DOMINGO XXIV TIEMPO ORDINARIO - CICLO A
DE PABLO Y EL EVANGELIO HASTA EL
PAPA FRANCISCO
Pablo
les afirma rotundamente a los romanos, partiendo del supuesto verdadero; que en
todo hombre está la vida de Dios, “nadie vive para sí mismo, ni muere para sí
mismo de modo que, si vivimos, para el Señor vivimos y si morimos, para el
Señor morimos (lo anterior no requiere la aceptación o rechazo del hombre). Por
lo tanto, sigue Pablo, “ya sea que estemos vivos o que hayamos muerto, somos
del Señor. La razón de lo anterior, dice pablo: “porque Cristo murió y resucitó
para ser Señor de vivos y muertos.” (segunda lectura).
No somos, entonces, individuos egoístas, personas aisladas, gente descartable,
somos nosotros, comunidad, incluidos en la muerte y resurrección de Jesús, por
tanto, a una comunidad de salvados, signo de la muerte y resurrección de Jesús;
que siempre tiene el riesgo de dividirse por cuestiones secundarias como las
alimentarias, en ese momento o puntos de vista diferentes. Después o desde el
bautismo todo lo demás es secundario. Continúa Pablo en la carta a los romanos;
“El reino de Dios no consiste ni en comidas ni en bebidas, sino en la justicia
y la paz y el gozo del Espíritu Santo” …así pues
busquemos lo que fomenta la paz mutua y es constructivo… por cosas secundarias
no destruyas la obra de Dios (Rom, 14,17-19).
LA PAZ NO ESTA A LA VUELTA DE LA
ESQUINA
Pedro
(la Iglesia, todos nosotros), quería tener más claro lo que Jesús estaba
diciendo: “¿Señor, pero cuantas veces tengo que perdonar las ofensas que me
hagan como iglesia y a los demás, hasta siete veces?” Jesús que era más
misericordioso que la gente de su tiempo quienes perdonaban solo cuatro veces a
los hijos y hermanos de la comunidad y tres a los demás; le dice a Pedro:”
hasta siete veces siete” (evangelio). Para sanar el deseo de venganza que queda
en el corazón del hombre después de la violencia o querer saber la verdad para
seguir odiando; el perdón siempre debe mantenerse vigente. Sin lugar a
equivocarnos podemos decir que con el perdón en el conflicto y posconflicto nos acercamos, pero no a la
vuelta de la esquina, a lo más grande que le haya podido ocurrir al país: la
reconciliación y la paz.
LA PEDAGOGÍA DEL PERDÓN.
Para
evangelizar la venganza con perdón, Jesús narra una parábola en tres actos,
como si fuera una obra de teatro:
Se
trata del mal comportamiento de un “rey”; que ennoblece el relato para referirse
después a Dios como rey. Sus trabajadores son siervos que tienen, el primero
una deuda de diez mil talentos, un monto imperdonable que obligaba vender a su
familia para pagar la cuenta. Experiencias de este tipo o similares nos sobran
por el secuestro, la extorsión y el paga-diario. Es natural pedir un plazo para
pagar con el fin de salvar la familia. “El rey tuvo lástima de aquel servidor,
lo soltó y hasta le perdonó la deuda”.
Debió
haberle quedado en el corazón la lección, pero no fue así porque con las mismas
expresiones que se refirió al rey, ahora su compañero se le arrodilló y le
rogaba: “ten paciencia conmigo te lo pagaré todo”. Pero a quien el re rey había
perdonado “no quiso escuchar, sino que se fue y lo metió en la cárcel hasta que
le pagara la deuda” (evangelio.)
El
primer siervo engañó a Dios quedándose con su compasión y misericordia sin que
alcanzara a su amigo.
¿Y
los amigos qué? Sin querer vengarse, pero indignados, sólo fueron a contar al
rey lo sucedido. El Señor lo recriminó por no tener la misma compasión que él
tuvo con el siervo perdonado. “Y el Señor encolerizado, lo entregó a los
verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Conclusión
de la obra: “Dice Jesús: “pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si
cada cual no perdona de corazón a su hermano” (Evangelio)
CUIDADO CON EL PERDÓN.
El
tema del corazón nuevo, don del resucitado, es el origen de la experiencia
cristiana del perdón. El perdón no se puede exigir sin otorgarlo porque la misericordia
que Dios tiene con nosotros es mayor al perdón que debemos al hermano. Hay que
ir despacio en el exigir la práctica del perdón incluso para personas que no
son creyentes; porque este no surge de la ley natural o de la simple razón
humana, o en la conveniencia política como ocurre entre nosotros, sino que es
un don de Dios. El perdón recibido sobrevive perdonando y su recompensa es la
paz.
A
todo lo anterior el libro del Eclesiástico agrega: “Cosas abominables son el
rencor y la ira; sin embargo, el pecador se aferra a ellas. El Señor se vengará
del vengativo y llevará rigurosa cuenta de sus pecados. Perdona la ofensa a tu
prójimo, y así, cuando pidas perdón se te perdonará tus pecados. Si un hombre
le guarda rencor a otro ¿le puede acaso pedir la salud al Señor? El que no
tiene compasión de un semejante, ¿cómo pide perdón de sus pecados? Cuando el
hombre que guarda rencor pide a Dios el perdón de sus pecados ¿hallará quien
interceda por él? Piensa en tu fin y dejarás de odiar, piensa en la corrupción
del sepulcro y guarda los mandamientos …ten presente
los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo. Recuerda la alianza del
Altísimo (la fe y la justicia) y pasa por alto las ofensas” (Primera lectura).
Una
mujer víctima y creyente le pedía al Papa francisco que le pidiera a Dios para
que ella pudiera perdonar, porque con el perdón de Dios ella y su familia
podrían perdonar a los victimarios. Creyente quiere decir que estaba imitando a
Jesús. El perdón es una magnanimidad, paciencia, que evita la ruina del deudor.
Para el rey es mejor perder parte del patrimonio que el siervo.
Para evangelizar la venganza con perdón, Jesús
narra una parábola en tres actos, como si fuera una obra de teatro:
Se
trata del mal comportamiento de un “rey”; que ennoblece el relato para
referirse después a Dios como rey. Sus trabajadores son siervos que tienen, el
primero una deuda de diez mil talentos, un monto imperdonable que obligaba
vender a su familia para pagar la cuenta. Experiencias de este tipo o similares
nos sobran por el secuestro, la extorsión y el paga-diario. Es natural pedir un
plazo para pagar con el fin de salvar la familia. “El rey tuvo lástima de aquel
servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda”.
Debió
haberle quedado en el corazón la lección, pero no fue así porque con las mismas
expresiones que se refirió al rey, ahora su compañero se le arrodilló y le
rogaba: “ten paciencia conmigo te lo pagaré todo”. Pero a quien el re rey había
perdonado “no quiso escuchar, sino que se fue y lo metió en la cárcel hasta que
le pagara la deuda” (evangelio.)
El
primer siervo engañó a Dios quedándose con su compasión y misericordia sin que
alcanzara a su amigo.
¿Y
los amigos qué? Sin querer vengarse, pero indignados, sólo fueron a contar al rey
lo sucedido. El Señor lo recriminó por no tener la misma compasión que él tuvo
con el siervo perdonado. “Y el Señor encolerizado, lo entregó a los verdugos
para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Conclusión de la obra: “Dice Jesús: “pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano” (Evangelio)