DOMINGO XXI TIEMPO ORDINARIO CICLO A
¡CONOCEMOS A DIOS, PERO QUIEN ES
JESÚS!
Las
expresiones que Pablo usa para hablar de la conversión de Israel son tenidas en
cuenta, por la liturgia de hoy, para relatar la sabiduría de Dios con Pedro y
la Iglesia: “¡Que ciencia es la sabiduría y la ciencia de Dios, que
impenetrables son sus designios e incomprensibles sus caminos!” En efecto todo
proviene de Dios, todo ha sido hecho por El, y todo está orientado hacia Él. A
Él la gloria por los siglos de los siglos. Amén (Segunda lectura).
La cantidad
de dioses que estaban sobre Israel, Daniel los significó con el Carnero (medos
y persas) Dn 2,28; en el macho cabrío (Grecia) Dn 8,21; el cuerno pequeño que
es la bestia, Antíoco Epifanes, con 16 características, (Roma) Dn 8,9ss.
Entonces no sería ningún dios el salvador sino “El Hijo del hombre” no nacido
de los dioses. “Hijo de Hombre” significa para Daniel no un individuo
solitario, ni dioses paganos, sino un “pueblo” ante todos los demás imperios.
Jesús asume ese nombre al decir que Él es la cabeza del pueblo de Dios. Todos
cederán sus puestos a la propuestapromesa del “Reino de los cielos” (Mt 21; Lc
29).
¿CUAL ES LA PIEDRA FUNDAMENTAL DE LA
FE?
Desde Daniel
y mucho antes hasta la resurrección de Jesús la Iglesia ha pretendido descubrir
la identidad del “Hijo del hombre”, es decir Jesús como piedra fundamental de
la fe de la iglesia. De ahí que sea en una región pagana como puede ser la
nuestra, donde Jesús haga la pegunta: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del
Hombre?” La respuesta dio a entender que nadie identificaba a Jesús con el Hijo
del Hombre; pero si con “Juan Bautista, Elías, Jeremías o alguno de los
profetas”.
La respuesta
no es con base a lo que nos enseñaron en la casa, el colegio, en la iglesia o
hemos leído en un libro o escuchado en alguna parte. Lo importante no son tanto
las respuestas escuchadas, aprendidas y repetidas de memoria sino la respuesta
que surge desde la experiencia de la fe. La pregunta es básica para la fe
máxime cuando la cristiandad nos dijo quién era Dios y por las enseñanzas de la
religión ya conocemos a Dios, pero muy poco a Jesús. En la cristiandad el
conocimiento de Dios le ganó la batalla al conocimiento de Jesús. Es posible
que para mucha gente que se llama creyente Jesús sea un desconocido o a quien
conocemos de oídas; no ocurre lo mismo con algunos santos o la virgen a quienes
conocemos de memoria. La pregunta entonces se podría formular así: ¿para
ustedes los que conocen a Dios quien soy yo? Sólo nos podemos llamar creyentes
cuando tengamos una experiencia y adhesión personal a Jesús. Yo sé desde mi fe quien
es Jesús y compruebo en mi vida como cierto lo que me ha dicho y prometido la
iglesia en nombre de Jesús. La fe corrobora lo que el evangelio promete y la
vida verifica lo que la fe cree. Cuando Pablo invitó a Bernabé para ir a las
comunidades por segunda vez era para verificar si Dios había cumplido lo que
les había prometido. Así la vida se convierte en una historia de salvación que
puedo y debo compartir, contando: Jesús me salvó de tal o cual dificultad,
Jesús me sacó de una esclavitud, me dio la mano cuando me estaba hundiendo, me
reanimó sintiéndome ya cansado de la vida, me acompañó con ocasión de tal duelo
o sufrimiento, me escuchó cuando lo invoqué desde lo hondo, salvó mi hogar
desde el momento en que lo tuve en cuenta. De la fe en Jesús no se sabe sino
contando historias, de la intimidad de estas historias conoce muy bien la
oración
“Cuando
pregunta a los discípulos ¿quién dice la gente que soy yo? la respuesta es ya
un acto de fe de la iglesia en cabeza de Pedro “Tú eres el Mesías, Cristo, el
hijo del Dios vivo. Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tu Simón, hijo de Juan,
porque esto no te lo ha revelado ningún hombre sino mi Padre que está en los
cielos!” (evangelio). “Yo te alabo,
Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los
sabios y a los entendidos, y se las has manifestado a los sencillos. Sí padre,
así lo has querido” (Mt 11,25) “Tú eres Pedro, roca, piedra, sobre ti, como
sobre una piedra, yo edificaré la iglesia. Si no fuera piedra sería como una
casa construida sobre arena, destinada a la ruina (Mt 7,2527).
A LA EXPERIENCIA SIGUE LA MISION
Ya sabiendo
quien es Jesús, Hijo del hombre, el Mesías, Pedro comprende su misión de
iglesia y su virtud estará en escuchar lo que el Espíritu le revela. Así el
único pilar de Pedro y la iglesia es Jesucristo, el resucitado; razón para
tener la certidumbre que “el poder de la muerte no prevalecerá contra ella”.
“Las llaves del reino para que lo atado o desatado en la tierra quede atado o
desatado, permitido o no permitido, en el cielo, no es un signo de poder sino
compromiso de comunión de la iglesia mediante la fe, requiere estar en comunión
con la iglesia de Pedro; estar en comunión con Dios en Jesucristo. Así se
comprende como “los poderes de la muerte, el mal, no acabarán con ella
(evangelio).
PROFECÍA CUMPLIDA
La primera
lectura solo se entiende desde el evangelio porque es el resucitado creando la
Iglesia junto al carisma de Pedro quien hace de Isaías un profeta. El profeta
anuncia que Yahve va a intervenir en favor de su pueblo destituyendo a Sebná,
mayordomo de palacio, para reemplazarlo por Eleacín reconocido servidor social
que “será un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá.
Pondré la llave del palacio de David sobre su hombro. Lo que abra o cierre
nadie lo cerrará o abrirá.” (primera lectura). Este texto, leído ahora, hace
memoria del evangelio de la profesión de fe de Pedro en Cesaréa de Filipo; como
promesa de comunión futura de Cristo con la Iglesia. El “poder de las llaves”
está al servicio de la comunión desde la primera alianza.”
“BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL
SEÑOR”.
¿Quién es el
que viene a visitarnos?
Viene a
visitarnos el sucesor de Pedro, vicario, representante, de Jesucristo al
servicio nuestro.
¿Para qué nos
puede servir su visita? |
Para
transformar nuestro corazón, salir de nosotros mismos y ponernos en camino de
servir a los demás hasta llegar a las periferias no solo geográficas sino
también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del
sufrimiento, las de la injusticia e inequidad, las de la ignorancia, las de la
corrupción y polarización. La periferia amplia de la reconciliación y el
perdón.; todos los límites que desde nuestro interior no nos dejan caminar
hacia la paz. Esto se logra escuchando y cambiando.