XVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

SUERTE QUE TIENE UNO

Padre Pedrojosé Ynaraja

 

1.- Suerte que tiene uno, si tiene Fe. Lamentable desgracia, si no la tiene. Solicitada y recibida siempre gratuitamente. Y con todos los respetos y aprecios por los que se declaran agnósticos o ateos.  Esto último es más difícil. Decía un humorista, Gila según creo, que para ser ateo hacía falta saber mucha teología. No lo ignoréis, ni lo olvidéis nunca, mis queridos jóvenes lectores. La Fe es una gran fortuna espiritual, la mayor que uno pueda poseer. El Maestro nos lo enseña mediante tres parábolas que se incluyen en el fragmento del evangelio de la misa de este domingo.

 

2.- Como tantas veces os digo, los ejemplos que Él pone son propios de su tiempo, de su mentalidad, de la mentalidad de los primeros oyentes y de sus normas de vida. Un campo era la más elemental posesión de cualquier vecino. Un tesoro continúa siendo hoy el sueño de cualquiera. Si en una casa no se podía ingresar sin que el dueño le franqueara la entrada, en un campo uno podía meterse si no estaba sembrado y lo dañaba.

 

3.- Un hombre paseando, como el que no quiere la cosa, descubre un tesoro. En la imaginación de hoy  se trataría de un estudiante de técnicas que, con su detector de metales en las manos, encuentra un ánfora repleta de monedas de oro. En aquel tiempo, que no es el nuestro, la autoridad no podía fiscalizar lo que pudiera haber en un terreno privado, todo lo que en él se encuentra, era propiedad del amo del campo. El buscador-investigador se calla y mercadea.es el sueño de su vida. Puede desprenderse de sus posesiones, deberá hacerlo, si con ello consigue lo que le hará rico para siempre. Así la Fe. Así los que se consagran a Dios.

 

4.- Otro hombre, diferente parábola, es un negociante profesional. Descubre en el mercado una perla de asombrosas calidades, forma, tonalidad y reflejos. No quiere perder la ocasión, decide desprenderse de todo lo que tiene en su almacén para poder hacérsela suya. Una tal perla, de tal clase, vale más que todo lo que posee. Venderla a buen precio será el segunda paso a dar. Se acabarán definitivamente las dificultades que hasta entonces ha sufrido. Será definitivamente rico. No puede perder el tren de la felicidad. Pese a que los trámites supongan esfuerzo, no los evitará.

 

(al llegar aquí, uno no puede dejar de recordar el precioso relato de John Steinbeck que también se llama La Perla. He leído que se hizo sobre el texto una película, tal vez vosotros la hayáis visto. Si conocéis uno u otra, no dejaréis de ponderar el acierto del Señor al escoger la misma imagen muchos siglos antes)

 

Un rey francés, creo recordar, prisionero en Madrid, escribió a su madre una carta en la que le decía: todo se ha perdido excepto el honor y la vida. Algo así, todo pierdo excepto la Fe, pensarían y piensan seguramente, los tantos mártires cristianos que por la historia han sido y son. Sabemos muchos de sus nombres, muy pocos de los verdugos, lo importante es la elección que hicieron y hacen, que les abren de par en par las puertas del Cielo eterno.

 

5.- La narración evangélica cambia ahora de tercio. Uno de los recuerdo de mi segunda infancia, es ver a unos hombres que habían tendido su trasmallo en el río Arlanzón y estaban clasificando los pececillos que entre sus hilos se habían enredado. No entendía yo cual era la diferencia que había entre los que conservaban en un cubo y los que devolvían muertos al río. La imagen me quedó grabada y cuando leí la parábola, me sirvió para recordarla siempre. Ahora que he estado muchas veces a la orilla del lago de Genesaret, sé y comprendo qué peces les está prohibido comer a los judíos, lo bien que lo saben todos y cómo le entendieron al Señor. Seguramente que mucho mejor que nosotros y de inmediato.

 

6.- No hay que olvidar que el Reino es para los que lo han apreciado, los que lo han escogido, los que han sido fieles a las enseñanzas del Señor. No hay que creer que todo vale, que nada importa, que no hay diferencias entre unos y otros. Lo que es imprescindible es que nos preparemos para el recuento final.

 

7.- Os confío, mis queridos jóvenes lectores, que pensando en el final del texto de hoy que dice: un  letrado que entiende del Reino de los Cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo, escribí hace tiempo dos libros que pretenden expresar las enseñanzas evangélicas con ejemplos actuales, de dominio público, es decir nuevas parábolas. No simples traducciones. Visitando librerías he observado que otros autores han escrito en los mismos t. en vez d enojarme, la coincidencia me ha satisfecho. Somos muchos los que seguimos el consejo del Señor. Lo único indispensable es que nos afanemos por estar siempre entre los escogidos para el Reino.

 

(si os interesa el libro que os decía, lo podréis encontrar en:

 

www.autorescatólicos org / sacerdotes/ padre pedrojose ynaraja/libros