DOMINGO 19 ORDINARIO, Ciclo A

QUIEN PONE EN DIOS SU CONFIANZA, LA GLORIA ALCANZA

La multiplicación de los panes y los peces le trajo a Cristo una gran popularidad, al grado que quisieron en ese mismo momento elegirlo rey, pero rey del pan. Eso les aseguraría a todos la supervivencia, por lo menos por algún tiempo, pues generalmente los oyentes de Cristo eran gente pobre, quizá desocupados.  Por supuesto que Cristo rechazó la oferta y lejos de ponerse a considerar lo que la fama podría traerle, se mantuvo esa noche en profunda oración. Dado  que los apóstoles se dieron cuenta del incidente, pues ellos participaron repartiendo los panes y los peces que salían de las manos de Cristo,  éste, queriendo mantenerlos alejarlos de esa fama y del poder que eso significaba, hizo que se embarcaran esa misma noche. Avanzaron y avanzaron, pero no mucho, pues el viento les era contrario, y por la madrugada vieron con gran sorpresa que Cristo caminaba sobre las aguas y se dirigía hacia ellos. ¿Por qué lo hizo Cristo? ¿Queriendo mostrarse muy ufano delante de los suyos? ¿Para mostrarles que él era poderoso? No, definitivamente no, lo demuestran sus palabras. Quiso sencillamente estar con los suyos, animarlos con su presencia y mostrarles su cercanía, eso demuestran sus palabras, respondiendo al temor que se apoderó de ellos al avanzar sobre las aguas: “tranquilícense, no teman, soy yo” No teman, una palabra clave que escucharon personajes importantes y que Cristo tenía para las grandes y para las pequeñas ocasiones, mostrando su cercanía, su simpatía y la paz que él venía a traer a los hombres. Hay que decir con toda claridad que Cristo nunca, nunca usó de sus poderes o de su condición divina en su propio provecho.

 La segunda parte del texto que nos ocupa, tiene como protagonista a Pedro que pidió a Jesús poder caminar sobre las aguas juntamente con él. ¿Qué le impulsó a pedir tal deseo? ¿Lucirse frente al resto de los apóstoles? No, creo más bien que era su deseo de estar siempre cerca de Cristo su maestro. Y lo tenía enfrente, sin embargo, al retirar su mirada del Maestro, le entró miedo y sentía que se hundía, hasta que le gritó a Jesús, a quien tenía a un paso, y no hubo necesidad más que de tenderle la mano para que la calma volviera a su corazón no sin antes escuchar de labios el Maestro: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?” Lo mismo está ocurriendo el día de hoy, nos quejamos amargamente del aumento de los hechos sangrientos, de los secuestros, y los levantamientos, de los suicidios juveniles y no queremos caer en la cuenta de que a Cristo lo tenemos frente a nosotros, que quiere nuestra paz y la paz de esta humanidad nuestra. Tan fácil como ir al Sagrario, tan fácil como ir a la Comunión con Cristo y decirle: “Sálvame, Señor, salva a esta humanidad pecadora, Señor, si eres tú mándame ir a ti, aunque no camine sobre el agua, pero que pueda deslizarme sin pecado entre mis hermanos, convenciéndolos de la necesidad de caminar bajo tu protección y tu guía”.

El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera tus comentarios en alberami@prodigy.net.mx