TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XVI A
(23-julio-2017)
Jorge Humberto Peláez S.J.
El
Reino de los cielos se parece a…
ü Lecturas:
o Libro
de la Sabiduría 12, 13. 16-19
o Carta
de san Pablo a los Romanos 8, 26-27
o Mateo
13, 24-43
ü La
presencia de Jesucristo, en medio de nosotros, significa una nueva creación,
pues triunfa la gracia sobre el pecado, y la vida sobre la muerte. El escenario
de las relaciones entre Dios y la humanidad cambia totalmente. Jesús utiliza la expresión Reino de los cielos para significar
esta novedad. Pero, ¿cómo explicar la radicalidad de esta transformación?
Jesús, sabio pedagogo, es capaz de expresar los misterios más hondos de manera
sencilla. Por eso habla en parábolas; el evangelista Mateo nos lo recuerda:
“Jesús decía a la muchedumbre todas estas cosas en parábolas, y sin parábolas
nada les decía”.
ü En
el texto evangélico que acabamos de escuchar, Jesús explica el significado de
este orden nuevo, el Reino de los cielos,
a través de tres imágenes tomadas de la vida cotidiana: Dos de ellas, provienen
de la vida campesina (el trigo y la cizaña, la semilla de mostaza); y la otra pertenece
a la vida doméstica (la levadura que se
utiliza para hacer el pan). Jesús sabe armonizar la profundidad y la sencillez,
acomodándose a los referentes culturales de sus interlocutores. Los invito,
pues, a recorrer estos breves relatos para descubrir los tesoros que Jesús pone
a nuestro alcance.
ü Primera parábola: El
trigo y la cizaña. Esta parábola nos invita
a reflexionar sobre la coexistencia del bien y el mal, de los valores y los
antivalores, de la generosidad y el egoísmo, de la ternura y la crueldad. Todos
los días constatamos esta dolorosa tensión, que se expresa en el entorno social
y dentro de cada uno de nosotros.
ü ¿Cómo
se explica esto? En el lenguaje campesino del relato evangélico se afirma que
“mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña
entre el trigo y se marchó”. Es la presencia del pecado, que tiene raíces muy
hondas en el corazón humano. Es estremecedor el poder de la libertad humana
para construir y también para destruir; podemos acoger el llamado de Dios, o
podemos darle la espalda para tratar de sacar adelante nuestro propio proyecto.
ü ¿Cómo
reacciona el dueño de este cultivo al descubrir la presencia de la cizaña? Con
paciencia. Rechaza la propuesta radical
que le hicieron sus trabajadores: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”, y prefiere
esperar el momento de la cosecha. Esta actitud del agricultor es expresada, con
gran profundidad teológica, en la primera lectura, tomada del libro de la
Sabiduría, donde se habla de la misericordia de Dios: “Siendo tú el dueño de la
fuerza, juzgas con misericordia y nos gobiernas con delicadeza”.
ü Esta
parábola del trigo y la cizaña nos ilustra sobre la tensión entre la gracia y
el pecado que está presente en los procesos sociales y en el interior de cada
uno de nosotros. Jesucristo conoce esta realidad, y su amor es paciente y
misericordioso.
ü Segunda parábola: La
semilla de mostaza. El contraste entre la
pequeñez de la semilla y la robustez del arbusto adulto hace referencia al enorme
potencial de la semilla del anuncio del Reino, pequeñita al comienzo pero que
ha transformado la marcha de la humanidad. La historia de la Iglesia es
testimonio de esta realidad: la semilla del Reino fue sembrada en las mentes y
corazones de un puñado de hombres simples que se ganaban la vida alrededor de
un lago; y partiendo de este modesto comienzo, se ha diseminado a todos los continentes,
está presente en culturas muy diferentes y ha dado espléndidos frutos de
santidad a lo largo de los siglos.
ü Tercera parábola: La
levadura para hacer el pan. Los catequistas y predicadores
de todos los tiempos han utilizado esta imagen, tomada de la vida doméstica,
para reflexionar sobre el impacto que el testimonio de vida de los creyentes
debería tener en la sociedad.
ü Quienes
hemos nacido y vivido en países mayoritariamente católicos, no hemos tomado en
serio esta parábola de la levadura, porque la cultura tradicional estaba
impregnada de los valores cristianos. Pero a medida que avanza la
secularización de la cultura, y el laicismo se hace cada vez más militante, es necesario
que profundicemos en este texto y lo pongamos en práctica. La formación
religiosa y ética está desapareciendo de los planes de estudio de Colegios y Universidades,
en nombre del pluralismo y de la multiculturalidad; las leyes sobre la familia
y la protección de la vida en todas sus etapas se alejan cada vez de los valores
anunciados por la Iglesia.
ü Al
mismo tiempo que se produce este acelerado proceso de laicización, cada día nos
sorprende un nuevo escándalo de corrupción. Este monstruo de mil cabezas está devorando
los recursos destinados a la educación, a la salud y a la infraestructura. Las
investigaciones se inician con bombos y platillos, pero, finalmente, nada sucede.
Los corruptos disfrutan desvergonzadamente del fruto de sus delitos. La
impunidad es muy alta y la tolerancia social guarda un silencio cómplice. ¿Dónde están los líderes que deberían ser la
levadura de la masa social?
ü Ser
levadura es dar testimonio de un modo diferente de actuar; es hacer evidentes
unos valores frente a la permisividad que se ha extendido como mancha de
aceite. Ser levadura es mostrar que se puede ser un profesional exitoso
mediante la calidad de los servicios y no por caminos torcidos. Ser levadura es
estar presentes en la gestión pública manejando con pulcritud los recursos del
Estado; es hacer política pensando en el bien común y no en los intereses
individuales o de grupo.
ü Estas
tres parábolas del Reino de los cielos (el trigo y la cizaña, la semilla de mostaza
y la levadura) nos invitan a reflexionar sobre la novedad que trae la presencia
de Jesús en medio de nosotros – es una nueva creación – y cómo esa novedad debe
transformar toda la actividad humana a través del testimonio de los bautizados.