DOMINGO XXIII  (A)  (Mateo, 18, 15-20)

“Si tu hermano peca, repréndelo…, Si te hace caso, has salvado a tu hermano”

-  Tenemos una tendencia innata al egoísmo personalista. A ir, cómodamente  a lo nuestro sin importarnos mucho lo de los demás.

-  Y solemos encubrir o disimular esta egoísta tendencia con algunas frases hechas,  como si fueran sentencias que hemos sacado de la Biblia:

                        -  ¡Éste es su problema!

                        - ¡Cada uno en su casa y Dios en la de todos! 

-  Cristo hoy nos recuerda en el Evangelio que, ¡no podemos desentendernos de los demás!  Lo que, de alguna manera, nos lo recuerda también el Apóstol Pablo en la 2ª Lectura:

    “Somos deudores del amor a los demás”.

- No somos un verso suelto, sino que formamos parte de un gran poema”,  nos recordó San Josemaría en uno de sus escritos. Un verso suelto puede ser algo sin sentido pero, integrado en un poema contribuye a la belleza.

-  El mensaje del Señor es bien claro: ¡El prójimo nunca nos debe resultar indiferente! Y, curiosamente, hoy nos invita a no quedar indiferentes ante los posibles defectos o pecados que podamos detectar porque, los especiales lazos de fraternidad que nos unen, han de evitar desentendernos de esos posibles aspectos negativos que advirtamos en nuestros hermanos.

-  Y, en esta línea, el Señor hoy llega a decirnos: “tenéis obligación de corregir, de advertir a vuestros hermanos de sus fallos, de lo contrario, os hacéis responsables”. (1ª Lectura de Ezequiel) “Si lo corriges, aunque él no te haga caso, tú habrás salvado tu responsabilidad”.

-  ¿Cómo hacerlo? La crítica y la murmuración, tan frecuentes, no son el camino. El Señor nos propone, la corrección fraterna, que es una forma  cariñosa, (lejos de un tono de reproche y hecha a solas y con prudencia),  que resulte acogedora para el que la recibe. La dificultad que encontramos, normalmente, para practicarla pone de manifiesto, ¡nuestra falta de amor! porque, ¡una madre, o un hermano de sangre, no tienen dificultad en practicarla!

-  El egoísmo, al que me refería al principio, y otras veces la comodidad, hacen que la corrección fraterna,  recomendación tan encarecida del Señor, cuente con pocos adeptos lo que, como consecuencia, da lugar a que abunden los adictos a la murmuración y a la crítica negativa que, no sólo no ayuda al hermano, sino que quebranta el amor fraterno.

-  Salgamos de nuestro egoísmo y comodidad y propongámonos la práctica de esa forma concreta de fraternidad, (parte de la virtud de la Caridad), que hoy nos recomiendan el Señor y también el Apóstol San Pablo. Guillermo Soto

 

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