XIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

La voz salvadora de Jesús en el mar de las dificultades

 

El evangelio de este domingo es un impulso de vida y de alegría en el mar de dudas, de dificultades y de hostilidades en que trascurre habitualmente la vida de todo ser humano. Por eso el relato de Mateo acerca de la travesía del mar de Galilea, en barca, contra viento y marea, puede servirnos para reflexionar sobre todas las experiencias de adversidad y de confusión que sentimos en nuestra vida, pues también en el texto evangélico el mar es símbolo de hostilidad, de vientos en contra y de zozobra de los discípulos, que representan a la Iglesia.

El evangelista Mateo relata la travesía contra corriente (Mt 14,22-33) reproduciendo en la historia de Jesús lo que parece más propio de una escena de encuentro de los discípulos con el resucitado en el entorno del mar de Galilea. Jesús apremia a los suyos a ir a la otra orilla del mar, es decir, al mundo de los paganos, de los no creyentes y alejados de la fe. La otra orilla es lo que el papa Francisco llama “las periferias” del mundo. Y esta es la gran misión de la Iglesia.

De noche y en medio del mar, estando los discípulos en la barca sobreviene una tempestad de viento contrario. El viento contrario y el mar son símbolos de las grandes adversidades y tribulaciones por las que tiene que pasar la Iglesia. Entre los múltiples huracanes que azotan la barca de la Iglesia y del mundo, nos hacemos eco de la muerte de los ocho cristianos asesinados en la misa del domingo pasado en Nigeria (África) exponente reciente de la Iglesia perseguida en nuestro mundo, y de las ráfagas verbales de amenazas entre los capos de Estados Unidos y Corea del Norte, y del conflicto que sigue avanzando en Venezuela. Pero también soplan vientos en contra de la Iglesia y de la fe católica, y otros soplan en contra del respeto a la vida y a la dignidad de cada persona y otros soplan en contra de los derechos humanos.

Pero sobre todo hay vientos huracanados que soplan contra la familia y contra el valor de la misma, y constituyen auténticos desafíos a la familia cristiana en Bolivia. Entre estos desafíos se encuentran los que el Papa Francisco enumera en su Exhortación Amoris Laetitia (AL 40-57), de los cuales mencionamos fenómenos significativos en Bolivia: la cultura de lo provisorio y de la superficialidad, el intervencionismo del Estado a favor de la anticoncepción, la esterilización y el aborto, la desprotección política de las familias, la carencia de viviendas dignas para todas las familias, el desamparo juvenil, la desprotección económica de la familia sin trabajo y sin tiempo para atender a los hijos, el abandono infantil y la desatención a los niños, el abuso sexual a los niños hasta dentro de la misma familia, la migración forzosa, la eutanasia.

Y son fenómenos sumamente preocupantes la naturalización en las familias del consumo de alcohol y de drogas, la legitimación de los malos tratos a las mujeres amparándose en el atavismo cultural que lo justifica, la ausencia generalizada del padre en la familia boliviana, la invasión de la ideología de género, importada de los países del capitalismo rico (supuestamente avanzados), y que permite ya en Bolivia el matrimonio homosexual… cuando ni siquiera el matrimonio entre hombre y mujer está suficientemente valorado, pues el porcentaje de las parejas casadas, al menos civilmente, es bajísimo. …

Todo ello son comportamientos, ideologías y hábitos que atentan contra la familia y su integridad, como célula fundamental en la sociedad. … En definitiva parece que en medio de este mar huracanado que  tenemos en Bolivia, la familia boliviana va a la deriva. Así lo reflejan las reflexiones y debates que están teniendo lugar en las diversas Asambleas y Congresos que se celebran en Bolivia como preparación del V Congreso Americano Misionero del año 2018.

La palabra del Evangelio invita por tanto a ir a la otra orilla, a los diferentes espacios que hay que evangelizar para transmitir como familias misioneras del amor y de la vida la palabra que surge del encuentro con el Señor Jesús y que invita a ir con él contra corriente para anunciar el mensaje de la paz, de la calma, de la tranquilidad y de la salvación de este mundo caótico y abismal como el mar.

En el evangelio dominical, la presencia irreconocible de Jesús entre las brumas de la madrugada infunde ánimo en medio de la confusión y suscita valentía frente al miedo. Las palabras de Jesús: “¡Ánimo! Soy yo ¡No teman!” deben ser el recuerdo continuo en la vida de los discípulos y misioneros ante las adversidades que la Iglesia afronta en la enorme tarea de su misión evangelizadora. Particularmente en las familias cristianas, como pequeñas barcas de Iglesias domésticas, debe renovarse la valentía que imprime la presencia permanente del Señor para hacer frente a tantas corrientes en contra. Pero ante ellas es donde las familias y la Iglesia deben avivar su identidad misionera de la vida y del amor.

Además el Evangelio de Mateo introduce en su relato la duda de Pedro, el cual requiere más evidencias. A Pedro no le bastan los signos realizados hasta ahora por Jesús, ni el prodigio admirable de haber participado activamente en el milagro del reparto del pan. Su deficiencia en la fe le valió el reproche de Jesús. Pero Pedro es el reflejo vivo de la deficiencia de la fe de la comunidad eclesial hasta incluso teniendo delante al resucitado (Mt 28,17). De este Evangelio podemos aprender que las múltiples dudas que hoy abruman y asustan a los creyentes y no creyentes no debieran ahogar la voz del Señor Jesús que, en medio de la noche, sigue llamándonos por nuestro nombre y nos dice: ¡Ven! Y llama a las puertas de nuestras familias y nos dice: ¡Ven!

Cuando escuchamos la voz del Señor Jesús, cuando su palabra es el centro de nuestra atención y nos fijamos en ella, podemos caminar, como Pedro, hasta por encima de las aguas, lo cual es una prerrogativa divina. En cambio, cuando nos fijamos sólo en las múltiples adversidades y vientos contrarios, entonces, también como Pedro, podemos sucumbir. Particularmente en Bolivia sigue habiendo los huracanes de violencia y de inseguridad antes mencionados, un desarrollo creciente del narcotráfico y una administración de la justicia que deja mucho que desear, un desarrollo creciente de las ideologías que atentan contra la vida humana, como el aborto, la eutanasia y la cadena perpetua, la ideología de género que atenta contra la creación… y así… la barca parece ir a la deriva.

Lo más importante sin duda de este Evangelio es la palabra de Jesús que nos dice: “Ven”. Caminar por en medio del mar es un símbolo de vida, de supervivencia, de confianza y de seguridad. Esa seguridad emana de la fuerza que infunde la voz y la palabra del gran maestro. Con Jesús y con los valores que él vivió y anunció se puede avanzar contra viento y marea. La voz de Jesús es salvadora.

Con el diálogo abierto entre las personas y los grupos sociales, con la libertad de expresión, sin cortapisas, con el respeto a los otros, a los diferentes, sean éstos pueblos, culturas, o posiciones políticas, con el servicio a los últimos de la sociedad se disiparán las brumas de la noche y caminaremos seguros, incluso por en medio del mar de dudas. Pero hemos de decir también: ¡Aumenta, Señor, nuestra fe! Que podamos reconocerte a ti, escuchar tu voz y seguirte sólo a ti y sin miedos, pues tu voz y tu llamada es salvadora en medio del mar de tantas dificultades y contrariedades.

Sigamos el ejemplo de la Virgen María, cuya fiesta de la Asunción se celebra el día 15, que también escuchó la palabra de Dios que le dijo: “No temas” cuando se le hacía muy difícil entender la misión para la que había sido escogida. Sin embargo en ella prevaleció el “Amén” de su fe por encima de toda duda y se convirtió para nosotros en modelo de creyente y en impulso vivo para que nuestras familias sean misioneras de la vida y del amor y cada uno de nosotros, aún en medio de las dudas propias de la vida humana, experimente la alegría y la vitalidad de la palabra de Jesús y podamos decir como los discípulos en Mateo: “Realmente eres Hijo de Dios”.

José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura