14ª semana del tiempo
ordinario. Domingo A: Mt 11, 25-30
Hoy nos trae el evangelio
palabras muy hermosas de Jesús. Hay dos partes o dos temas: una oración
agradecida y una invitación a seguirle en la humildad y en la mansedumbre. Jesús pronuncia una oración;
pero no es para pedir nada, sino para dar gracias a su Padre del cielo. Da
gracias por algo que está constatando por experiencia: y es que los mensajes de
salvación, que predica, lo captan los pobres y sencillos, mientras que los “sabios
y entendidos” no lo llegan a entender. Estos son los que creen que no necesitan
nada, que lo tienen todo solucionado, y sin embargo están aprisionados por el
egoísmo, por los vicios, por la autosuficiencia.
Dios se revela
principalmente a los sencillos, a los que tienen el corazón de pobre, porque no
dejan que el egoísmo les prive la claridad de su mirada para percibir la
naturaleza del Reino de Dios. No quiere decir que por el hecho de ser pobre u
oprimido esté uno ya en el Reino de Dios; sino que las riquezas, sabiduría y
grandeza, según el mundo, pueden constituir un grave obstáculo para el Reino de
Dios, y que los pobres están en mejor condición de escuchar su mensaje. Jesús
da gracias a su Padre porque ve que hay muchas personas sencillas que captan en
su corazón, con propósito de ponerlo en práctica, los mensajes del evangelio,
mientras que la gente orgullosa se aparta. Cuando un predicador predica la
palabra de Dios, si lo hace con humilde y sincero corazón, debería dar gracias
a Dios, porque siempre hay alguna persona sencilla que está aceptando esa
palabra.
Algo que los orgullosos
judíos no querían comprender del mensaje de Jesús es sobre el sentido de Dios
Amor y la salvación por medio de un Mesías sencillo y humilde. Los judíos
siempre habían pensado que el Mesías debía ser triunfante y nacionalista, al
estilo del rey David, o diplomático y rico como Salomón. Pero ya el profeta
Zacarías, como lo vemos en la primera lectura, habla del Mesías, que se
distingue por la humildad, la justicia y la paz.. Esas
características de Mesías humilde y pacífico se las atribuye Jesús a sí mismo y
son signos del Reino de Dios, de modo que sus discípulos se deberán distinguir
por esas virtudes, y el proyecto del Reino estará más al alcance de los pobres
y de los excluidos.
Después Jesús hace una
invitación para acoger a los que están fatigados y cargados. Y nos dice que su
yugo es suave y su carga ligera. Para los que ven las opciones o exigencias
evangélicas desde fuera, sin fe, es muy posible que estas cargas las vean
abominables o insufribles; pero para quien tiene fe y se adentra en el mensaje
de Jesús y lo acepta con amor, la paz y la mansedumbre se hacen más suaves, con
la misma ayuda del Señor. El yugo que Jesús impone no es ligero porque sea
menos exigente, como si se tratase de una moralidad muy permisiva, sino porque
Él hace ligero el peso con su solidaridad y su participación. Él es el primero
entre los pobres, los sencillos y los mansos. Es el primero que carga con la
cruz y hace más soportable al que le sigue en cercanía.
Ser manso significa ser
violento con uno mismo, pero suave con los demás. Es saber vencer el egoísmo y
odio que surge en el corazón para llenarlo de amor. Muchas veces echamos cargas
sobre los demás. La actitud del discípulo de Cristo es ir quitando cargas o
ayudando a sobrellevarlas. Es la ley del amor.
La misa del domingo debería
ser como un descanso en Jesús. Es un acudir a Jesús en medio de las
dificultades y cansancios de la semana para recibir paz en el alma. Hay
ocasiones en que se pierde o disminuye el sentido de la vida. Nuestra fe nos
dice que en