Un
tesoro escondido
Un
autor contemporáneo me regala una cita espléndida de Ezequiel Blas Luna: “El
hombre construye su historia con manos de barro, alas de pájaro y mente de Dios”.
Hoy hemos invertido esa frase: Construimos nuestra historia con mente humana,
en alas de la ciencia y manos empolvadas de dioses. La trascendencia quedó
superada y hemos elevado a la divinidad nuestra pequeñez, negando toda
posibilidad de un Dios cercano.
Salomón
quiso ser protagonista de la historia de Israel. Tuvo la oportunidad de pedir
riquezas, éxitos y fama, elementos éstos, únicos también, en los que ponemos
nuestro presente, desahuciando así el futuro. Pero ¡No! Aceptó su pequeñez, su
debilidad y, ¿por qué no? Su humanidad? Encontró más valiosa la Sabiduría del
corazón: Aquel tesoro escondido en lo íntimo de nuestro Ser en donde conviven
lo añejo y lo nuevo.
Pablo
en su carta a los Romanos nos devela este misterio escondido en cinco verbos:
Conocer, predestinar, llamar, justificar y glorificar. El primero es sencillamente
entender nuestra relación con Dios. El segundo nos lleva al origen de nuestra
existencia y destino final. El tercero agudiza el oído del corazón donde se
escucha en silencio nuestro nombre y vocación. El cuarto nos revela su amor y,
el quinto templa la lira de nuestro corazón en alabanza gozosa y gratificante.
Es
verdad que guardamos este tesoro en “vasijas de barro”. Pero es cierto también,
que nuestro corazón engloba nuestra conciencia e interioridad, nuestra
espiritualidad e identidad. ¡Todo el YO, todo el SER! Y ese Ser trasciende,
dignifica y transforma. Allí se guarda en lo secreto el tesoro: La vida, el
amor, nuestros sueños. Y en esa cava gigante de nuestra existencia se macera
nuestra esperanza. Es el tesoro encontrado y poseído.
Cochabamba 30.07.17
jesús
e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com