TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XXIV A
(17-septiembre-2017)
Jorge Humberto Peláez S.J.
La
energía liberadora del perdón
ü Lecturas:
o Libro
del Eclesiástico 27, 33 – 28, 9
o Carta
de san Pablo a los Romanos 14, 7-9
o Mateo
18, 21-35
ü Las
lecturas de este domingo nos invitan a reflexionar sobre dos sentimientos que juegan
un papel decisivo en la vida de los individuos y las comunidades. Se trata del rencor y del perdón:
o Leemos
en el libro del Eclesiástico, que recoge reflexiones muy hondas, fruto de la
observación de la conducta humana: “Cosas abominables son el rencor y la
cólera; sin embargo, el pecador se aferra a ellas”.
o La
antítesis del rencor es el perdón. A él se refiere este pasaje del evangelista
Mateo: “Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: Si mi hermano me ofende,
¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces? Jesús le contestó: No
solo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”.
o Estos
dos sentimientos – rencor y perdón – marcan la vida de los individuos y las comunidades.
Dependiendo de la opción que tomemos, tendremos destrucción o vida.
ü Los
invito a reflexionar sobre el significado de una vida cuyo rumbo está trazado
por el rencor. Es como un ácido corrosivo que destruye la vida afectiva de las
personas, acaba con las relaciones familiares y las amistades de muchos años, y
lanza los pueblos a la guerra.
ü Aquel
que tiene infectado el corazón por el rencor, día y noche está rumiando su
rabia y sueña con la venganza. Estos sentimientos le roban la capacidad de disfrutar
las alegrías simples de la vida. El rencoroso vive hundido en la infelicidad y
disfruta con la desgracia ajena. Es padecer las penas del infierno en esta
vida.
ü El
sentido común nos enseña que los problemas se solucionan hablando. La palabra
es la únicaherramientacivilizada para dirimir los conflictos naturales de la convivencia
humana. A través del diálogo podemos iluminar aquellas zonas oscuras del comportamiento
que nos producen rechazo. Sin embargo, el rencoroso es incapaz de iniciar una conversación
aclaratoria, porque el orgullo se lo impide. En su interiorpiensa: Que sea la
otra persona la que me pida perdón; que se humille. Su intransigencia lo lleva
a trazar unas líneas rojas infranqueables.
ü ¡Cuántasfamiliasdestruidas
por el rencor! En muchos casos,el dinero es la causa de estas peleas: una
herencia, un abuso de confianza. Ni siquiera la muerte de los seres queridos es
ocasión para reencontrarse y darse un abrazo de reconciliación.
ü Los
rencores entre los pueblos, transmitidos de generación en generación, son causadedestrucción.
En muchos casos, la religión es motivo de violencia. Es dolorosover cómo se
matan los sereshumanos en nombre del Dios que es fuente de vida…
ü El
rencor y el deseo de venganza enceguecen la capacidad de juzgar y son el
combustible que aviva el fuego de la destrucción. Estos prejuicios se
transmiten de padres a hijos. El rencor y la sed de venganza son pésimos
consejeros. Activan un huracán de destrucciónque arrasa todo lo que encuentra en
su camino.
ü Al
principio de esta meditación dominical, afirmábamos que hay dos sentimientos
que juegan un papel decisivo en la vida de los individuos y las comunidades: el
rencor y el perdón. Ya reflexionamos sobre el poderdestructivo del rencor. Ahoraprofundicemos
en el perdón, cuya energía liberadoratransforma la existencia.
ü Antes
de hablar del perdón, hay que tomar conciencia del papel que juega la capacidad
de auto-crítica. Sin ella, estaremos condenados a vivir y morir atrapados en la
telaraña asfixiante del rencor.
ü ¿Por
qué es tan importante la auto-crítica? Es frecuente escuchar la frase: Yo no me
arrepiento de nada de lo que he hecho. Detrás de esta expresión, hay una estúpida
pretensión de perfección. Es necesario preguntarnos: ¿Le hededicado
tiempo a mi familia?, ¿he cultivado espacios de conversación con mi pareja y
mis hijos?, ¿mi ética profesional ha sido intachable o he sacado provecho
cuando se me presentó la oportunidad de hacerlo y no me controlaban?, ¿los deberes
de justicia con mis empleados resisten una rigurosa auditoría?, ¿he pagado
escrupulosamente los impuestos o los he evadido justificándome con la corrupción
de la administración?
ü Cuando
evaluamos nuestrocomportamiento, somos muy benévolos. Fácilmente, nos damos una
calificación de 10/10. Y cuando es inevitablereconocer fallas, siempre encontramos
una justificación. Pero cuando se trata de calificar a los demás, somos
implacables. Después de reflexionar sobre estas inquietantes preguntas,
¿todavía tenemos la desvergüenza de afirmar: Yo no me arrepiento de nada?
ü El
perdón exige un reconocimiento del mal causado, repararlo y dar pruebas de la
firme voluntad de cambio y no repetición. Las fracturas en la convivencia no se
resuelven con unas imples excusas como si se tratara de algo intrascendente. A
este propósito, vale la pena hacer alusión a los encuentros entre víctimas y victimarios
de estos cincuenta años de violencia en Colombia. Escenas estremecedoras que
ponen enevidencia la locura de la guerra. La sociedad civil se pregunta por la sinceridad
de estas confesiones y la voluntad seria de reparar a las víctimas. Se trata de un tema complejísimo en la implementación
de los Acuerdos que ponen fin al enfrentamiento armado en Colombia.
ü En
el relato evangélico que acabamos de escuchar, el apóstol Pedro hace una
pregunta muy complicada: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo?
¿Hasta siete veces? Jesús le contestó: No sólo hasta siete, sino hasta setenta
veces siete”. En la lógica humana hay unos límites para el perdón; solemos
decir: Por esta vez te perdono, pero no habrá una segundaoportunidad. Así nos
comportamos los seres humanos, que llevamos una rigurosa contabilidad de las
ofensas recibidas. Nunca olvidamos.
ü Por
el contrario, el amor misericordioso de Dios no conocelímites. Una imagen
maravillosa del perdón la encontramos en la parábola del hijo pródigo, en la
que el padre acoge al hijo sin recriminaciones. Su regreso es motivo de fiesta.
ü Le
pedimos a Dios que esta vista del Papa Francisco a nuestropaís haya producido
el efecto de una terapia colectivapara elaborar nuestros duelos, tumbar muros, cerrarheridas
y reencontrarnos como hermanos capaces de diseñar juntos un nuevo proyecto de
país dentro de las reglas de juego de una democracia respetuosa de las
diferencias.