|
Aportes para Domingo 24 del Tiempo Ordinario – Ciclo “A” |
Ser Capaces de Perdonar
(Mateo 18, 21-35)
El la Semana XXIV del Tiempo
Ordinario, la Palabra nos coloca ante la piedra de toque de toda fe y de toda
humanidad: ser capaces de perdonar, y siempre.
Jesús expone en
forma sencilla pero directa, la correlación obligada que existe entre la misericordia que recibe el perdonado y la misericordia
que éste practique con quienes son deudores suyos. De tal manera que la
misericordia y el perdón se convierten en requisito necesario en la relación
con Dios, tal como señala el Padrenuestro: “perdona nuestros pecados así como
nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Mt, 6,12-14). De ahí que en la fe
cristiana no pueda separarse amor y perdón, comunidad y misericordia, amistad y
reconciliación.
Nuestro Dios se
manifestó y se manifiesta amando, perdonando y reconciliando. Porque Dios solo procede desde el
amor. Y cuando no encuentra nada bueno, lo hace todo nuevo, dándose Él mismo
por entero, con paciencia, tolerancia y capacidad de espera. En esto consiste
el imaginario de “perdonar setenta veces siete” propuesto por Jesús.
El evangelio
de Mateo afirma que todo camino de realización, si es bueno, pasa por el perdón.
Jesús señala sin rodeos que en todo
momento y situación hay que perdonar. La vida y la convivencia solo serán
viables si asumimos en serio la misericordia y el perdón como los criterios
básicos de nuestro modo de ser y proceder.
El rostro más
visible del amor cristiano y de todo tipo de amor verdadero es la misericordia
y el perdón. En esto se concreta el Plan de Dios, porque solo así se puede CONVOCAR a los distintos para que
formen una sola familia; REUNIR a los
opuestos para que multipliquen sus fortalezas y construyan un horizonte
común; y FRANQUEAR las barreras
del resentimiento, de la intriga, del odio y del desamor, para que cada persona
se experimente libre y liberadora, sanada y sanadora.
Muchas veces es muy fácil pedir se nos perdone y muchas veces
no somos capaces de perdonar al otro. Si
quieres sanar, aprende a perdonar. Si quieres tu alma limpia, cultiva la
misericordia. Sólo el perdón nos pone en situación de armonía interior y en
situación de convivencia justa y pacífica. Sólo el
perdón y la reconciliación nos convierten en amigos de la vida, de las personas
y de Dios.
Podemos
terminar con el texto siguiente
Y sentir tu mirada sobre mí
recostada, y saber que no tengo que cambiarme por nada, y saber que a tus ojos
ya mi suerte está echada. Ese es tu amor.
Y saber que me entregas ese
amor desde dentro, y saber que tu brazo no ha fallado un momento, y saber que
eres tú quien apura este encuentro. Este es tu amor.
Descubrirme en tinieblas
tras una barricada, diciéndome mil veces que para ti no soy nada. Y mirar a
través del cristal de mi llanto, que esta vez como antes me estás queriendo
tanto.
Y mirarme los brazos ociosos
y cansados, y mis pasos ambiguos y mi verbo pesado, sorprenderme de pronto por
tu aliento arropado. Ese es tu amor.
Y tener que reír de mis
tantas promesas, y sentir que me obligas a empinar la cabeza, descubrir que no
pude comprar tanta belleza. Ese es tu amor.
Encontrarme de nuevo
desconfiado y lejano, fabricando razones para no ver tu mano. Y mirar a través
del cristal de mi llanto, que esta vez como antes me estas queriendo tanto.
Soportar mi memoria
malherida y manchada, y esconder los recuerdos de mi vida pasada, y sentir
diluirse mi culpa en tu mirada. Ese es tu amor.
Y encontrarme mil veces
mendigando razones, y juntando mis cosas para pedir perdones. Y mirar a través
del cristal de mi llanto, que esta vez como antes me estas queriendo tanto.
(P. Miguel Matos
SJ)