COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran
Buenos Aires)
Solemnidad del Santísimo Cuerpo y
Sangre de Cristo
Evangelio según San Juan 6, 51-58 -
ciclo A
Jesús dijo a los judíos: "Yo soy
el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el
pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo". Los judíos discutían
entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su
carne?". Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne
del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que
come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el
último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera
bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así
como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de
la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo;
no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá
eternamente".
EUCARISTIA: MEMORIA VIVA
El misterio
más grande, central, la plenitud de nuestra fe es la Eucaristía; es Cristo que
se quiso quedar con nosotros bajo las especies sagradas del Pan, transformado
en su Cuerpo, y el Vino, transformado en su Sangre. El contexto es la Pasión,
la Pascua; Cristo come con los Apóstoles, se entrega a ellos y en ellos a toda
la Iglesia. Es el único sacrificio; un sacrificio que será consumado en la
cruz.
Cuantas veces
celebramos la Eucaristía, nos acercamos a Ella, participamos y la recibimos,
estamos participando del único sacrificio redentor de Jesucristo. A un costo de
alto precio Cristo nos compró en la cruz. Redimir es volver a comprar. La
salvación en Cristo es el camino para la humanidad, de allí que la Eucaristía
es la memoria viva de algo que se hizo ayer, pero que no queda en el pasado
sino que es permanente, por siempre y para siempre.
Cuantas veces
recibimos la Eucaristía estamos recibiendo al mismo Jesucristo, a Dios que
viene a alimentarnos para darnos fuerza, para robustecer nuestra vida. Viene a
nosotros la Luz para que desaparezca de nuestros ámbitos las tinieblas: el
pecado con todas sus consecuencias. La Eucaristía viene para curar todas
nuestras heridas, como bálsamo para nuestros sufrimientos. La Eucaristía viene
para sentirnos parte y para que podamos -con Él y como Él- hacer la voluntad
del Padre.
Cuantas veces
recibimos y participamos de la Eucaristía fortalecemos la amistad con Él y
también la toma de conciencia de nuestra misión. Es lo más vital, lo que está
vivo, lo que nos hace vivir; porque quien recibe a Cristo no está muerto, no
está angustiado ni debilitado, sino que tiene y cuenta con la fuerza de su
presencia, de su Persona.
Que Corpus
Christi nos anime para vivir en la convicción de nuestra fe y en la experiencia
de nuestra entrega sin ningún tipo de división.
Les dejo mi
bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén