XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO
A
ENSUEÑOS
Padre Pedrojosé
Ynaraja
1.-
Si se me permitiese sacar una foto a Jesús en algún momento de su vida
histórica, sin dudarlo un momento, solicitaría se me permitiese hacerlo
mientras pronunciaba las palabras que recoge el evangelio de la misa de este
domingo. Hay situaciones más espectaculares, más impresionantes. Desde su
tortura, cárcel y humillaciones, hasta su ejecución, resurrección y ascensión,
ya lo sé. Pero como fotógrafo que soy, estoy convencido de que un retrato de
tal momento, recibiría un premio por la originalidad única de su sublime
mirada.
2.- Se ha puesto de moda ser emprendedor, o
proponérselo. Se admira a modelos de pasarela o deportistas, que acumulan
éxitos y trofeos. Fascinan los sabios que gracias a sus investigaciones
consiguen descubrir aspectos nuevos de gran utilidad social, de provecho
inmediato, muchas veces, servicios valederos para muchos. Nadie, que yo sepa,
premia a soñadores. Y si alguien pretende serlo, recibe como premio el cínico
desprecio de los positivistas más crasos, que abundan a montones. No obstante
el descredito con que se observe, el ensueño es una actitud genuinamente
humana. Tal vez la carencia de utilidad inmediata que se le atribuye, es el
motivo de su desprecio, en una sociedad inclinada al utilitarismo.
3.-
Imaginad, mis queridos jóvenes lectores, el rostro del Maestro en el momento de
pronunciar estas frases: “te doy gracias, Padre,….porque has ocultado estas
cosas a los sabios y precavidos, y se las has revelado a los sencillos…Esto has
considerado que era lo mejor… El magníficat de Jesús vivido en sus adentros,
desvelado a sus amigos y llegado a nosotros, para que apreciemos lo que Él
amaba, e imitemos sus ideales. ¿Progresaría el mundo si se le hiciéramos caso?
¿No son los fuertes, los poderosos, los ambiciosos, los entrenados, los que
triunfan? ¿No son los que proporcionan las mayores satisfacciones para sí
mismos y para su entorno? Reconoce el Señor que el proceder del Padre es
admirable. Vuelve como otras veces a recalcar que entre Él y el Padre existe
estrecha comunión. Igualdad sin perder la propia identidad. Esto le parece muy
bien y lo proclama.
4.-
¿Quién le hará caso? La realidad circundante es otra. Impera la ambición, el
deseo de dominio, el afán de posesión, de tal manera que los pobres y
sencillos, los predilectos de Él y el Padre, los que son fruto de la acción
directa del Espíritu, sufren derrotas, desprecios y marginación. ¿Continuará
siempre siendo así? Venid a mí los que estáis hartos, los que sufrís estrés
emocional, los que queréis renunciar a la vida, sin saber si hay otra mejor.
Los que sufrís profunda depresión. Los que estáis a punto de perder toda
esperanza, dice Cristo. Venid a mí hallaréis consuelo, amor, felicidad.
Experimentareis que vuestro dolor es leve y vuestra pena liviana.
5.-
Con tal actitud progresará el mundo, creciendo de gozo. Los que tienen ayudarán
a los caídos en la miseria. Sí, poco a poco progresará el mundo. No en riqueza,
sino en gozo. Y tal experiencia de júbilo inclinará a estudiar para ser útil a
los demás. A otros les empujará a entregarse a la ayuda a los necesitados. A
compartir con los solitarios que sufren marginación. Muchos de vosotros, mis
queridos jóvenes lectores, probablemente, sufrís desaliento, aunque a nadie lo
digáis.
6.-
Aspiráis a aprender sistemas y técnicas que os salven del desengaño. De la
ilusión que habéis puesto en un programa, en el que después habéis fracasado.
Del amor puesto en una persona, que poco después os ha despreciado o
traicionado. Deseáis encontraros con muchos, acudías a convocatorias donde
esperáis reuniros con gente semejante a vosotros y os dais cuenta de que lo que
imperaba era el orgullo, la ambición, el egoísmo.
7.- El programa que os propone el Señor os
puede parecer arduo, pero en realidad es llevadero. Junto al Maestro nada es
pesado. Sed sencillos, alejad de vosotros la ambición. No os arrepintáis de ser
ingenuos. Seréis a la manera que os propone el Padre: felices ya en este mundo
sin que por ello os falten dificultades, que podréis superar. Con una actitud
así uno llega a la vejez, sintiéndose joven. Y de la juventud espiritual, en el
seno de la historia, se pasa a la juventud eterna de la comunión con Dios que,
no lo olvidéis nunca, es eternamente joven.