18ª semana del tiempo
ordinario. Jueves: Mt 16, 13-23
Hoy el evangelio es algo
desconcertante, porque tiene dos partes muy diversas en cuanto a la réplica de
Jesús a las palabras de Pedro: laudatoria en la primera y con una gran reprimenda
en la segunda. El día de la fiesta de san Pedro se exponía la primera parte en
que Jesús le promete el primado. Hoy se nos exponen las dos partes para que
aprendamos una gran lección para nosotros mismos: Debemos aceptar la revelación
de Jesús en su totalidad. A veces en nosotros coexisten una fe muy sentida, un
amor indudable hacia Jesús, y a la vez la debilidad y la superficialidad en
comprenderle.
Jesús les pregunta a sus
discípulos lo que ellos han comprendido sobre su persona y misión. Su respuesta
es un poco inconsistente. Le recuerdan lo que dice la gente: que es algún
profeta. Pero cuando ellos tienen que dar su propio parecer, es Pedro quien,
como otras veces, más voluntarioso, dice que Jesús es “el Mesías, el Hijo de
Dios vivo”. Es una declaración dicha con todo amor, que merece una gran
felicitación por parte de Jesús, porque está dicha con gran fe, es decir, con
un don especial de Dios. No habría sido pronunciado de esa manera, si se
hubiera dejado llevar “por la carne y la sangre”, expresión que evoca la
debilidad de la naturaleza humana.
En la fiesta de san Pedro
San Pedro había respondido
rápidamente, con entusiasmo, pero su fe estaba aún débil. Aceptaba el
mesianismo, pero se sentía aún dominado por la formación religiosa que había recibido desde niño sobre el mesianismo en sentido
material y triunfalista. Y ahora, cuando escucha que Jesús les anuncia que,
precisamente por ser Mesías, debe padecer y morir, con el mismo entusiasmo,
pero ahora llevado “por la carne y la sangre”, le dice que eso no puede ser:
“No lo permita Dios”. En ese momento Jesús dice una de las frases más
tremendamente rechazadoras: “Retírate de mi, Satanás”. Es la misma frase con la
que tuvo que rechazar al final de las tentaciones en el desierto al mismo
Satanás. Y le da dos razones: una porque eres “piedra de escándalo”. Es decir,
que estás haciendo lo mismo que Satanás, tentándome, queriéndome hacer caer en
desear un mesianismo temporal, cómodo, agradable a los sentidos. Y en segundo
lugar le dice que ahora no ha sido Dios el que le ha inspirado, sino el sentido
humano. Un día Pedro comprenderá todo el sentido del Mesías doliente y aceptará
valientemente las persecuciones, la cárcel y la cruz, como su Maestro.
Hoy también Jesús nos
pregunta a nosotros quién es El. Es relativamente fácil responder como Pedro: Tu eres mi Dios y mi Rey, centro de mi ser y de la historia.
Pero ¿Lo es de verdad? La fe no es cosa de inteligencia o cultura, sino de
relación con Dios. Es escuchar su palabra en el corazón y unirnos a El. La fe
es además de una relación personal con Dios, una relación con