Casa de oración

 

Fundamentalismo, fanatismo, facilismo… qué fácil. Todas comienzan por F. Son las tres Fs que  nos están encerrando, aislando, pervirtiendo. El fundamentalismo nos encierra en  nuestra propia verdad. Las demás verdades no valen. El fanatismo nos obliga a participar de tu grupo, de tu gueto, de tu creencia. Las demás son erróneas, al menos confusas. El facilismo nos lleva a la perversión de lo inmediato en la búsqueda de nuestro interés personal.

Abrimos muchos templos, casas de oración, ‘garajes’ de culto, cuando  no de explotación. Se abren puertas para que la gente entre, pero se cierran corazones. La mirada generalmente está en atraer ‘clientela’. Nos gusta inflar las estadísticas. Poco a poco van quedando vacías unas cuantas para llenar otras. Pero se va marcando y sellando a la feligresía hasta apropiarnos de su conciencia. Son los capillismos a los que estamos sometidos.

Pero el Proyecto de Dios es diferente. Su casa es la humanidad entera. Una sola casa tan amplia como los horizontes infinitos del universo y de la mente humana. Un lenguaje cifrado en la diversidad. Un culto con todos los matices multicolores de razas, culturas, expresiones religiosas. Y una verdad: La interioridad en donde converge el encuentro con un Dios amoroso y la conciencia que lo proclama en alabanza y gratitud infinitas.

Jesús traspasa las fronteras de su país. Va más allá. Una mujer atribulada por la enfermedad de su hija, grita detrás de Él implorando salud. Jesús responde tendiendo una mesa en donde sólo participan sus correligionarios y ella quedaría excluida. Pero la mujer le cambia su visión. Hay que extender los manteles a todos/as sin distinción. La fe no tiene religión. Va más allá hasta el milagro de unas harinas caídas de la mesa convertidas en pan para la humanidad entera.

Cochabamba 20.08.17

jesús e. osorno g. mxy

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