LA
COMUNIDAD
Domingo
23 del tiempo ordinario. A
“Si tú adviertes al malvado que cambie de conducta y
no lo hace, él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado la vida” (Ez
37,9). En este oráculo que se lee este
domingo, Dios advierte al profeta de la misión que le ha sido confiada. El que
ha sido elegido como mensajero divino ha de estar siempre dispuesto a
corregir los errores humanos.
Corregir al que yerra es una de las obras de
misericordia más difíciles. Quien ha obrado mal no siempre lo reconoce. Con
mucha frecuencia piensa y afirma que está en la verdad. A la mala acción suele acompañar
la mala conciencia. Por otra parte, quien debería corregir no siempre está
limpio de culpa ni libre del temor de ser denunciado.
A unos y a otros el salmo responsorial nos recuerda un
oráculo divino: “No endurezcáis vuestro corazón” (Sal 94). A todos nos
resultaría más fácil corregir y ser corregidos si recordáramos la advertencia
de san Pablo: “Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso amar es
cumplir la ley entera” (Rom 13,10).
CORRECCIÓN Y DIÁLOGO
El texto evangélico
que hoy se proclama (Mt 18,15-20) supone con todo realismo la posibilidad de
que se dé el pecado en la comunidad. Por eso advierte de la necesidad de llamar
la atención al hermano que ha pecado. Además establece el orden que se ha de
seguir al aplicar la corrección fraterna.
El que trata de corregir al
que ha faltado a los ideales de la comunidad no debe caer en el peligro de
desprestigiar al otro. De hecho, se le pide que comience por hablar a solas con
el hermano. Ambos habrán de ganar con la salvación del que ha caído.
No se debe olvidar la
primera frase: “Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos
solos”. Ese es elprimer paso. Pero ahí se indica el motivo y el tono de la
corrección. El derecho y deber de corregir corresponde al hermano por ser
hermano.
En un segundo y en un tercer paso hay que
acudir a otros hermanos. Esas tres etapas del diálogo tratan de evitar el
subjetivismo o el resentimiento de quien pretende corregir. Como se ve, la
referencia a la fraternidad caracteriza a la comunidad cristiana.
DISCERNIMIENTO Y ORACIÓN
El texto evangélico se incluye en el llamado “discurso
eclesiástico”. A la corrección fraterna, el evangelio de Mateo añade otras dos
notas importantes que caracterizan a la comunidad cristiana: el discernimiento
y la oración común.
• “Todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el
cielo”. Lo que Jesús ha dicho ya a Simón Pedro, lo dice ahora a toda la
comunidad. Atar y desatar suponen una gran responsabilidad. Pero Dios confía de
tal manera en su Iglesia que reconoce el discernimiento que ella haga sobre el
bien y el mal.
• “Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra
para pedir algo, se lo dará mi Padre del Cielo”. Nuestros egoísmos individuales
dificultan la oración. Solo el amor puede unirnos ante Dios. Solo la concordia entre los hermanos garantiza
el valor y la eficacia de nuestras plegarias.
- Señor Jesús, tú
te haces presente cuando nos reunimos en tu nombre. No permitas que nos reúnan
nuestros intereses ni la búsqueda del prestigio. Que todo lo hagamos en tu
nombre. Porque sólo quienes se reúnan en
tu nombre serán escuchados. Amén.
José-Román Flecha
Andrés