TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XV A
(16-julio-2017)
Jorge Humberto Peláez S.J.
La
Palabra de Dios como lluvia y como siembra
ü Lecturas:
o Profeta
Isaías 55, 10-11
o Carta
de san Pablo a los Romanos 8, 18-23
o Mateo
13, 1-9
ü La
liturgia de este domingo nos invita a reflexionar sobre la comunicación que
Dios ha querido establecer con nosotros, cómo lo hace y cómo actúa en nuestro
interior. Para ello, los textos bíblicos utilizan dos imágenes muy expresivas, tomadas
del mundo natural. El profeta Isaías nos dice que la Palabra de Dios es como la lluvia que penetra la tierra, la fecunda
y es fuente de vida. El evangelista Mateo nos narra la parábola del sembrador. Dos imágenes de la naturaleza, cargadas de
simbolismo, que nos ayudan a asomarnos al misterio de la comunicación de Dios.
ü Antes
de explorar la riqueza simbólica de la lluvia y del sembrador, tomemos
conciencia de lo que significa que Dios haya querido comunicarse con nosotros.
Veamos quiénes son los personajes que participan en este diálogo: Por una
parte, Dios, el Absoluto, el Trascendente, la plenitud del Ser y del Amor; por
otra parte, nosotros, creaturas insignificantes que somos menos que un grano de
arena en la inmensidad del cosmos. La desproporción entre los interlocutores es
infinita. Sin embargo, Dios ha querido comunicarse con nosotros para decirnos
que nos ama, que es infinitamente paciente con nuestras estupideces, que somos
sus hijos y co-herederos con Cristo, y que nos hace partícipes de su vida
divina.
ü Nos
sentimos muy halagados cuando un personaje muy importante nos saluda por nuestro
nombre, pregunta por la familia y por los asuntos personales. ¿Qué decir cuando
ese personaje es el Creador de universo, nos llama por nuestro nombre y conoce,
mejor que nosotros mismos, nuestra historia y nuestro pequeño mundo relacional?
ü Dios
nos habla de muchas maneras, empezando por el mundo que nos rodea. Toda la
creación proclama las grandezas del Señor. Este complejísimo engranaje que los científicos
apenas empiezan a descifrar no puede ser fruto de la casualidad…
ü Ahora
bien, en su infinita sabiduría, Dios quiso auto-manifestarse a un pueblo
particular, y lo hizo a través de los acontecimientos que ese pueblo fue viviendo
a lo largo de los siglos. Personajes muy especiales como los patriarcas, los jueces,
los reyes, los profetas ayudaron a interpretar esos acontecimientos en clave de
historia de salvación.
ü Cuando
llega la plenitud de los tiempos, la Palabra de Dios no se sigue comunicando a
través de mensajeros o intérpretes, sino que la misma Palabra Eterna se hace
hombre. Es Jesucristo, revelador del Padre.
ü Después
de estas reflexiones iniciales sobre el significado de la comunicación de Dios,
vayamos a las lecturas de este domingo. Empecemos por el profeta Isaías, que
utiliza el símbolo de la lluvia: la
Palabra de Dios es como la lluvia y la nieve que empapan la tierra, la fecundan
y la hacen germinar. El agua es principio de vida; carecer de agua significa la
muerte. En el salmo 62, el salmista exclama: “Mi alma está sedienta de ti; mi
carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua”. En los
escritos de los místicos, la desolación interior es expresada en términos de
resequedad, aridez, desierto. Si queremos que nuestra vida interior sea un
huerto fecundo, necesitamos orar, participar en la liturgia, frecuentar los
sacramentos. La sequedad interior se va apoderando de nosotros si descuidamos
los ejercicios espirituales diarios.
ü Vayamos
ahora a la parábola del sembrador,
que es una invitación para hacer un sincero examen de conciencia. Al leer pausadamente
este hermoso texto, surgen en nuestro interior preguntas inquietantes: ¿Cómo ha
llegado a nosotros la semilla de la Palabra de Dios?, ¿qué terreno hemos sido?,
¿cómo asumimos nuestro rol de sembradores?
o Dios
se comunica con nosotros de muchas maneras y a través de los más variados
instrumentos. Pensemos, por ejemplo, en la formación ética y religiosa recibida
en las familias y en el colegio; en los momentos en que nos hemos sentido en
profunda comunión con la naturaleza; los sentimientos de amor y ternura; el sufrimiento
de los más vulnerables; la emoción estética que nos producen las expresiones artísticas.
Dios nos habla de muchas maneras. Y los sembradores han sido los agentes más
diversos.
o ¿Qué
clase de terreno hemos sido? ¿Pedregoso? ¿Lleno de maleza? ¿Abonado? Tenemos
que reconocer que hemos prestado mayor atención a otros asuntos. Solamente nos acordamos
de Dios cuando nos sentimos en peligro. Pasada la crisis, lo volvemos a
archivar.
o Todos
nosotros, querámoslo o no, somos sembradores. ¿Cuáles son las semillas?
Sembramos semillas de tolerancia o intolerancia, de respeto o de arrogancia, de
honestidad o de juego sucio, y esto lo hacemos, sin darnos cuenta, a lo largo
del día desempeñando nuestro rol de padres de familia, sacerdotes, profesionales,
educadores, etc. Sin darnos cuenta,
podemos sembrar mucho bien o mucho mal.
ü Que
estas sencillas imágenes sobre la comunicación de la Palabra de Dios (lluvia y siembra) sean ocasión pare reflexionar
sobre nuestra vida interior: ¿somos desierto?, ¿somos terreno pedregoso?