COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran
Buenos Aires)
décimo tercero durante el año
Evangelio según San Mateo 10,37-42 ciclo
A
Dijo
Jesús a sus Apóstoles: “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es
digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de
mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su
vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que los
recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me
envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un
profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un
justo. Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de
agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin
recompensa”.
SABER SER
Esto
es muy simple pero difícil de aplicarlo a la realidad. Cuando Jesús nos habla,
a través del Evangelio, lo hace en comparaciones, en parábolas y nos hace
pensar. Dios no compite con el amor de un padre o una madre, de un hijo o una
hija, simplemente está mostrando una jerarquía de valores donde el amor a Dios
es sublime y ese amor nos lleva a tener amor por nuestro padre, nuestra madre y
los hijos. No compite, no hay contradicción, sí hay un orden, una jerarquía de
valores.
Lo
que Dios pide a sus discípulos -a nosotros, los cristianos- es que tenemos que
saber ser desprendidos, saber separarnos de las cosas que nos puedan
obstaculizar y vivir en aquello que tenemos que vivir. Todos tenemos una cruz y
hay que seguir a Jesús, porque no se lo puede seguir sin tomar la cruz y para
ello hay que desprenderse, estar disponible y atento a los demás.
Ahí
está la actitud de recibimiento, de acogida y de hospitalidad. Cómo recibimos
al otro: lo tratamos como “cosa” o lo tratamos como PERSONA. Es evidente que
tenemos que aprender a tratar al otro como PERSONA, como sujeto y no como
objeto. Esto es en cuanto a nuestras relaciones personales, familiares.
¡¡Cuántas veces convivimos, compartimos, pero no nos escuchamos, no nos
interesamos, no nos respetamos y sobre todo no nos sorprendemos!! De alguna
manera vivimos un poco aburridos, ¿por qué?, porque nos falta color, sabor y
gusto a la vida.
Es
importante saber que el otro tiene los mismos derechos que yo; que el otro
quiere ser tratado como yo quiero ser tratado; que a mí me gusta que me
escuchen, por lo tanto, también tengo que aprende a escuchar; a mí me gusta que
me ayuden, por lo tanto, también tengo que ayudar. Y esto en el plano personal,
familiar, social, laboral; cuando uno va a pedir un servicio, que el otro te
atienda porque te está haciendo un servicio, no te está haciendo un favor, y
los servicios hay que hacerlos bien, con competencia, responsabilidad y
objetividad.
Algo
importante: el servicio a los demás, en especial a aquel que quizás no pueda
devolverte nada; todos los que habitamos este planeta tenemos derechos y todos
tenemos obligaciones, por lo tanto debemos atendernos y cuidarnos.
Hay
gente que emigra de su patria por distintas razones -por economía, por trabajo,
por problemas sociales, problemas religiosos, problemas de guerra- y tiene
derecho a emigrar; también hay gente que tiene derecho a quedarse en su tierra.
Ambos derechos deben ser respetados y nosotros tenemos que saber ser
hospitalarios y recibirlos.
Les
dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén