la cena más espectacular ¡hacemos caras de aburrimiento!
o Hay
unas palabras que recitamos después de la consagración del pan y el vino que
expresan la profundidad del misterio cuyo memorial celebramos: “Cada vez que
comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta
que vuelvas”. Es como si estuviéramos junto a la cruz, en compañía de María,
las santas mujeres y el apóstol Juan.
o Las
primeras comunidades cristianas se encontraban para la fracción del pan. La
eucaristía era, y sigue siendo, el lugar por excelencia donde se vive y se fortalece
la comunidad de fe; allí escuchamos juntos la Palabra de Dios, expresamos nuestras
oraciones de alabanza, acción de gracias y petición, y nos unimos a Cristo y a nuestros
hermanos comiendo del mismo pan y bebiendo de la misma copa. Esto nos lo
recuerda san Pablo en el texto de la I Carta a los Corintios que acabamos de
escuchar.
o La importancia de la celebración de la
eucaristía en la vida de la Iglesia exige una cuidadosa preparación: los
cantos, las lecturas, la homilía. Una eucaristía celebrada dignamente convoca a
la comunidad. Una celebración descuidada ahuyenta a los fieles.
o La
comunidad apostólica reunida para la fracción del pan era profundamente solidaria
respecto a los bienes materiales. No podemos olvidar esta lección. Al regresar
a nuestras actividades cotidianas, la eucaristía debe inspirar todo lo que
hacemos y debe llevarnos a compartir lo que somos y tenemos con los hermanos, particularmente
los más pobres.
ü Que
esta fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo nos sirva para profundizar en el
significado de le eucaristía, cumbre y fuente de la vida cristiana.