«EL
TRABAJO HUMANIZA»
Carta de
monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
para el 19º domingo
durante el año
[13 de agosto de
2017]
Este domingo, rezamos en las misas especialmente por la
democracia en nuestra Patria y las elecciones (P.A.S.O.) que hoy se
desarrollan. Es necesario que junto con la oración que realizamos, tomemos cada
vez más conciencia de la responsabilidad ciudadana que nos implica. Con nuestro
voto, nos hacemos responsables no sólo del presente, sino también del futuro de
nuestro país. En la oración por la Patria pediremos especialmente al Señor de
la historia que «queremos ser Nación, una Nación cuya identidad sea la pasión
por la verdad y el compromiso por el bien común».
El pasado 7 de agosto hemos celebrado a San Cayetano, un
santo muy querido por nuestro pueblo. En distintos santuarios y comunidades de
nuestra Patria la gente se acerca para implorar, agradecer y pedir por el pan,
el trabajo y la paz. También en nuestra Diócesis celebramos esta fiesta en
diversas comunidades. Aquí en Posadas al participar en esta celebración siempre
me impresiona la fe sencilla, profunda y generosa de nuestro pueblo. En este
domingo el Evangelio [Mt 14,22-33], nos trae un texto que se refiere a la
necesidad de la fe. Pedro que caminaba sobre el agua probando al Señor, ante la
violencia del viento sintió miedo y se empezó a hundir. El Señor lo toma de la
mano y le dice: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has
dudado?» [Mt 14,31].
Nuestra gente pide con fe sencilla expresando una sabiduría
que no parte de estadísticas ni datos elaborados en gabinetes. Es bueno que
ante esto podamos realizar una lectura de lo que ocurre el día de San Cayetano.
En nuestra América Latina, en nuestro país, en nuestra
Provincia, la falta de trabajo estable y digno aún sigue siendo causa de
pobreza y exclusión. Quiero subrayar algunos párrafos del documento de
Aparecida que considero muy iluminadores de situaciones que nos deben preocupar
y deberemos tener especialmente en cuenta si queremos encarar seriamente la
palabra «inclusión» que hoy varios proclaman. Aparecida señala: «La población
económicamente activa de la región está afectada por el subempleo y el desempleo,
y casi la mitad está empleada en trabajo informal. El trabajo formal, por su
parte, se ve sometido a la precariedad de las condiciones de empleo y a la
presión constante de la subcontratación, lo que trae consigo salarios más bajos
y desprotección en el campo de la seguridad social, no permitiendo a muchos el
desarrollo de una vida digna. En este contexto, los sindicatos (cuando cumplen
con su misión), pierden la posibilidad de defender los derechos de los
trabajadores. Por otro lado, se pueden destacar fenómenos positivos y creativos
para enfrentar esta situación de parte de los afectados, quienes vienen
impulsando diversas experiencias, como por ejemplo, micro finanzas, economía
local y solidaria, y comercio justo» [71].
La fragilidad laboral y el observar la fe de nuestro
pueblo que expresa el pedido de trabajo y coloca el trabajo en una clave del
problema económico y social, no es un tema nuevo en América Latina. El flagelo
del neoliberalismo que acentúa la exclusión en el continente fue denunciado
abundantemente por el Magisterio de la Iglesia en los años 90, aun cuando
muchos que en la actualidad se presentan como sus enemigos, antes lo
consentían. Hoy debemos señalar que este mal continúa. Lo percibimos en el caminar,
escuchar y compartir con la gente. Es evidente la multiplicación de barrios en
las grandes y no tan grandes ciudades de nuestra provincia. Cuando se pregunta
a la gente de nuestros barrios de qué vive, las respuestas se reiteran, y
notamos que viven de formas subsidiadas, de planes sociales con diversos
nombres. Algunos tienen empleos dignos, pero son muchísimos los que llegan a
fin de mes gracias a algunas changas,
o bien, viven del trabajo temporal que da la obra pública y la construcción. Otros,
que están desocupados, sobreviven con la solidaridad familiar y diversas maneras
de ayudas mutuas.
La inclusión requerirá tener en cuenta aquello que
señalaba san Juan Pablo II, en Laborem Excercens, un importante documento que recuerda que el
trabajo es el que produce el capital y por lo tanto debe ser el motor de la
producción y la economía. Crear trabajo y colocar a la persona en el centro del
problema económico y social, será tener en cuenta el justo pedido de nuestra
gente. El pedir trabajo, para tener el pan de cada día y vivir en paz.
En medio de esta realidad y queriendo tener esperanza,
debemos señalar que en cada capilla de barrio, siguen resonando diversos
problemas, cuando la gente se acerca con sus dolores de corazón y con sus
sufrimientos. También se acerca la mendicidad y la pobreza que siempre
desfiguran la dignidad humana y ponen al descubierto nuestras respuestas
precarias. A San Cayetano, que fue un hombre solidario, queremos pedirle que
interceda ante Dios por el trabajo, por el pan y por la paz en nuestras
familias y en la sociedad.
¡Un saludo cercano y
hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas.