La revolución de la ternura

 

La palabra ‘revolución’ implica cambio, transformación. Generalmente va unida a la idea de violencia, muerte, desolación. Muchas veces, es un salto en el vacío. Implica el ejercicio del poder a ultranza y en su objetivo está la derrota de regímenes o sistemas opuestos sin mediación posible, sin apertura y diálogo. Muchas montañas de muertos han acumulado las distintas revoluciones de la historia. Pueden contarse a dedo las excepciones.

Gandhi, por ejemplo, logró la revolución de su País con la práctica de la “No Violencia”. La inmensa mayoría de los así llamados ‘pacifistas’ han muerto en manos de violentos, o en el ostracismo de la oposición y del olvido. Jesus, sin decirlo, pero viviéndolo en cada encuentro humano y multiplicándolo en gestos y signos de benevolencia, fue un hombre de paz, de bondad infinita, de misericordia generosa y de humanidad universal.

La opción de Jesús está en las fronteras: En el más pobre, alejado,  postergado, marginado. Alaba al Padre porque revela sus secretos a los humildes y sencillos. Habla con los lirios del campo y proyecta su imagen de ternura en el rostro del niño que a su vez, nos refleja el rostro del Padre. Es ternura acrisolada en gestos, palabras, actitudes y amistades. Su lenguaje es perdón, acogida, misericordia.

En la escuela del Discipulado o del seguimiento de Jesús, es ligera la carga, suave y llevadero el yugo. La carga es sólo AMOR y el yugo es sólo FIDELIDAD. Son las delicadezas de la ternura o, si se quiere, las únicas armas de la revolución de la ternura. Es el Papa Francisco quien nos ha apalabrado sobre esta novedad revolucionaria de la ternura. Y Él la ha convertido en actitud permanente y carta de presentación de su Ministerio Petrino. Una lección que nos obliga a quienes decimos creer en el Jesús del Evangelio.

Cochabamba 09.07.17

jesús e. 0sorno g. mxy

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