Examen en la escuela del discipulado

 

Las evaluaciones son necesarias en todo proceso, sobre todo, formativo. Las metas, las estrategias exigen ser revisadas si buscamos éxito en nuestros planes y objetivos. La palabra examen por sí mismo causa repulsa. Muchas pruebas a las que sometemos al alumnado son inútiles, tendenciosas, fuera de contexto, improvisadas. Al profesorado se le ha olvidado que la escuela de la vida es perenne y la condición de alumno/a también lo es.

Jesús es el Maestro por excelencia: Pedagogo, psicólogo, sabio, intuitivo, paciente, generoso, comprensivo. Sabe conjugar la palabra y la vida. Parte del sentido común. Relaciona teoría y praxis. Su escuela es la escuela de la vida. El aprendizaje que promueve en el discipulado es progresivo y cuenta con la diversidad de su alumnado, de su realidad, de sus orígenes y es claro en el proyecto que quiere llevar adelante con sus seguidores.

También en su escuela hay exámenes. El primero es sobre la vida fraterna, la convivencia, el servicio, el testimonio. Hay un segundo examen propuesto a sus Apóstoles. “¿Y ustedes qué piensan que soy Yo?” Según el texto evangélico, fue el Padre quien inspiró a Pedro la respuesta exacta. Muchas  veces no sabemos ni el nombre del profesor/a. Tampoco Ellos/as nos conocen. A Jesús le interesa saber cómo va este conocimiento mutuo. La primera materia en nuestras aulas debe ser la persona, también sus circunstancias…

El Ser humano es pregunta. Pero se nos ha olvidado que también es respuesta. Ésta involucra la totalidad de la persona. En la escuela de Jesús es la vida entera la respuesta propia a sus exigencias. Es lo cotidiano, lo simple, el encuentro con el hermano, las exigencias de la Cruz de cada día, la conciencia clarificada y expuesta a observación, la opción en el seguimiento de Jesús volcada a la construcción del Reino.

Cochabamba 27.08.17

jesús e. osorno g. mxy

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