DOMINGO XX TIEMPO ORDINARIO - CICLO A
LECCIONES DE INCLUSIÓN.
Cuando Israel
sufrió el exilio, al final del siglo quinto o principios del sexto; viviendo
lejos de la tierra prometida no sabía muy bien cómo iba a estar su nueva vida;
empezando con la dificultad de tener que convivir después de 50 años con
aquellos que habían llegado al país mientras Israel estaba en el exilio y que
no hacían parte de los elegidos; aún no había claridad total en la doctrina de
la elección; causas del elitismo y la exclusión.
Israel siendo
el pueblo predilecto de Dios tuvo dificultad de entender que todos los pueblos
de la tierra eran igualmente escogidos por Dios. Sin duda alguna que el
destierro en Babilonia, por el contacto con otras culturas, le permitieron
tener su primera experiencia ecuménica; aunque su identidad de sangre y su convicción
de raza no le permitieran avanzar más rápido en su universalismo. Esta misión
le correspondió a Isaías por mandato de Dios. “Así dice el Señor: velen por los
derechos de los demás, practiquen la justicia, porque mi salvación está pronto
en llegar y mi justicia a punto de manifestarse” “Guardar el sábado y la
alianza” hacia parte de las condiciones de inclusión: “serán conducidos a mi
monte santo y los llevaré a mi casa con alegría porque mi casa, la comunidad,
es casa de oración para todos los pueblos”. (inclusión).
ISRAEL UNA ORIGINAL INCLUSIÓN.
Pablo cree en
la nueva inclusión de Israel por la misericordia de Dios y porque los dones de
Dios son un llamado irrevocable e inclusivo; así Israel se haya excluido; pero
sin haber sido rechazado por su desobediencia: “Si su rechazo, (su propia
exclusión) ha sido reconciliación para el mundo ¿Qué no será su reintegración,
(inclusión) sino resurrección de entre los muertos porque Dios no se arrepiente
ni de sus dones, ni de su elección… Dios ha permitido que todos cayéramos en la
rebeldía, (exclusión) para manifestarnos a todos su misericordia (inclusiva).
(segunda lectura)
DOS EXPERIENCIAS DE INCLUSIÓN.
Mateo subraya
dos solicitudes urgentes, la del servidor enfermo del centurión en Cafarnaúm
(8,5-13) y la hija de la mujer cananea quien pertenecía a la comarca de Tiro y
Sidón; poseída por un espíritu inmundo (Evangelio de hoy). A lo mejor no sabían
que Jesús no obra apresurado, “voy a curarlo (el siervo del centurión romano)
“yo no he sido enviado sino a las ovejas perdidas de Israel”; (la hija de la
cananea); a su manera ambos insistieron en su petición: “Señor no soy digno de
que entres en mi casa; basta que pronuncies una palabra y mi criado quedará
sano; en ningún israelita he encontrado tanta fe dice Jesús. (Mt 5,8ss). A
pesar de tanta fe, a Jesús le causó una impresión la fe de la mujer cananea,
quizás por la comparación que hizo: “Señor también los perritos se comen las
migajas que caen de la mesa de sus amos” Los cananeos de la época de Jesús eran
considerados, marginados, paganos, y tratados como “perros” por los judíos. La
cananea olvida todo eso para poder salvar a su hija. “Señor hijo de David ten
compasión de mi hija que está terriblemente atormentada por el demonio, Él no
respondió nada. Los discípulos se le acercaron diciéndoles: despídela que viene
gritando detrás de nosotros” (evangelio) Jesús espera responder hasta que los
discípulos se hagan responsables de los excluidos. “Entonces Jesús le
respondió: Mujer, que grande es tu fe, que se cumpla lo que deseas. Y en aquel
mismo instante quedó curada su hija”. Lo mismo había ocurrido con el servidor
enfermo del centurión (romano) en Cafarnaúm. Así quedaron superadas las
fronteras y criterios de exclusión romanos y paganos de Israel por la
universalidad de salvación donde la cananea con su hija, y el centurión con su
servidor, pudieron entrar por adopción a la familia de Dios, siendo hermanos
del hijo predilecto, Israel.
LA INCLUSIÓN REQUIERE CORAZÓN.
No pocas
exclusiones son tan antiguas y tradicionales que hacen parte inconsciente de
nuestra historia personal, familiar, social y religiosa; sin caer en cuenta de
lo equivocado de cualquier actitud excluyente bien sea particular que
institucional. Lo más grave está en decir que somos creyentes cuando somos
excluyentes, incluso en la iglesia. Hoy las exclusiones son estructurales y las
migajas crecen porque hacen parte del “destino” de estar excluidos. Llamar a la
exclusión “destino” es un daño irreparable con los pobres porque arruinan sus
sueños, su dignidad y sus derechos, condición del cumplimiento cabal de sus
deberes. En cuestión de exclusión los egoísmos de todo tipo, sobre todo la
codicia del dinero son las semillas que se asocian para hacer de toda exclusión
una fuente de ganancias en detrimento de los pobres.
Frente a las
exclusiones que van desde nacer hasta morir, pasando por la familia, el
estudio, el empleo, la vivienda, la salud, la religión y el color; nosotros en
la iglesia por el bautismo pasamos de la exclusión a la inclusión, de ser hijos
adoptivos y coherederos; tenemos una responsabilidad moral y urgente, de
palabra y acción, orientados por el evangelio y la doctrina social de la
Iglesia, porque la conversión cristiana después del bautismo tiene que ver con
todo tipo de exclusión social que rompa con la comunión cristiana y la
convivencia ciudadana. El bautismo implica pasar de la exclusión a la
inclusión; como lo enfatizan todos y cada uno de los sacramentos,
particularmente la eucaristía. La vida bautismal no tiene existencia real si no
es el paso del egoísmo a la inclusión, es decir, a la comunidad; razón para
decir que la primera inclusión es el bautismo para vivir la fe en comunidad; de
lo contrario todas las exclusiones viven a nuestro acecho. La persona humana solo
es reconstruirle de sus exclusiones en procesos comunitarios. Nunca en la
comunidad cualquier exclusión es el “destino”, la suerte, de algún hermano. Si
algo caracterizaba las comunidades de Pablo era ser incluyentes, por ello
estaban constituidas por pecadores ya salvados y pobres como el signo más
inhumano de la exclusión; en las épocas romana, griega y judía.
UNA RUTA DE INCLUSIÓN.
Isaías
enfatiza una ruta y lugar de inclusión: “Esto dice el Señor: Velen por los
derechos de los demás, practiquen la justicia, porque mi salvación está a punto
de llegar y mi justicia a punto de manifestarse (inclusión). A los que se han
adherido al Señor y a quienes se han mantenido fieles a mi alianza los llenaré
de alegría en mi casa de oración para todos los pueblos”. Isaías define el
templo como un lugar de inclusión. Para Pablo el lugar de inclusión, el templo,
es la comunidad. “Que te alaben Señor todos los pueblos, que todos los pueblos
te alaben juntos” (Sal 66).
BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL
SEÑOR
El Papa
Francisco ha insistido de manera muy original en la misión de la inclusión que
implica dejar de lado los personalismos. La evangelización puede ser vehículo
de múltiples formas de inclusión. Jesús reza para que formemos parte de una
gran familia, en la que Dios es el padre de todos: “somos hermanos, nadie es
excluido; no se fundamenta en tener los mismos gustos sino en la fraternidad;
somos hermanos por el amor de Dios que nos ha destinado a ser sus hijos en una
misma familia”
Una
imprescindible misión de todo educador cristiano, comenzando por los padres de
familia en la casa, es apostar a la inclusión en todos los aspectos, compartir,
mantener un diálogo permanente acerca de los modos de inclusión y conocimiento
de las personas que requieren ser más y mejor incluidas en lo humano, lo
cultural y lo religioso. La inclusión también requiere de conocimiento e
investigación para aumentar y mejorar la cobertura de personas a incluir. Sin
inclusión crece la pobreza, la inequidad, la violencia, el delito y el desempleo,
se descuida el medio ambiente y se retarda la paz. La exclusión acaba con los
derechos humanos y arruina los valores; de otra parte, lo más grave como ocurre
entre nosotros es que toda exclusión polariza.
En el
evangelio, la misericordia es incluyente. La misericordia es ese modo de
actuar, ese estilo, con el cual tratamos de incluir en nuestra vida a los
demás, evitando cerrarnos en nosotros mismos y en nuestras seguridades
egoístas: La misericordia y la compasión son la inclusión que se manifiesta en
el abrir los brazos para acoger sin excluir; sin clasificar a los demás en base
a la condición social, a la lengua, a la raza, a la cultura, a la religión:
ante nosotros existe solamente una persona para amar como lo ama Dios. A aquel
que encuentro, en mi trabajo, en mi barrio, es una persona por amar, como ama
Dios. “Pero este es de aquel país, de aquel otro, de esta religión, de aquella
otra, no… Es una persona que ama Dios y yo debo amarla”. Esto es incluir desde
las entrañas compasivas o misericordiosas.
¡Cuántas
personas cansadas y oprimidas encontramos también hoy! por la calle, en las
oficinas públicas, entre los enfermos, o en los centros de acogida… La mirada
de Jesús se fija en cada uno de estos rostros, también a través de nuestros
ojos. Y ¿Cómo esta nuestro corazón? ¿Es misericordioso? y ¿Nuestro modo de
pensar y de actuar, es incluyente? El evangelio nos invita a reconocer en la
historia de la humanidad el designio de una gran obra de inclusión que,
respetando plenamente la libertad de cada persona, de cada comunidad, de cada
pueblo, llama a todos a formar una familia de hermanos y hermanas, en la
justicia, en la solidaridad y en la paz; a ser parte de la Iglesia, que es el
cuerpo de Cristo.
¡Como son
verdaderas las palabras de Jesús que invita a cuantos están cansados y
agobiados a ir hacia Él para encontrar descanso! Sus brazos abiertos en la cruz
demuestran que nadie está excluido de su amor y de la misericordia, ni siquiera
el más grande pecador; nadie. Todos somos incluidos en su amor y en su
misericordia. La expresión más inmediata con la cual nos sentimos acogidos e
insertados en Él, es su perdón. Todos tenemos necesidad de ser perdonados por
Dios. Y todos tenemos necesidad de encontrar a hermanos y hermanas que nos
ayudan a ir hacia Jesús, a abrirnos al don que nos ha dado en la cruz. ¡No nos
obstaculicemos entre nosotros! ¡No excluyamos a nadie! Al contrario, con
humildad y simplicidad hagámonos instrumentos de la misericordia inclusiva del
Padre. La misericordia inclusiva del Padre: es así. La santa madre Iglesia
extiende en el mundo el gran abrazo de Cristo muerto y resucitado. También esta
Plaza, con sus columnatas, (la plaza de San Pedro) expresa este abrazo.
Dejémonos envolver en este movimiento de inclusión de los demás, para ser
testigos de la misericordia con la cual Dios ha acogido y acoge a cada uno de
nosotros. (tomado de los ángelus y homilías del Papa Francisco)
La Iglesia en
nuestro país tiene el don providencial de Dios de hacer con la visita del Papa
Francisco una gran experiencia de inclusión. Si bien es una visita pastoral no
quiere decir que sea solo eclesiástica sino eclesial; es una visita incluyente
que cubre a todo el pueblo de Dios que peregrina en Colombia desde las veredas,
los pueblos y las ciudades pasando por los atrios hasta los altares; una visita
que privilegie los quereres del Papa Francisco, los excluidos y los pobres
quienes no tienen con quien hablar para lograr un puesto de observación, ni
pertenecen a ninguna de las comisiones de la organización.
Dios quiera que como memorial de esta visita tengamos una iglesia menos polarizada y más incluyente. Es más fácil ser incluyentes que sanar las polarizaciones; o a lo mejor, por no ser lo primero sufrimos lo segundo, incluso al interior de la iglesia. Es a la iglesia a quien corresponde DAR EL PRIMER PASO DE RECONCILIACION (inclusión).