NUESTRO SEMINARIO «SANTO CURA DE Ars»
Carta de
monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
para la Fiesta de la
Transfiguración del Señor
[6 de agosto de
2017]
Hace algunos domingos
reflexioné sobre un tema central, aunque bastante olvidado entre los titulares
que ocupan los espacios de nuestro tiempo: la santidad como algo alcanzable
para cualquier cristiano. La Iglesia siempre ha propuesto ejemplos o modelos a imitar,
enseñándonos que la santidad es posible. A algunos les puede parecer poco
interesante reflexionar sobre la santidad, y sin embargo como consecuencia de
esta omisión de ideales y la escasez de hombres y mujeres comprometidos y con
deseos de santidad, nos ha llevado a encontrarnos en este inicio de siglo con
una profunda crisis de valores, sumergidos en el reino de la mediocridad.
El 4 de agosto hemos
celebrado a San Juan María Vianney, conocido con el
nombre de Santo Cura de Ars. Nació cerca de Lyon,
Francia, en 1786. Sintió el llamado a la vida sacerdotal y al poco tiempo de
haber sido ordenado sacerdote lo enviaron como párroco de un pequeño pueblo de
Francia, llamado Ars, de no más de 300 habitantes y
allí vivió con intensidad su sacerdocio. Quizá la historia podría haber
concluido allí, pero su vida, oración, predicación sencilla, las horas y horas
de confesionario y sus consejos, empezaron a tener repercusiones en toda
Francia. Desde los lugares más remotos la gente visitaba al pequeño pueblo de Ars, porque querían conocer a ese hombre de Dios
En este domingo de la
Transfiguración del Señor, al recordar al santo Cura de Ars,
quiero resaltar que la Iglesia quiso que este hombre santo fuera el patrono de
los sacerdotes. Creo que es una buena oportunidad para que recemos por nuestros
sacerdotes, que con sus dones y limitaciones humanas, buscan dar su vida para
evangelizar, para servir a Dios y a sus hermanos. Es cierto que en varias
oportunidades hago referencia a la necesidad de laicos, de fieles cristianos
que vivan esta vocación a la santidad para transformar las realidades
temporales de un mundo con tantas sombras. Pero también necesitamos sacerdotes
y consagrados que vivan con radicalidad su vocación y busquen el camino de la
santidad. La tarea de un Pastor es indispensable e insustituible. Es el que da
su vida sin reservas para evangelizar a sus hermanos, para alimentarlos en la
fe, con la Palabra, con los Sacramentos, y con la animación de la caridad hacia
los más pobres. La Misa diaria que celebra el sacerdote expresa el sentido de
su vida, identificándose a Jesús que se ofreció en la Pascua, para salvar a
todos.
Hoy más que nunca es
clave el llamado a todos los cristianos y especialmente a los sacerdotes en
esto de «donar la vida por los demás», en una época que acentúa el
individualismo y la excesiva autorreferencia. Hay serias dificultades para
comprender el significado profundo de la palabra Amor y Amor donado, teniendo
al otro como sujeto y no como un mero objeto para mi uso. Por eso, la Pascua
celebrada en cada Misa, sigue siendo una respuesta salvadora y sanante, en un contexto demasiado individualista y sin
consideración a los otros. Nuestra Diócesis tiene un gran crecimiento
poblacional y sabemos que los sacerdotes somos insuficientes para una atención
más adecuada. La oración y el cuidado de nuestros sacerdotes, el rezar por las
vocaciones y por nuestros seminaristas será fundamental para el futuro
evangelizador de los próximos años.
Este domingo, estamos
celebrando al Patrono de nuestro Seminario Diocesano que lleva el nombre del
Santo Cura de Ars, a las 11 horas será la Santa Misa
con todos los que nos quieran acompañar. En nuestro seminario actualmente viven
24 seminaristas en las distintas etapas formativas, junto a otros jóvenes que son
acompañados en su discernimiento vocacional en campamentos y en los encuentros
mensuales denominados «Cafarnaúm» y «Emaús». Todo ello implica algunos
esfuerzos, dedicación de sacerdotes, inversión económica para apoyar el
mantenimiento y el proceso que se va dando. No dudamos en afirmar con certeza
que es Dios el que acompaña esta obra con su Providencia. Pero todos como
Iglesia debemos sentirnos responsables, por eso me animo a pedirles que sigan
rezando fuerte por nuestro Seminario y seminaristas. Les agradezco todos los
aportes, donaciones, bonos contribución que nos ayudan para sostener la
formación de nuestros seminaristas. Dios en este lugar tan querido como nuestro
Seminario manifiesta abundantemente, sobre todo en este último tiempo, su
misericordia y providencia cuidando esta obra que es un fuerte signo de esperanza
para la evangelización de nuestra Iglesia Diocesana
¡Les envió un saludo
cercano y hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas