XXVI
Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A.
El
Reino de Dios reclama humildad y responsabilidad
¿Cómo
nos sentiríamos ante un discurso en el que orador empezara diciendo: “Las
prostitutas van mejor encaminadas que ustedes”? Supongamos que esto ocurre
en el parlamento, en la universidad o en un templo, donde un diputado, un
profesor o un cura se dirigen a la gente en estos términos. Esto mismo ocurrió
cuando Jesús se dirigió a los dirigentes y a los sumos sacerdotes judíos y les
dijo: “las prostitutas los preceden en el Reino de Dios”. Con ello
desenmascaraba su proceder injusto y su infidelidad engañosa. Esto mismo
podemos decir también nosotros ante toda situación de mentira y de engaño, de
hipocresía y de falsedad, de corrupción e infidelidad. La palabra de Dios de
este domingo nos invita al arrepentimiento, a practicar el derecho y la
justicia de Dios (Ez 18,25-28) a trabajar de veras y con responsabilidad en la
viña del Señor (Mt 21,28-32) y a afrontar la vida cristiana y eclesial
siguiendo el camino de humildad, de obediencia a Dios y de entrega de Jesús, el
Señor (Flp 2,1-11).
Esto queda plasmado sobre todo en la segunda parábola de la viña del evangelio
de Mateo (Mt 21,28-32), en la cual se contraponen las respuestas y las
actuaciones inconsecuentes de dos hijos del amo ante la invitación del
padre a trabajar en la viña; el que había respondido afirmativamente no fue
a trabajar, y el que había respondido negativamente, se arrepintió y sí fue.
De
las dos parábolas de la viña, la del domingo pasado y la de éste, se desprende
una interpelación clara de Jesús a los sacerdotes y fariseos como sectores
dominantes del pueblo de Israel. Con dichas parábolas Jesús pone en
evidencia las actitudes religiosas de quienes reivindican ser los primeros,
bien porque se consideran los elegidos en exclusiva por parte de Dios, o bien
porque se creen los que más méritos han hecho para merecer una recompensa
mayor. Asimismo Jesús desenmascara la incoherencia y la falsedad de
quienes guardan las apariencias pero sus acciones y comportamientos no se
corresponden con la voluntad de Dios y su exigencia de justicia.
El juicio de Jesús al respecto queda patente en las sentencias conclusivas de
ambos relatos, a saber: “Los últimos serán los primeros” (Mt 20,16) y
“de veras les digo que los publicanos y las prostitutas los preceden en el
reino de Dios” (Mt 21, 31b). Aunque este segundo dicho aparece como
conclusión de la parábola de los dos hijos el análisis literario indica que es
probablemente Mateo quien lo ha colocado en este lugar para servir precisamente
a este fin. Lo más probable es que Mateo construyera todo este texto evangélico
(Mt 21, 28-32) combinando distintos elementos tradicionales: una parábola en
forma de acertijo (vv. 28-31ab), un dicho independiente (v.31c) y una tradición
sobre el éxito de Juan el Bautista entre gentes de mala reputación (v. 31) que
tiene un paralelo en Lc 7, 29-30. La escena prolonga
la confrontación entre Jesús y las autoridades religiosas judías (Mt 21, 23-24)
con motivo de la figura de Juan Bautista.
Si bien el dicho sobre las prostitutas sólo aparece en el evangelio de Mateo,
parece que la expresión sobre el ‘reino de Dios’, inusual en Mateo, puede ser
parte de un dicho relevante en una tradición anterior que el evangelista no ha
querido ni siquiera retocar por considerarlo una palabra auténtica del propio
Jesús. La sentencia formula una valoración positiva de las prostitutas por
parte de Jesús, ya que la entrada en ese reino de Dios es el objetivo propuesto
por Jesús a cuantos le escuchan. Jesús tuvo misericordia de las
prostitutas y quiso convertirlas ofreciéndoles el perdón de Dios.
Los
sumos sacerdotes y los ancianos del templo eran los miembros de la clase
dirigente en lo social y en lo económico, legitimados por la función religiosa
que desempeñaban. La crítica de Jesús hacia ellos raya en el insulto
mediante la comparación con las prostitutas. Con su observancia de la
ley como representantes de la religión oficial judía pretendían encubrir su
falta de fe en Dios y su vida de espaldas al prójimo. Aparentemente dicen que
sí a la voluntad de Dios, pero su comportamiento deja mucho que desear, pues el
verdadero culto a Dios debe ser el amor al prójimo y el único sacrificio
agradable a Dios es la entrega de la vida por amor.
La falsedad y la hipocresía, la mentira y la incoherencia, la infidelidad a
la palabra dada, la doble vida o la doble moral no son aceptables ante Dios,
y mucho menos en los dirigentes sociales, políticos y religiosos. Por eso Jesús
los critica. Los publicanos y las prostitutas, sin embargo, tienen conciencia
clara de que su modo de vivir no es el mejor y sienten la necesidad de salir de
aquella situación. Por eso, cuando escuchan que de parte de Dios alguien les
dice que para ellos todavía hay una posibilidad de vivir como personas, de
recobrar su dignidad pisoteada y perdida, y de restablecer su amistad con Dios,
acogen esa esperanza con la alegría del que siente la necesidad de ser salvado,
de ser liberado del desprecio y de la marginación. De las prostitutas y de los
publicanos no se valora su conducta habitual sino su capacidad de conversión y
de adhesión por la fe al camino de justicia, anunciado ya por Juan Bautista, y
mostrado abiertamente por Jesús en el Sermón de la Montaña (Mt 5-7). Las
prostitutas también pertenecen al sector de “los últimos” en el rango
social y pasan a ser de “los primeros” en la valoración de Jesús.
Por
el contrario, los que se creían herederos legítimos del Reino de Dios, por su
pertenencia a los círculos religiosos, quedan desheredados, pues chocan
frontalmente con aquel que ha venido con un mensaje nuevo que antepone
la primacía de los últimos y de las prostitutas en el Reino y que
reclama frutos de autenticidad, de responsabilidad y de justicia para
pertenecer al mismo.
Lo
verdaderamente importante para Jesús es trabajar en la viña del Señor y
participar en su obra transformadora del mundo. A Jesús no le preocupa mucho
que algunos se hayan incorporado al trabajo a la última hora del día, lo
que importa es haber trabajado responsablemente en su viña. Tampoco importa
mucho que algunos respondieran negativamente a su propuesta inicial de trabajo,
pues lo que vale de veras es la incorporación responsable al trabajo. Nunca es
tarde si la dicha es buena – dice nuestro refranero -.
Trabajar en la viña del Reino de Dios significa acoger la invitación de Dios a
la conversión para entrar en el ámbito de su amor, significa cambiar de
mentalidad, de estilo de vida y de conducta para convertir esta tierra en una
viña que produzca uvas y vino, el vino de la alegría y del amor, de la comunión
fraterna y de la eucaristía.
Pablo exhorta a los cristianos de Filipos a vivir en
Cristo, lo cual implica establecer relaciones de amor altruista y desinteresado
y trabajar por la unidad, abandonando todo tipo de rivalidad y de injusticia,
de vanagloria, de prepotencia y de superioridad. Por ello el modelo es
Cristo, cuya humildad y anonadamiento en el servicio y la obediencia al Padre
hasta la entrega de la vida de la cruz, constituye el origen de una nueva
mentalidad. En esta carta de la alegría Pablo pone la plenitud de la
alegría en saber afrontar la vida como la afrontó Jesús, en tener la misma
manera de concebir y apreciar las cosas de Cristo. El verbo griego fronein (Flp 2,2.5) se puede interpretar
como “afrontar” e incluye no sólo los sentimientos,
sino también la inteligencia y la voluntad, la mentalidad y la conducta. Como
los filipenses también nosotros estamos llamados a “afrontar” la vida como
Cristo Jesús y reproducir en nosotros la gran lección de su humildad y
abajamiento, verdadera fuente de alegría, de misericordia y de comunión
fraterna.
Así
pues, el Señor, a través de su palabra, nos llama a todos
hoy a la conversión, a trabajar con responsabilidad en la viña
del Reino de Dios y su justicia y a afrontar la vida con la humildad y
el espíritu de servicio del mismo Cristo, Señor nuestro.
José
Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura