DOMINGO
XVI TIEMPO ORDINARIO - CICLO A
EL
EVANGELIO ES TRIGO, EL MAL ES CIZAÑA.
Ahora no se trata como en el domingo anterior si la
creación y la revelación son progresivas, o de lo que va de los terrenos áridos
a los granos que cayeron en tierra buena y dieron fruto; sino que mientras los
responsables de la siembra duermen; un enemigo del dueño” “de seguro lo hizo un
enemigo mío dice Jesús”, sembró en la noche cizaña (sembrar discordia). Lógico
que no quedaba más que suprimir de inmediato el mal ¿Señor quieres que vamos a
arrancarla? Pero Él les contestó: No, no sea que, al arrancar la cizaña,
arranquen también el trigo” (evangelio). Arrancar de raíz el mal es el primer
impulso de solución a un problema más radical por ser de origen, el Mal. Sin
duda alguna que Jesús pensaba que la erradicación de la cizaña podría ser más
grave en lo moral que en lo físico; en lo físico era un acto material de
destrucción, pero en lo moral se trataba del trigo presencia del Reino de los
cielos cuya reconstrucción espiritual era más lenta pero prioritaria.
DIOS
NUNCA A CAUSADO MAL
En la creación narrada en el libro del génesis se trata
de dar a conocer que el Mal no era responsabilidad de Yahve
sino de Israel por su falta de fidelidad; es decir por su egoísmo. Así Gn 1-11 no es
para dar a conocer la prehistoria, origen del universo y el ser humano, que nos
contaron en la historia sagrada o en la catequesis; sino una historia, en
lenguaje mítico, para que Israel comprendiera la causa del Mal y sus derrotas;
y para que nosotros profundizáramos en la historia del mal, plasmada en la
parábola de la cizaña. El responsable de la cizaña es el ser humano por sus
tendencias, sus intereses ególatras. Recordemos que por ser humanos estamos
sembrados en trigo y cizaña. No intentemos arrancar la cizaña sino, mostremos
con nuestra vida que ser trigo es ser más humanos.
SOMOS
TRIGO Y CIZAÑA AL MISMO TIEMPO
De ordinario Nuestro juicio se establece entre dos
campos: los buenos y los malos; pero ¿quién es únicamente bueno o enteramente
malo? Sobre todo, cuando las fronteras están en nuestro interior, donde, al
mismo tiempo, somos egoístas y solidarios, inequitativos y justos, libres o
esclavos, agradecidos o egoístas. Pablo se preguntó cómo conciliar esto: “lo
que realizo no lo entiendo, pues no ejecuto lo que quiero, sino que hago lo que
no quiero… no soy yo quien lo ejecuta sino el pecado que habita en mí. Querer
lo tengo al alcance, ejecutar el bien no. Sé que en mi vida instintiva no
habita el bien. Querer lo tengo al alcance, ejecutar el bien, no… y me
encuentro con esta fatalidad: que deseando hacer el bien, se me pone al alcance
el mal” (Rm 7).
DE
LA FRAGILIDAD A LA PACIENCIA.
Las dos cortas parábolas que agrega el dueño del campo
parecen separarse de lo anterior, pero confirman el poder interior del reino de
Dios para su buen desarrollo. “¡Cómo desaparecen el grano de mostaza y la
levadura para convertirse en más grande que las hortalizas; un arbusto como
casa de los pájaros el poco de levadura que mezclada con tres medidas de harina
fermenta toda la masa!” (evangelio). La fragilidad de
los inicios del bien en nuestro interior es incomparable con los resultados por
la acción del Espíritu. Puede ser que la murmuración y el desespero sean signos
del mal, incluso no saber descubrir la bondad de la oración (segunda lectura);
pero la paciencia no deja de ser el primer signo del reino de Dios en nuestro
interior. Dios, hará el juicio del trigo y la cizaña cuando llegue la cosecha
“diré a los sembradores: arranque primero la cizaña y átenla en gavillas para
quemarla; y luego almacenen el trigo en mi granero” (evangelio); y Pablo dice
con respecto a la oración que “El Espíritu nos ayuda en la debilidad; el
Espíritu mismo intercede por nosotros ante el mal con gemidos que no pueden
expresarse con palabras. Y Dios que conoce profundamente los corazones, sabe lo
que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu ruega conforme a la voluntad
de Dios por los que le pertenecen” (segunda lectura.) “la esperanza no
defrauda, porque el amor de Dios está en nuestros corazones por el don del
Espíritu Santo” (Rm 5,5). El libro de la Sabiduría
concluye: “Con todo esto has enseñado a tu pueblo que el justo debe ser humano,
y has llenado a tus hijos de una dulce esperanza, ya que al pecador le das
tiempo para que se arrepienta” (primera lectura)
“BENDITO
EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR”.
"La Palabra
tiene en sí una potencialidad que no podemos predecir. El Evangelio habla de
una semilla que, una vez sembrada, crece por sí sola también cuando el
agricultor duerme (Mc 4,26-29). La Iglesia debe aceptar esa libertad
inabarcable de la Palabra, que es eficaz a su manera, superando y rompiendo
nuestras previsiones y esquemas (Evangelio Gaudium
22).
El Papa Francisco ha insistido en sus catequesis sobre el
punto central de la parábola: la actitud, incomprensible, desde o el punto de
vista humano del dueño sin permitir arrancar la cizaña para ir a arrancar
también el trigo: “no, dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha”.
Los creyentes nos hemos sentido apoyados por la moral para, decir quién es el
trigo y quien la cizaña con la intención de arrancar y quemar toda mal semilla.
La murmuración sobre la cizaña es sembrar más cizaña.
El Papa Francisco nos conduce a la práctica de Jesús
quien no solo ha erradicado el mal, sino que lo ha transformado en bien. No ha
cambiado las cosas con palabras, sino con hechos; no en apariencia, sino en la
sustancia; no en superficie, sino en la raíz (Homilía 2 de noviembre 2015). En
definitiva, el mal se desarraiga haciendo el bien, todo el bien que podamos.
Sería una buena preparación para recibir al Santo Padre; empezar o continuar
con más vehemencia a hacer el bien, al mayor número de personas.
Agrega además el Papa Francisco en la misma homilía: La
cizaña, el mal, se vence sólo con la humildad, la misericordia y la
mansedumbre” tal como enseña el apóstol Pedro, es mejor sufrir haciendo el bien
que haciendo el mal, si esta es la voluntad de Dios, porque cuando sufrimos por
el bien estamos en comunión con Jesucristo, hay que ir hacia adelante con la
dulzura y mansedumbre; y haciendo el
bien inclusive a aquellos que no nos quieren, nos han hecho o nos siguen
haciendo daño; demos razón de La esperanza que habita en nuestros corazones.
DEMOS EL PRIMER PASO.